Algunos ya se plantean si las revueltas que asolan Grecia desde la muerte del estudiante Alexis Grigoropoulos tiroteado por la policía son un equivalente del Mayo del 68 francés. Sea como sea, lo que está claro es que los movimientos estudiantiles de varios países de Europa tienen la vista puesta en la rebelión griega. Grupos antiglobalización de Italia, Dinamarca e incluso España se han manifestado durante estos días para protestar contra el asesinato de Grigoropoulos y solidarizarse con los jóvenes griegos. Como respuesta, hoy mismo, unos enormes carteles con eslóganes en varios idiomas europeos colgados de la Acrópolis en Atenas hacían un guiño a los compañeros de otros países.
Pero el país helénico no sólo ha conseguido generar una amplia reacción de simpatía. Grecia es también una referencia de los grupos anti-Bolonia por tratarse del país donde la oposición al proyecto de homologación de títulos en el conjunto del continente ha conseguido sus mayores logros. "Nuestro modelo es Grecia", sentencia Víctor José Moreno, miembro de la Asamblea de oposición a Bolonia de la facultad de Filosofía de la Complutense. Como él, muchos de los alumnos encerrados en las universidades del país hablan de lo que ha pasado en ese país como una especie de motor que los empuja a no tirar la toalla en su lucha contra la creación del Espacio Europeo de Educación Superior (EEES), que deberá estar implantado en 2010.
Y es que la fuerte resistencia de los griegos ha conseguido dejar suspendido el proyecto del gobierno conservador de cambiar el artículo 16 de la Constitución, que prohíbe la fundación de establecimientos de enseñanza superior por particulares. La respuesta de los estudiantes a la modificación de la Carta Magna fue inmediata y contundente y los encierrros y manifestaciones llegaron a paralizar durante meses la vida universitaria. Consideraban que un cambio en el artículo 16 suponía una agresión a la universidad pública, una preocupación compartida en España, donde los anti-Bolonia denuncian la "mercantilización" a la que abre la puerta la convergencia europea.
"Lo que se está viviendo en Italia, en Francia y, sobre todo, en Grecia es una advertencia de que en España se puede avecinar un movimiento similar", asegura Tohil Delgado, secretario general del Sindicato de Estudiantes. Esta organización, según anunció ayer, planea para principios de 2009 una huelga general contra la privatización de la educación. Con ella pretende dar "un salto cuantitativo" a la movilización estudiantil. Exactamente el mismo objetivo que buscan las asambleas anti-Bolonia que, el pasado fin de semana, se reunieron en Valencia para acordar un plan de acción conjunto.
Inspiraciones e ilusiones internacionalistas aparte, no son sólo los estudiantes quienes ven en Grecia la semilla de un reverdecimiento del movimiento estudiantil en Europa. Los políticos parecen temer que se produzca el vaticinado efecto contagio. En Francia, el Gobierno de Sarkozy se ha visto obligado esta misma semana a echar para atrás una reforma de la educación secundaria por el temor de que el creciente movimiento estudiantil opositor tome el mismo cariz que en Grecia. La ministra del interior, Michele Alliot-Marie, expresó su "inquietud" ante la posibilidad de que los fuertes disturbios de ciudades como París, Rennes, Lyon o Toulouse se conviertan en una revolución "a la griega". Especialmente cuando en la Sorbona parisina aparecen pintadas que rezan: "Atenas, ayer, París, Europa, mañana". También Dominique Strauss-Khan, el director gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), afirmó el lunes que, aunque los disturbios que se producen en Grecia no tienen nada que ver con los de Francia, bajo ellos subyace un mismo sustrato de enfado por la situación económica que podría degenerar en disturbios sociales.
Delgado comparte este análisis: lo que existe detrás de las movilizaciones en Europa no es sólo una cuestión educativa. Bolonia y otras reformas se están convirtiendo en una "herramienta" que los jóvenes utilizan para hacer ver el descontento ante un futuro negro protagonizado por la precariedad laboral, la imposibilidad de acceder a la vivienda digna y una educación cada vez más cara o amenazada por intereses privados. Según el representante sindical, esas dificultades no son patrimonio exclusivo de los griegos. Y podrían convertirse en la mecha de virulentas protestas en España.
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