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Después de la ira, el miedo y la codicia... ¿llegarán los disturbios?

Por ANA R.CAÑIL (SOITU.ES)
Actualizado 16-12-2008 10:15 CET

Dominique Strauss-Khan, el director gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), es un tipo raro. No sólo porque sea un gerente del FMI socialista (Partido Socialista Francés), o porque le guste reírse aún en los peores momentos y tenga una cuestionada fama de ligón. Es que además, se le entiende y practica un lenguaje que para muchos de sus colegas resulta algo chusco —no tiene empacho en hablar de la mierda de previsiones que para los gobiernos hace el FMI— y es capaz de mantener la atención de medio centenar de periodistas, que ayer sólo esperábamos algo que llevarnos a la pluma sobre el último gran escándalo: la "estafa Madoff".

En este contexto, Strauss-Khan es un espécimen de esos que se puede convertir en la alegría de la huerta, aunque esté rodeado de los ambientes más densos y pesados en los días más grises. Así era el aire que se respiraba ayer en la sede del Banco de España, en la madrileña e histórica sede de Cibeles, denso. No hay muchos resquicios para el humor y eso que debía de haber sido un día histórico. Se conmemoraban los "Cincuenta años de relación" de España con el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, pero fue una mañana grisácea, dentro y fuera del edificio que inauguró Alfonso XII hace 117 años.

Para celebrar el evento estaban convocados desde el citado gerente Strauss-Khan, a ex gerentes como su compatriota Michel Camdessus, Rodrigo Rato o el alto funcionario del Fondo y ex gobernador del Banco de España, Jaime Caruana. Por supuesto, el gobernador Miguel Ángel Fernández Ordóñez y el vicepresidente Pedro Solbes eran los anfitriones.

La prensa económica acudió animosa al evento, arrastrada por el fuerte hedor del caso Madoff. Pero las intervenciones se fueron sucediendo a lo largo de la mañana, una tras otra, con contenidos y lamentos similares, pasando por la grave crisis económica que atraviesa el mundo y sus recetas, a los reproches entre el FMI y los gobiernos.

Hablaron Solbes y Fernández Ordóñez, seguidos de una mesa redonda de por medio y café. Retomaron el discurso Strauss-Khan, Camdessus, Rato y Caruana. La prensa seguía las intervenciones desde una sala, algunos de ellos algo perplejos. Llegaron las dos de la tarde y ni una vez los sabios económicos que influyen en la crisis global habían hecho una referencia al caso de Bernard Madoff. En las pantallas de los ordenadores, los plumillas saltaban de su texto a la evolución de los mercados internacionales. Se esperaba el goteo de nombres contaminados por la estafa, pero ni los directivos y ex directivos del FMI —casi todos tienen ahora responsabilidades en instituciones privadas o públicas— ni las autoridades españolas hacían la mínima referencia al asunto en sus intervenciones.

En esto llegó Strauss-Khan y además de anunciar aquello de que a principios del 2009 el FMI cambiará otra vez las previsiones, tuvo la osadía de manejar el lenguaje con soltura e incluso se atrevió a llamar a las cosas por sus nombres:

  • "La fatiga del rescate". No tuvo empacho en reconocer que los gobiernos se enfrentan a "la fatiga del rescate" que consiste en idear cada día medidas para rescatar instituciones financieras o sectores, pero sin obtener resultados. Ese no encontrar los planes para restaurar la confianza "me preocupa".
  • "De la incredulidad a la ira, para llegar al miedo". Con esos tres conceptos definió el socialista francés que ahora pilota el FMI, el estado de ánimo de las sociedades de EE.UU y la UE. Pero se atrevió a más. Aunque los jóvenes que "protestan en Grecia" no tienen nada que ver con los que manifiestan su descontento en Francia, Strauss-Kahn formuló lo que los políticos políticamente correctos no pueden denunciar, la posibilidad de que se produzcan disturbios sociales como consecuencia de esta crisis global, que puede convertirse en una recesión más larga de lo previsto si los gobiernos no toman las medidas adecuadas.
  • "El capitalismo de rostro ético". Para evitar esos y otros males, Strauss apeló a la reconstrucción de un capitalismo con rostro "ético", de forma que se implanten normas y valores que no respondan solo "al individualismo" y "a la codicia". Esta fue una de las pocas alusiones que se pudo entender como referida al escándalo Madoff.

Y por fin, llegó Madoff

No fue hasta el final de la jornada de la mañana, cuando Strauss, Fernández Ordóñez y Solbes se dirigieron a la prensa, cuando se abordó la gran estafa llegada desde los lujosos loft y rascacielos más 'in' de Manhattan. ¿Por qué había que creer en las instituciones, incluidos esos señores que se sentaban allí, si hasta a la mismísima Securities and Exchange Commission (la famosa SEC) se le había escapado Madoff?

Había denuncias contra "el prestigioso inversor" desde hacía 20 años. "Es que hay supervisores y supervisores" puntualizó el gobernador del Banco de España. Su rostro y el de Solbes, cansados y, al menos preocupados, contrastaban con el del risueño Strauss-Khan.

En el almuerzo, cotilleo

Fue después, durante la comida previa a la sesión de la tarde, cuando entre los comensales —Solbes, Fernández Ordóñez, Rato, Caruana, Camdessus, David Vegara, el vicepresidente del Santander (Matías Rodríguez Inciarte), los ex ministros Solchaga y Boyer, entre otros banqueros y representantes de las cajas— se cotilleó sobre la gravedad del caso; sobre los nombres que han salido tocados y los que saldrán; sobre la impotencia para afrontar lo que está pasando o la desesperación por esa "fatiga del rescate" que denunció Strauss-Khan.

Sí, ayer pudo ser una jornada para la historia en la sede del Banco de España, en la capital española. Pero fue una más de las jornadas grises, donde los financieros políticos optaron por lo políticamente correcto, cansados, aburridos, pero dispuestos a mantener el tipo ante las cámaras.

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