Algo que no ocurrirá el 7-J representa el contenido más 'europeo' de este último suspiro de campaña electoral. En medio de un debate lleno de acusaciones cruzadas y centrado en la política nacional, se ha colado la discusión sobre la reelección o no del actual presidente de la Comisión Europea, Jose Manuel Durao Barroso. El problema es que no todavía no aparece una alternativa firme que le haga sombra.
La reelección del portugués se daba por hecha hasta hace muy poco. El representante del Partido Popular Europeo (PPE) había conseguido incluso los apoyos de socialistas europeos como José Luis Rodríguez Zapatero (no se sabe bien si por apoyarle en el G20 o para que Almunia fuera consejero de Mercado Interior), el portugués José Sócrates o el británico Gordon Brown, y si nada cambia, volverá a ser presidente de la Comisión. La actual composición del Parlamento da una ventaja clara al PPE que controla un 37% de la cámara frente al 28% de los socialistas.
El próximo 18 de junio se reúnen los líderes de los Veintisiete con la misión de designar este cargo. El caso es que, por el momento, el popular es el único que ha mostrado en público su intención de ocupar el sillón de presidente —los socialistas no han propuesto oficialmente un candidato— y la mayoría de encuestas dan por ganadores a los populares. Si Zapatero y Brown siguen con su proyecto de apoyar a Barroso, y los populares ganan las elecciones (es decir, si todo sigue como hasta ahora), el Parlamento Europeo ratificaría a mediados de julio la decisión tomada un mes antes por los jefes de Gobierno en base al actual Tratado de Niza, que requiere la aprobación parlamentaria del candidato sin especificar un necesario mínimo de votos.
Sin embargo, hay hipótesis que, de materializarse, obligarían a los socialistas a encontrar un candidato a contrarreloj y que ya empiezan a circular por los pasillos del Parlamento.
Si el Partido Socialista Europeo (PSE) ganara un poco de terreno en el Parlamento a los populares —posibilidad que se oye cada vez con más fuerza en Bruselas—, pueden llegar a frenar la candidatura de Barroso con ayuda de Verdes y Liberales, y provocarían que en la cumbre del 18 de junio no se decidiera nada. Esto, a su vez, forzaría una reunión extraordinaria que minaría la fuerza que aún tiene Barroso.
Otra de las posibilidades que se plantean, apuntan desde Bruselas, es hacerle caso a Sarkozy. El presidente francés propuso hace unos meses que el nuevo presidente no se eligiera hasta que se despejara el futuro del Tratado de Lisboa (pendiente de un nuevo referéndum en Irlanda a finales de año). Esto obligaría al candidato a presidente a ser ratificado por una mayoría superior a la que se plantea en el de Niza (y además pasaría a llamarse presidente del Consejo Europeo). Esta iniciativa, según explica un periódico de Bruselas, tiene también el apoyo de Alemania.
La tercera de la hipótesis, la más rocambolesca, supone el descalabro casi total de Europa impulsado por los Gobiernos inglés e irlandés en el supuesto de que se vieran terriblemente castigados tras las elecciones y con necesidad de un nuevo Ejecutivo en ambos países. El aplazamiento de la ratificación del tratado de Lisboa en Irlanda dejaría a la Comisión Europea, y por ende a Barroso, muy mal parados.
"Aún no hay [candidato socialista para ser presidente] pero ya se verá. Lo habrá seguro". Así de convencido se mostraba Andrés Perelló, número 12 en las listas del PSOE a las elecciones europeas, ante la inexistencia de una figura que le haga sombra a Barroso. El más que posible futuro europarlamentario tiene un nombre en la cabeza, pero se barajan muchas más.
Una de sus apuestas, la que parte con más posibilidades, es el actual presidente del Partido Socialista Europeo (PSE), Poul Nyrup Rasmussen . "Un tipo combativo que además lo hizo muy bien cuando fue presidente de Dinamarca", explica el político. No es el único que apoya al danés. Los socialistas franceses, cabreados con sus colegas españoles, británicos y portugueses que apoyan la candidatura de Barroso, han introducido en la campaña al presidente del PSE. Puede que Rassmusssen esté interesado y que no sean casuales sus declaraciones alabando las iniciativas del Ejecutivo español en la lucha contra la crisis (así se ganaría el favor de ZP).
Otro de los nombres que han sonado con fuerza en estas últimas semanas es el del ex presidente del Gobierno Felipe González. El español es un europeísta convencido. No en vano lidera ahora el grupo designado para la reflexión sobre el futuro de la UE. Sin embargo, lo de presidirla parece que no está entre sus aspiraciones, y eso a pesar de que el PSE ya le haya hecho la oferta. En lugar de esto ha firmado una Declaración en la que reclama un candidato socialista para sustituir a José Manuel Barroso. En el documento le acompañan históricos como Mario Soares, Gerhar Schröder, Lionel, Jospin Paavo Lipponen y Aleksander Kwasnewski.
El tercero entre los candidatos no oficiales también es un viejo conocido de las cumbres europeas. El ex 'premier' británico Tony Blair tiene el aval de Gordon Brown y de Nicolas Sarkozy, pero para el cargo de presidente de la Unión Europea (no es el mismo que presidente del Consejo Europeo y sólo se nombrará cuando se ratifique el tratado de Lisboa). Aun así, consideran que puede hacer sombra al portugués. El problema, que no afectó a Barroso para su elección en 2004, es que Blair (al igual que el portugués) fue miembro activo de la foto de las Azores. Y eso ahora mancha.
Y tú, ¿por quién apuestas?
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