QOM.- Más de 100 kilómetros de desierto separan Teherán de la cuna de la Revolución Islámica, Qom. Una extensa ciudad de adobe al sudoeste de la capital fue el hogar del ayatolá Ruhollah Jomeini, que desde allí alentó una revuelta que acabaría con el derrocamiento del sha Mohamed Reza Pahlevi. Ciudad sagrada del chiísmo, Qom es el corazón espiritual de Irán y uno de los principales centros de poder. Entre otros honores, es la sede oficial la Asamblea de Expertos, el órgano que elige y controla a la máxima autoridad del país, el Líder Supremo —hoy, Alí Jamenei—. En la veintena de escuelas coránicas de la ciudad se forman los ayatolás que dirigirán los designios del país.
En la plaza adyacente a la imponente mezquita dedicada a Hazrate Masume, nieta de Mahoma, los elegantes aspirantes a clérigo –entre 20.000 y 30.000– deambulan de un lado a otro. Los descendientes del profeta Mahoma distinguen con un turbante negro su suerte y categoría frente al resto, que visten uno blanco. A la puerta de entrada a Feyziyeh, uno de los centros de estudios islámicos para hombres de Qom, el trajín de estudiantes y seculares denota una intensa actividad. Estos días la entrada está prohibida al visitante: las convulsas jornadas que vive Teherán y las grandes ciudades del país tras las elecciones del pasado viernes, han sembrado el silencio en la capital religiosa de Irán.
"El gobierno no se entromete para nada en las escuelas coránicas", asegura un anciano clérigo que explica que los centros se han construido con donaciones. No pasa lo mismo en la otra dirección: los religiosos tienen mucho que decir en los asuntos del Estado; el peso de los ayatolás que dirigen las escuelas es clave en la política de la República Islámica. Los fieles se empapan de la sabiduría y de los postulados de los líderes religiosos. Así lo reconoce otro joven clérigo de espesa barba negra: "Después de los comicios nos pronunciamos públicamente en el altar y este Gobierno nos respalda".
La cúpula del poder en Irán tiene sus cimientos en los centros de Qom. Está cúpula está hoy más agrietada que nunca tras las elecciones. Pese a contar con el apoyo del líder supremo, el ayatolá Alí Jamenei, es conocido que tanto el halo divino del presidente Mahmud Ahmadinejad —que no duda en anunciar la llegada del duodécimo imán, el redentor— como sus formas incomodan a parte del clero. Entre ellos, al ex presidente Mohamed Jatamí y al presidente de la Asamblea de Expertos —formada por 86 clérigos—, Alí Akbar Hashemi Rafsanjaní, uno de los hombres más poderosos del país.
Todos han pasado por los centros de Qom, y algunos, como Rafsanjani, son ayatolás, una categoría que se puede alcanzar tras dos décadas de estudio, aunque no todo depende de la formación. "La inteligencia y el talento", como indica Batul, profesora de una de las escuelas femeninas con que cuenta la ciudad, son claves para que un consejo de sabios otorgue la distinción. Por otra parte, no todos los estudiantes aspiran al grado más alto dentro del chiísmo. Las escuelas coránicas "son como universidades", aclara el anciano clérigo, y muchos estudiantes tan sólo quieren ser "psicólogos o pedagogos", tercia el joven de barba espesa que dedica su tiempo a difundir el islam. Así, el programa de estos centros abarca diversos campos de las ciencias islámicas como la filosofía, la ética o la jurisprudencia.
En las calles de Qom, las elegantes túnicas de los aspirantes a ayatolás y sus turbantes contrastan con el negro de los chadores de las estudiantes. Las mujeres también tienen la oportunidad de acceder al título más alto del clero chií, aunque hasta el momento sólo una lo ostenta. "Muchas mujeres tienen suficientes capacidades para serlo, pero no lo consideran importante y se limitan a dar clase o consejo a la comunidad", comenta Batul, licenciado en matemáticas de 55 años que pasó 20 estudiando el islam. "Los hombres y las mujeres son iguales pero ellos tienen más poder en la vida pública, y para las iraníes lo más importante es cuidar a sus hijos, educar seres humanos", agrega.
Entre devotos como Batul, que resistieron la represión que ejerció el Sha sobre los religiosos, creció en Qom la figura carismática del ayatolá Jomeini. Una casa de planta baja en el humilde barrio de Yakhchal Ghazi, sirvió al líder de la Revolución como centro de operaciones antes de su exilio forzoso en 1964. A su vuelta, 15 años después y una vez instaurada la República Islámica, fue en este modesto hogar de la ciudad sagrada donde atendía visitas de Estado y aconsejaba a sus convecinos. La teocracia iraní daba sus primeros pasos tras deshacerse de una férrea dictadura. Entonces nadie hubiera pensado que, tan sólo 30 años después, los nacidos bajo la Revolución combatirían estos días en las calles contra el sistema.
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