La tibieza y la cautela han sido las dos principales señas características de las reacciones internacionales que han seguido a las revueltas contra el supuesto fraude electoral en Irán. Estados Unidos hace equilibrismos para intentar no disgustar a nadie y Obama repite las mismas palabras vagas que se han dicho desde la ONU o la Unión Europea: Hay que respetar la voluntad y el voto de los iraníes (¿pero la voluntad y el voto de quién?). Mientras, los partidarios de Mir Husein Musavi ayer volvieron a salir a la calle por cuarto día consecutivo para exigir la anulación de los resultados y la repetición de los comicios presidenciales celebrados el viernes, que dieron una aplastante victoria con el 62% de los votos al actual presidente, Mahmud Ahmadineyad.
Majid Javadi tiene 45 años y es el presidente de la Casa Persa de Madrid. Vive en España desde hace cinco años y el viernes votó a Musavi. Él está bastante satisfecho con la discreción de la comunidad internacional al respecto de los sucesos violentos y de la represión gubernamental. "Lo único que necesita el Gobierno para ser sangriento es tener la excusa de que se ha organizado desde fuera", opina al tiempo que aclara que ésa es su simple opinión, no la de un experto en política internacional.
Pero, ¿qué piensan los analistas internacionales? ¿A quién beneficia y a quién perjudica la llamada 'revolución verde'? ¿Por qué está actuando así cada país? Se lo preguntamos a dos analistas internacionales: Haizam Amirah Fernández, investigador del Real Instituto Elcano de Mediterráneo y Mundo Árabe y Richard Youngs, Coordinador e Investigador Principal del programa de Democratización y Estado de Derecho en FRIDE.
"Hay mucha cautela para no aparentar que se trata de un proceso dirigido desde el exterior, tal y como denuncian los partidarios del ala ultraconservadora", indica Amirah. "Que internamente se perciba un intento de injerencia podría debilitar el movimiento de descontento social", añade. Obama, que ya se ha pasado varios días haciendo malabarismos ante la creciente tensión, ayer se volvió a pronunciar sobre el tema. "No es productivo, dada la historia de las relaciones entre Estados Unidos e Irán, que se interprete que me estoy entrometiendo en las elecciones iraníes". El presidente estadounidense ha aclarado que, resulte quien resulte mandatario en Irán, no habrá una diferencia de puertas para fuera. "Esta postura es más pragmática que manifestarse en contra abiertamente", opina Amirah de Obama, al que algunos medios ya llaman 'El americano silencioso'.
"Es una decisión muy complicada: por una parte querría apoyar a los reformistas, pero es cierto que una intervención demasiado explícita sería contraproducente", coincide Youngs. "La administración Obama está actuando con más tacto de al que estamos acostumbrados y seguramente sea un gesto inteligente", añade. Sin embargo, no le ha librado de las acusaciones de intromisión por parte de las autoridades iraníes.
Ya desde el mismo domingo, cuando Ahmadineyad se pronunció en rueda de prensa masiva acerca de los resultados electorales, señaló a los enemigos de la nación casi como responsables de los disturbios. Ayer, por primera vez y a través de la embajada de Suiza, que representa los intereses de Estados Unidos en Irán, ha acusado directamente a Washington de interferencia. A pesar de ello, Hillary Clinton (secretaria de Estado) ha dicho que el Gobierno seguirá persiguiendo el diálogo directo con Irán, con independencia de quién sea finalmente el presidente.
Desde que llegó a la Casa Blanca, Obama ha querido inaugurar un nuevo capítulo en las relaciones con Teherán. El mensaje que desde El Cairo transmitió al mundo musulmán fue todo un gesto en el que expresó su voluntad de iniciar un diálogo con el eterno enemigo. Y ahora mismo no le conviene dilapidar los frutos de ese primer gesto de acercamiento. Pero mientras, el Partido Republicano presiona para que apoye de forma clara y sin complejos a los opositores.
"¿Ha ganado Israel las elecciones en Irán?", se preguntaba ayer mismo en un artículo en 'El País' Miguel Ángel Bastenier. Israel acogió en primera instancia la victoria de Ahmadineyad "como una bofetada". Pero una "bofetada" que encajaba a la perfección en su dinámica de confrontación con la República Islámica. Las revueltas en pro del candidato reformista no han conseguido que varíe su postura en lo más mínimo.
"Israel no hace ninguna diferencia entre ambos candidatos", dice Youngs. El líder del Mossad ya ha dejado claro que duda de que los disturbios lleven a un cambio de gobierno o a disminuir las preocupaciones sobre el programa nuclear de Teherán. Ciertamente, tanto Musavi como Ahmadineyad son dos políticos profundamente vinculados al régimen. El carácter aperturista de Musavi tiene que ver más con las libertades y los derechos internos que con la diplomacia. Ninguno de los dos aspectos fundamentales (y conflictivos) de la política exterior variarían en lo más mínimo: el programa nuclear y la hostilidad hacia el Estado hebreo.
Sin embargo, según Amirah, Israel se siente más cómodo con el actual presidente como líder. "Representa para los dirigentes una excusa perfecta para pedir mano dura contra Irán", señala. "Ahmadineyad es un perfecto propagandista por su retórica incendiada y sus políticas de efectos extremos. Una victoria de Musavi, presentado como un reformista, no conviene a la visión que Israel quiere transmitir Irán".
La prudencia también ha sido la nota dominante en las declaraciones que han hecho los líderes de la Unión Europea. Gordon Brown, Angela Merkel, Javier Solana o el Gobierno francés han mostrado su preocupación por la violencia y han mostrado sus dudas (siempre cautelosas) sobre la transparencia del proceso electoral. Para Youngs, lo endeble de la respuesta europea tiene que ver con las divisiones de parecer entre los estados sobre cómo combinar el apoyo a los reformistas y la negociación sobre el programa nuclear.
"Irán tiene una gran importancia para los intereses de Europa y países como Italia quieren dar prioridad a negociar acuerdos energéticos". Según este investigador, esta visión más pragmática de las relaciones con Irán entra en conflicto con la de los países más preocupados por la situación de los derechos humanos en el país de los ayatolás. Como de costumbre, la ausencia de una verdadera política exterior común impide que de Bruselas salga una respuesta firme.
Los acontecimientos violentos en Irán también han generado cierto clima de inquietud en los países del Golfo Pérsico, los vecinos árabes de Irán. Por ejemplo, desde Arabia Saudí, socio estratégico de Estados Unidos en la zona, se han calificado de "antidemocráticas" las elecciones del pasado viernes. En estos estados existe una mayoría musulmana suní que siente cierta inseguridad ante el creciente poder de los chiítas en Irán. ¿Puede convertirse Irán en un peligroso espejo donde se miren las minorías chiítas? ¿Podría dinamitar de alguna manera en peligro la convivencia interna? Para Amirah, más que la victoria de Ahmadineyad, lo preocupante para los países del Golfo es la ruptura de equilibrio interno del régimen iraní. Es decir, "que se haya decidido apoyar de forma tan burda al candidato ultraconservador"
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