Rafael Feito, profesor de sociología de la Universidad Complutense de Madrid, en esto del futuro de la universidad, se declara orteguiano: "España es el problema y Europa la solución", afirma convencido. Su opinión sobre el proceso de Bolonia, pues, es que abre un horizonte de futuro que puede darle el empujón que necesita la educación superior española. ¿La clave? Dos palabras: flexibilización (de titulaciones e itinerarios) y movilidad (de profesores y alumnos en el conjunto del continente).
Con él, empezamos una serie de entrevistas a docentes universitarios. Hemos extraído los puntos más significativos de su opinión sobre el llamado plan Bolonia. Este proyecto contempla una serie de transformaciones en la educación universitaria que culminarán en la creación de Espacio Europeo de Educación Superior en 2010. La homologación de los títulos, el fomento de la movilidad de alumnos y profesores y la creación de un sistema común de créditos son sus principales señas distintivas. Una de las ideas que subyace bajo la reforma es hacer del conocimiento un valor para el crecimiento y el desarrollo del continente. Este punto ha levantado ampollas entre algunos alumnos y docentes. Interpretan que se potenciarán únicamente las carreras y proyectos con utilidad práctica, que las empresas saldrán favorecidas y que se devaluará la formación en contenidos.
El énfasis pasa del profesor que enseña al alumno que aprende. La idea fundamental se basa en la autonomía del estudiante, en que produzca contenidos. Vivimos en un escenario casi medieval, en el que la universidad se dedica a perorar desde una tarima donde se dictan apuntes. Por ejemplo, ¿por qué no colgar las clases en plataformas como YouTube para que los estudiantes puedan verlas cuando mejor les venga? Es necesario crear escenarios más interactivos, abrir la docencia al mundo exterior, una flexibilización que permita no conocer sólo la visión de tu profesor, sino otras muchas cosas.
Creo que la oposición de los profesores obedece a un corporativismo cerril, que actúa con independencia del bienestar social. El peso de los grupos profesionales es muy fuerte en la universidad, cada cual trata de salvar su asignatura y ya está (...) Nosotros tenemos clases en la licenciatura de Sociología con cinco estudiantes. ¿Está la sociedad dispuesta a pagar el dispendio de estos microgrupos? Cada vez que se hace un plan de estudios, cada profesor piensa que su asignatura es la más importante del mundo. Los intereses que operan en la universidad son tan particularistas (si no más) que los de la General Motors. En el caso de los alumnos, me resulta una queja más difícil de asumir.
Los países escandinavos, donde el Estado recauda suficiente dinero como para que la gente pueda estudiar con un salario, me parecen el modelo ejemplar. Pero en España hay una rebelión social cada vez que se plantea una subida de impuestos, la sociedad no está dispuesta a pagar más. Unos estudios universitarios de calidad, por fuerza son caros, tener universidades punteras requiere mucha inversión. Si ni el Estado ni la sociedad están dispuestos a darla, no hay que estigmatizar en exceso al capital privado. En Estados Unidos, donde las empresas invierten en las universidades, el porcentaje de hijos de clase trabajadora es similar al que hay en Europa. En cualquier caso, ahora estaríamos más cerca del modelo de Reino Unido, donde el estudiante puede obtener una 'beca préstamo' [sistema por el que se están sustituyendo las tradicionales ayudas a fondo perdido por modelos de pago futuro de los nuevos másteres que se implantarán. El alumno no deberá devolver el dinero hasta que no tenga una renta que se lo permita]
Uno de los aspectos más discutidos sobre el proceso de Bolonia es que se pone énfasis en la adquisición de "destrezas", "habilidades" y "herramientas" en lugar de conocimientos. Esto significa potenciar aptitudes prácticas como hablar en público, trabajar en grupo, etc. En definitiva, se trata de obtener las llamadas "competencias" que permitan a los alumnos desenvolverse en cualquier ámbito: "aprender a aprender" lo que sea necesario. Algunos docentes, reunidos bajo el grupo que han autodenominado 'Profesores por el conocimiento', han denunciado que este cambio de óptica puede suponer una merma de la formación específica de las materias.
Los llamados 'profesores por el conocimiento' tienen lo que Paulo Freire denominó la 'concepción bancaria' de la educación: ellos poseen el conocimiento y lo transmiten sobre cabezas vacías. Son muy conservadores en su práctica docente. La gente no aprende así. Las competencias (saber hablar en público, escribir, emitir juicios críticos y opiniones) son útiles para las empresas, sí, pero también son susceptibles de uso alternativo. Una persona que sepa hablar bien va a ser más útil para la sociedad que una que no sepa y la universidad hoy es la tumba del pensamiento, está creando persona mudas (...) Ha habido una distorsión muy fuerte sobre este punto. Ser la primera sociedad del conocimiento no quiere decir no saber nada. Cualquier empleo hoy está sometido a la innovación tecnológica, pero esta filosofía de saber adaptarse a distintas circunstancias apunta también a los cambios sociales, a que ser ciudadano cada vez es más complejo. Hay que ser más plurales, tenemos que tener opiniones sobre más cosas. No sólo se pone el énfasis en adquirir destrezas y capacidades sino en crear ciudadanos más criticos, que sepan adaptarse a una sociedad en constante cambio.
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