La patada que los ciudadanos van a propinar a los políticos de sus países en las nalgas del Parlamento Europeo en las elecciones de junio no desanima a los viejos rockeros de Bruselas. Herederos del sueño de los grandes fundadores de Europa —Robert Schuman, De Gasperi, Adenauer, Monnet, Natali, Delors—, intentan que la baja talla de los gobernantes actuales, con una falta de liderazgo respetable y una ausencia de miras más lamentable aún, no frenen aún, parapetados tras la crisis económica, el sueño de varias generaciones tras el final de la II Guerra Mundial.
El proceso debería de ser que, pasadas las Europeas, Irlanda celebre otro referéndum que ratifique el Tratado de Lisboa, luego los gobiernos de la República Checa y Polonia deberían confirmar su adhesión. Por muy bien que fueran las cosas, hasta 2010 el asunto no estaría en marcha. Cuando Lisboa entre en vigor, el perfil del presidente del Consejo Europeo cambiará radicalmente y dejará de ser un cargo rotatorio como es ahora, presidido cada seis por un país miembro, para pasar a ser un cargo con un mandato de dos años y medio. El título sería 'presidente de la Unión Europea' y la clave se halla en que las atribuciones y poderes no están claramente delimitados. Por tanto, su poder, influencia y carisma vendrán marcados por la primera persona que ocupe el cargo.
De ahí que los sabios de Bruselas manejen con sumo cuidado el nombre del primer presidente de Europa. El año pasado se sucedieron unos meses de terror cuando el nombre más citado y propuesto fue el del ex primer ministro británico Tony Blair que, como decía el británico The Guardian, sería presidente pero si le daban todo el poder. Los pelos se les pusieron como escarpias a los miembros del Parlamento Europeo, a los comisarios del Gobierno Barroso, porque si hay alguien que ha creído poco o nada en la UE, ese ha sido Anthony Blair. El asunto tomó tal virulencia que hasta se crearon movimientos en Europa de ¡Paremos a Blair!
En este contexto, el nombre que con más fuerza ha surgido ha sido el de Felipe González, cuya vocación europeísta Bruselas no ha olvidado. En cuanto al ex presidente, Europa sigue presente en todos sus discursos y él da recetas, e incluso está haciendo una intensa campaña con el mismísimo López Aguilar y Leire Pajín por rincones de la geografía española.
Por eso, aunque no fue idea de los miembros del Partido de los Socialistas Catalanes (PSC) hablar de su candidatura como presidente del Consejo Europeo, sí que han sido Montilla y los suyos los primeros en airear el asunto en campaña y decirle, como le espetó el presidente de la Generalitat el pasado viernes: "Nos gustaría sentir tu voz en Europa".
No está claro si para entonces Montilla ya sabía que a Felipe le estaban sondeando, aunque sin presionarle aún, algunos de los principales Gobiernos europeos para que acepte la presidencia a ese nuevo Consejo. Pero lo que quedó claro es que el ex presidente del Gobierno dejó con un palmo de narices a la candidata socialista catalana a las Europeas, María Badía —que había aireado también la propuesta— y al periodista que le preguntó si iba a ser presidente del Consejo Europeo. La respuesta fue un secante "no".
El no de González ha dejado perplejos a algunos de sus viejos colegas, sorprendidos de que el presidente dé la espalda a Europa justo en el momento que más le necesita, en 2010, con una crisis económica no vivida en un siglo, una falta de liderazgo y de estadistas en los gremios europeos fuera de lo normal, y una desafección ciudadana —incluso entre sus compatriotas los españoles, antaño grandes europeístas gracias a los Gobiernos de González—. "Es por dinero, se está forrando con sus conferencias en Latinoamérica y Europa", dice un diputado del PP, que da por hecho que Rajoy apoyaría a González como presidente del Consejo Europeo. "Ni hablar, no es por dinero. Se siente viejo [67 años] y quiere vivir su nueva vida", dice una diputada socialista, antigua amiga del presidente. "No está todo perdido, aunque ha dicho que no a algún presidente de Gobierno europeo. Si la cosa sigue adelante, veremos las circunstancias de Europa, y Felipe ni estará mayor ni dará la espalda a Europa", vaticina un ex ministro, quién recuerda que hasta ahora es el único que ha hecho propuestas interesantes y concretas sobre la UE y la crisis.
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