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En defensa de la abstención (activa)

  • No es lo mismo la abstención "indiferente" que la "beligerante"
  • No ir a las urnas puede entenderse como una forma de defender la democracia
Por ÁLVARO LLORCA (SOITU.ES)
Actualizado 07-06-2009 19:28 CET

Las Juventudes Socialistas de Rincón de la Victoria (Málaga) han decidido sortear un viaje entre aquellos jóvenes que acuden a las urnas con motivo de las elecciones europeas. Esta decisión refuerza el estereotipo de que los votantes se abstienen por pura desidia, algo de lo que se ha hablado mucho estos días. Pero, ¿es verdaderamente la abstención un fenómeno uniforme motivado por la indiferencia?

Para analizar este fenómeno hay que tomar en consideración el carácter opaco de la abstención, ya que tras ésta se esconden multitud de motivos que es imposible desgranar con exactitud ante la falta de estudios.

Pero si uno se esfuerza en mirar a través de esa opacidad puede encontrar diferencias entre una "abstención indiferente" (que se ha erigido en la versión oficial) y otra abstención activa o "beligerante" (que ni mucho menos debe considerarse antidemocrática), según la terminología de Josep Maria Vilajosana, profesor de Filosofía del Derecho en la Universitat Pompeu Fabra.

Este profesor reconoce que dentro de la abstención beligerante hay algunas conductas que, efectivamente, no son justificables desde el punto de vista democrático, como en el caso de alguien que no acude a las urnas porque es partidario de los regímenes autoritarios, lo que el autor considera un auténtico "suicidio ciudadano", ya que un régimen de este tipo implica acabar con el concepto mismo de ciudadanía.

Sin embargo, hay otro tipo de gente que se aleja de los procesos electorales como modo de manifestarse "en contra de una forma determinada de concebir la democracia" y porque, precisamente, "busca su mejora", según nos explica Vilajosana. ¿Contra qué se manifiesta esta gente?

  • La partitocracia. Una de las causas de este tipo de beligerancia puede ser el hartazgo hacia cómo los partidos políticos se han apropiado de la democracia. Tal y como recuerda el catedrático de Sociología de la Universidad Complutense Juan Díez Nicolás, "la democracia llegó de la mano de la sociedad civil, que incluye a los ciudadanos y a los partidos políticos, pero, con el paso del tiempo, éstos han terminado por engullir al resto de la sociedad civil", algo que se puede observar en los medios de comunicación, en el Consejo General del Poder Judicial, en algunas universidades...
  • Democracia ideal Vs democracia real. En una línea parecida, Gurutz Jáuregui, catedrático de Derecho Constitucional en la Universidad del País Vasco, se rebelaba en su libro 'La democracia en la encrucijada' contra "la reducción-identificación de la democracia ideal a o con la democracia real", por lo que apuesta por un modelo participativo, en el que la participación no debe limitarse solamente a las instituciones políticas sino que también debería extenderse al ámbito de la sociedad civil.
  • Formas de participación. ¿Cuántas veces hemos escuchado eso de que las elecciones son la gran fiesta de la democracia? Sin embargo, hay muchos que piensan que los procesos electorales deberían ser tan solo una forma más de participación en vez de haberse convertido prácticamente en el único mecanismo de intervención ciudadana. Un ejemplo de cómo los partidos guardan a buen recaudo los mecanismos de participación es el modesto uso que hacen de las herramientas informáticas, las cuales podrían estar contribuyendo a la gestación de una verdadera democracia deliberativa. Un estudio de Rosa Borge sobre participación electrónica (pdf) reconoce que "en general, los partidos, los parlamentos, los gobiernos e incluso la Administración buscan reforzar la democracia representativa, pero no ampliar los canales de participación".
  • Cambios sociales. Tras una dictadura la llegada de la democracia es una bendición. Pero han transcurrido los años y las instituciones han evolucionado, de forma que ya podemos preguntarnos qué democracia es la que queremos. Eso no quiere decir que la gente esté dispuesta a renunciar a las conquistas previas, sino que sólo busca mejorarlas.
  • La abstención es un derecho. Hay países europeos, como Grecia y Bélgica, en los que votar es una obligación, pero eso acarrea algunos inconvenientes. Por ejemplo, como asegura Vilajosana, "se puede obligar a alguien a votar, pero difícilmente se puede obligar a alguien a emitir un voto informado". Además, hay serias dudas sobre el carácter democrático de una medida de este tipo. En cualquier caso, en España no es obligatorio emitir un voto, de modo que la abstención cobra absoluta legitimidad democrática.
  • Una razón utilitarista. En las presentes elecciones europeas la campaña electoral se ha basado en un cruce de acusaciones partidistas y se ha hablado poco de Europa. Ya que los candidatos no han realizado ningún tipo de pedagogía europeísta los ciudadanos han tenido que ejercer un magno trabajo a la hora de recopilar información sobre las cosas que se ponen en juego. Y es que ante la necesidad de comprender una institución tan compleja como el Parlamento Europeo, los aviones para hacer mítines y los trajes de Camps podrían haberse relegado a un segundo plano. Un abstencionista puede plantearse: ¿merece la pena esforzarse tanto en conocer los programas electorales para emitir un voto informado?

¿Y por qué no votar en blanco? El voto en blanco se utiliza habitualmente bien para mostrar disconformidad por los candidatos, bien para expresar el descontento ante los programas electorales, o bien para protestar ante el modo en que se ha desarrollado la campaña electoral, entre otras posibles causas. Sin embargo, la abstención implica un grado más de distanciamiento sobre la concepción de democracia imperante, o ante los tejemanejes de la clase política, o para desmitificar el proceso electoral como piedra angular y única de la participación ciudadana.

A la vista de las generalizaciones que imperan sobre la abstención parece muy difícil que los partidos políticos hagan una lectura constructiva de ésta y que puedan replantearse algunas de sus prácticas. Mientras, los abstencionistas tal vez no tengan más remedio que seguir creyendo en una democracia más próxima a su concepción griega, la cual identificaba el verbo politizar con la participación en la vida en común. "Si bien son necesarios, no podemos restringir la democracia al término partido, ya que se puede ser democrático en la vida cotidiana, puesto que este mismo artículo es política, una conversación es política, reciclar es política, y hasta conducir bien es una forma de hacer política", nos recuerda Paloma García Picazo, profesora de Relaciones Internacionales en la UNED.

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