WASHINGTON D.C.- "El resultado de las elecciones en Irán es el peor para Obama en este momento", declaraba ayer Katty Kay, corresponsal de la BBC, en una cadena estadounidense. Estados Unidos ha tardado tres días en reaccionar ante la polémica de los resultados en Teherán y las palabras de Obama evidenciaron que sigue condenado al lenguaje diplomático.
Obama no ha criticado las sospechas de fraude, ni se ha puesto de lado de uno de los candidatos. Tampoco ha arremetido contra el presidente ultraconservador Mahmoud Ahmadineyad. Pero no reconoce los resultados como definitivos y avisa: "todo el mundo está mirando hacia Irán". Aunque sin amenazas, ni pidiendo una investigación internacional. La Administración Obama continúa con su intención de hablar con el siguiente presidente iraní, ya sea Ahmadineyad o Musaví.
"Obama sabe que si se pronuncia a favor de cualquiera de los dos candidatos, Ahmadineyad puede utilizarlo para remover al electorado más radical, y eso no le conviene si después quiere trabajar en las relaciones diplomáticas con Irán", nos explica Michelle Moghtader, coordinadora de proyectos comunitarios del Consejo Nacional de Iraníes Americanos.
Moghtader está en contacto con familiares en Irán y lleva varios días informando de cómo sucedieron las elecciones a través del blog de la organización, en el que iraníes en Estados Unidos obtienen información al detalle de lo que ocurre en su país. "Están contentos con la reacción de Obama y por el hecho de que no haya interferido. Se sienten felices por lo que ha dicho", confiesa Moghtader.
El retraso y el cuidado en la respuesta de la Administración norteamericana denotan el interés en no arruinar la ya delicada relación entre los dos países. La reacción de Obama ha tardado en llegar y cuando lo ha hecho, ha confesado que "sería un error permanecer callado con lo que estamos viendo en televisión los últimos días". El pasado domingo, el vicepresidente Biden pronunció las primeras declaraciones del Gobierno en el programa 'Meet the press' de la NBC, aunque sólo se arriesgó a decir que tenían "dudas" sobre los resultados.
Unas horas después, un ayudante de la Casa Blanca declaraba al Washington Post que estas elecciones son un asunto de Irán, no de Estados Unidos. Aunque fuera en condición de anonimato, el ayudante trasladaba el mismo mensaje que adelantó el Departamento de Estado el fin de semana y que ayer refrendaba Obama: preocupación por los acontecimientos, por el estado de valores democráticos y por las víctimas en las manifestaciones, —llamó al régimen a "respetar los derechos fundamentales de los ciudadanos y evitar un baño de sangre"—, pero ninguna palabra que arruine los esfuerzos diplomáticos estadounidenses para acercarse a Irán.
Ya antes de las elecciones y durante la campaña la Administración Obama estuvo prácticamente callada para no convertirse en un argumento del que parece vencedor en los comicios. Ahmadineyad se pronunció ganador el pasado viernes con un 62% de los votos, un porcentaje demasiado amplio para la oposición. Desde que comenzaran las primeras protestas, el candidato opositor Musaví pasó dos días en paradero desconocido hasta ayer, cuando reapareció en la manifestación convocada en Teherán. Horas después de que falleciera el primer manifestante, y cuando internet hervía con noticias desde Irán —se llegó a pedir que Twitter cancelara las pruebas de mantenimiento para que los iraníes pudieran seguir informando—, Obama decidió pronunciarse.
Sólo entonces Obama se refirió a las elecciones en la República Islámica y sonaron las palabras de respeto a la democracia, el derecho de los ciudadanos a no estar de acuerdo con el Gobierno y mostrar su opinión de forma pacífica. El presidente ponía otra piedra en el puente de la diplomacia, reforzando el primer paso que dio con su discurso en El Cairo. Entonces recordó como durante la Guerra Fría, Estados Unidos ayudó a derrocar un Gobierno elegido democráticamente. Obama ya preparaba el camino para lo que podía pasar esta semana: "Mejor que quedarnos atrapados en el pasado, he dejado muy claro a los líderes y ciudadanos iraníes que mi país está listo para avanzar", declaró Obama en Egipto. "La pregunta ahora no es a qué se opone Irán, sino qué futuro quiere construir".
Sin embargo, la mirada al futuro de Obama no coincide con la de muchos iraníes. "Estamos frustrados, muchos habíamos visto en Musaví la esperanza que los norteamericanos vieron en Obama. No es el mismo personaje carismático, pero era una oportunidad de cierto cambio", explica Moghtader. "Ahora esperamos los resultados de la investigación con escepticismo y mucho pesimismo", añade. La investigación que ha sido iniciada para determinar si se ha hecho el recuento completo de las papeletas y eliminar la hipótesis de fraude inspira poca confianza para esta organización. No sólo es un caso sin precedentes en Irán, los responsables de la investigación dependen del ayatolá Jamenei, que refrendó a Ahmadineyad el mismo sábado.
Los iraníes no querían que Obama interviniera a favor de los candidatos y el norteamericano ha cumplido para no cerrar ninguna puerta a la diplomacia. Las sanciones internacionales nunca han funcionado con Irán, decidido a continuar con su carrera nuclear. Para Estados Unidos, tal y como se encargaba a recordar el secretario de prensa de la Casa Blanca, los dos candidatos significaban lo mismo en este aspecto, dado el complejo sistema de gobierno de la República Islámica. Aunque Obama no ha querido dejar de lado a los ciudadanos y electores: "depende de los iraníes decidir quienes serán sus líderes". Si el ayatolá se lo permite.
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