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El velo al aire

  • Hablamos con Nasrin Sotoudeh, abogada dedicada a los Derechos Humanos
  • El aperturismo de Mousavi han movilizado al electorado femenino frente a Ahmadineyad
  • gane quien gane, a las mujeres todavía les queda mucha lucha por delante
Por ORIOL ANDRÉS | CARLES CASTRO (SOITU.ES)
Actualizado 11-06-2009 13:45 CET

TEHERÁN.-  La balanza de la justicia preside la mesa del sobrio despacho que Nasrin Sotoudeh tiene en un modesto edificio de Teherán. Menuda, valiente e incisiva es una de las pocas abogadas dedicadas a los Derechos Humanos que actúa en Irán. La defensa de la mujer ante los abusos de las autoridades es una de sus principales fuentes de trabajo. "El gobierno de Teherán está usando el pretexto de la religión para imponer restricciones y normas cuando lo único cierto es que este es un ejecutivo machista", espeta sin pestañear.

Una cooperante española que trabajó largo tiempo en Irán elaboró una curiosa teoría por la cual el clima político y social del país se podía intuir por la manera en que las jóvenes llevan el rusarí (pañuelo con el que cubren el pelo). Si va ceñido significa que Irán está pasando un tiempo de restricción de libertades; si por el contrario cae hacia atrás, dejando a la vista el peinado, el ambiente está más relajado; si el hijab tapa el pelo e incluso parte de la frente, el mensaje es claro: un periodo de represión está por llegar.

En los cuatro años de gobierno del conservador Mahmud Ahmadineyad, el velo ha cubierto la frente en demasiadas ocasiones. Los llamados grupos de presión –formados por jóvenes fanáticos– que atosigan y agreden a las mujeres por la calle, bajo el patrocinio del ejecutivo, si quebrantan la «moral pública» con su vestimenta o actitudes, han campado a sus anchas. Varias dirigentes del movimiento por los derechos de la mujer, agrupadas bajo el paraguas de la campaña 'One million signatures', han dado con sus huesos en la cárcel y algunas publicaciones de temática femenina han sido clausuradas. Sotoudeh alerta que la reelección del actual presidente en las elecciones de este viernes sólo puede empeorar la situación. "Si gana Ahmadineyad las mujeres sufriremos más represión y castigo".

Pese a su presencia en el Parlamento y en la vicepresidencia del país –bajo los gobiernos de Mohamed Jatamí (1997-2005) y Ahmadineyad (2005-2009)– las mujeres son, según la ley iraní, ciudadanas de segunda. Su vida cuesta la mitad que la de un hombre, la misma proporción que vale su palabra ante un juzgado. Asimismo, la edad a partir de la que pueden ser condenadas judicialmente es de nueve años, por los 15 de los varones. Ante esta perspectiva legislativa, la obligatoriedad del simbólico rusarí —que sin la norma también se usaría en muchos casos por tradición y pudor— queda en un segundo plano. La rigidez religiosa tampoco permite, por ejemplo, que una mujer pasee con un hombre por la calle si no pertenece a su familia o si no son pareja. Por su puesto cualquier contacto físico en público está prohibido.

"Queremos ser nuestras propias dueñas", reivindica Negar, universitaria de 26 años y una de las miles de mujeres que estos días han salido a la calle en Teherán al grito de: "roguemos porque Mousavi salga elegido". Si finalmente se convierte en presidente, este candidato, que defiende una cierta apertura del régimen, tendrá mucho que agradecerle a su esposa, Zahra Rahnavard. El carisma de Rahnavard, catedrática universitaria, su palabra directa en favor de los derechos de la mujer, incluso su simple presencia a lo largo de la campaña, han supuesto una bocanada de aire fresco y han movilizado en su favor al electorado femenino, que ante la relajación de las autoridades en las jornadas previas a las elecciones ha vuelto a reivindicarse. Es la primera vez que la mujer de un candidato a las elecciones participa activamente en una campaña electoral junto a él.

A pesar de las comparaciones que los medios locales han hecho de Rahnavard con Michele Obama, "el espejo de la mujer iraní no es la mujer occidental, lo más importante aquí es cambiar las leyes existentes", resuelve contundente Nasrin, premiada en Italia con el Human Rights International 2008. La letrada también recuerda que el otro candidato reformista, el clérigo Mehdi Karroubi, también se ha comprometido a flexibilizar las directrices que coartan a las iraníes e incluso ha asegurado que si se proclama presidente –algo que parece bastante improbable– nombrará a la activista y profesora universitaria Jamileh Kadivar primera mujer ministra de Irán.

Gane quién gane, a la lucha de Nasrin y Negar aún le resta un largo recorrido no exento de obstáculos y constantes amenazas en el país de los ayatolás. Pese a ello, Sotoudeh afirma con una media sonrisa no tener miedo. "Las leyes referidas a las mujeres son más peligrosas que ir a la cárcel", comenta. Pero por el momento y hasta que pasen las elecciones, puede estar tranquila, los rusarís se escurren atrás, apacibles a su aire.

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