El polarizado clima de opinión que se vive en las universidades españolas respecto al llamado proceso de Bolonia tiene a los rectores contra las cuerdas. Por un lado, está un ruidoso sector de la universidad de uñas, dispuesto a organizarse y movilizarse de forma conjunta. Por otra, un Gobierno desaparecido que, aunque defiende la irreversibilidad de la reforma, parece ajeno a los disturbios en las aulas. En este contexto, personajes como Carlos Berzosa, rector de la Universidad Complutense de Madrid, se encuentran en una difícil situación. Le hemos entrevistado para conocer su opinión sobre el polémico proyecto que pretende la homologación de títulos en el Espacio Europeo de Educación Superior (EEES).
En una universidad donde la presencia del movimiento anti-Bolonia crece, Berzosa emerge como protagonista de una curiosa paradoja: aunque se declara un "bolonio escéptico", se ha convertido en el adversario en primera instancia de muchos opositores al plan. La cosa se complica más aún cuando su gestión, en tanto que aplica los discutidos cambios, está siendo contestada precisamente por algunas de las voces más "progresistas" que avalaron su elección en 2003. Y, aunque no hace ascos al tan demandado debate, considera que es "muy difícil" hacerlo "en un ambiente de consignas", como el que predomina en la actualidad.
La situación es incómoda, pero Berzosa trata de relativizar lo que está sucediendo, si bien reconoce que el movimiento de oposición está generando una incertidumbre que "ya alcanza los institutos", donde alumnos de Bachillerato emulan a los universitarios. Aunque no comparte los "cómos" de unas revueltas que, en ocasiones, impiden el transcurso normal de la vida universitaria, asegura que no hay tanta distancia entre los alumnos y él. Veamos cuáles son sus ideas.
La universidad está amenazada por las corrientes fundamentalistas que defienden la economía de mercado y que penetran en toda la sociedad, la educación superior incluida (...) Estamos muy obsesionados con la ideología del libermercado, que está muy presente en la Unión Europea y que impregna todos los ámbitos. Pero los universitarios estamos aquí para negarnos y resistirnos a que la educación se subordine a la voluntad de las empresas (...) los documentos que denuncian y asustan a los estudiantes no tienen por qué cumplirse, porque no son oficiales.
Es verdad que ha cobrado importancia la ideología de lo práctico y lo útil, de preparar a la gente para el mercado laboral. Esto es positivo, porque no podemos formar a los estudiantes de tal manera que luego no encuentren un trabajo, pero no debemos dejar de lado el conocimiento (...) Hay también una diatriba contra la clase magistral, que me parece que es errónea: no se debe acabar con la clase teórica, sino combinarla con la práctica.
Se han desprendido de Bolonia muchas cosas que están entorpeciendo el proceso y que no tienen que ver con la creación del Espacio Europeo de Educación Superior (...) Hay unas ideologías en la sociedad, relacionadas con el neoliberalismo, que son dominantes y permean en la universidad, pero esto no tiene nada que ver con la reforma. Bolonia es, como lo ha comparado el rector de la Universidad Pompeu Fabra, como la aplicación del sistema métrico decimal: la búsqueda de una unidad de medida. Lo demás no es verdad.
No podemos quedarnos aislados de Europa, como ha pasado tantas veces en la historia de nuestro país (...) La reforma es muy importante por la idea de converger con otros sistemas educativos muy diferentes para que sea más fácil la movilidad de los estudiantes. Lo fundamental es que, a partir de ahora, un universitario podrá trabajar en Italia, en Francia o en Portugal con su título en la mano.
Para el rector de la Complutense, la falta de reflejos del Gobierno han tenido parte de culpa de la "confusión" que existe en torno a Bolonia. A pesar de la tranquilidad que trata de mostrar, él forma parte de la lista de cinco rectores que enviaron una carta de auxilio a la ministra de Ciencia e Innovación, a la que pidieron que emprenda una campaña de información a la sociedad similar a la del euro.
La exigencia es clara: el Gobierno debe involucrarse en defender un proyecto que ha aprobado y promovido. Precisamente, esta 'desaparición' de las autoridades educativas son las que han provocado que rectores como él mismo se hayan erigido ante los alumnos como verdaderos "apóstoles" de Bolonia cuando en realidad se muestran precavidos hacia algunos de sus aspectos más polémicos.
Uno de ellos es la actuación de la molesta y denostada Aneca (Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación), institución que está aprobando las nuevas titulaciones. Berzosa recoge el testigo del secretario de Estado de universidades, Marius Rubiralta, que ha dejado una puerta abierta a posibles modificaciones de los puntos más peliagudos de la aplicación de Bolonia. El rector exige un cambio en los requisitos que la Aneca está pidiendo a las facultades. El organismo, acusado de tendencia a la burocratización, ha generado según el rector una enorme inquietud entre docentes y decanos. La propuesta desde la Complutense es que la aprobación de las licenciaturas con más tradición y solera sea automática.
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