Parece que todas las medidas que anunció ayer Zapatero en el Debate sobre el estado de la Nación comparten un mismo denominador común: el desconcierto y las dudas que despiertan. La intención del Gobierno de destinar 70 millones de euros para costear gratis los nuevos másteres universitarios a los parados titulados entre 25 y 40 años, aunque ha pasado más desapercibida que el resto, no se ha librado de este destino trágico que tienen algunas ocurrencias del presidente.
En la "tómbola" de pasta que ha estado sorteando, Zapatero se ha ido a meter en uno de los berenjenales que mayor controversia genera en el proceso de adaptación del sistema universitario español al Espacio Europeo de Educación Superior (EEES). O lo que es lo mismo, el plan Bolonia, ese controvertido acuerdo entre países comunitarios que para unos es la panacea que salvará a la universidad española y para otros el mismísimo diablo que convertirá las facultades en el patio trasero de las empresas más poderosas.
Los másteres a los que se refería ayer Zapatero en el Congreso son el producto del nuevo orden educativo que imperará completamente a partir de 2010. Con Bolonia, las actuales licenciaturas se sustituyen por los llamados grados, que tendrán una duración de cuatro años. Tras terminar estos estudios, los alumnos tendrán la posibilidad de ampliar su carrera con estos másteres, que serán ofertados y propuestos por cada universidad.
La idea es que los grados doten a los universitarios de una formación generalista y que los másteres sirvan como una especie de segundo ciclo de especialización más enfocado al mercado laboral. Una de las principales críticas que planea al respecto entre los colectivos 'antibolonia' es que este sistema aboca a los grados a convertirse en una formación deficitaria que no preparará lo suficiente a los alumnos. Por esta razón, argumentan, se verán obligados a hacer un máster que les abra las puertas del mundo profesional. Como opinaba Francesc Carreras en un artículo en La Vanguardia, con Bolonia, "lo decisivo será el máster, y no precisamente un máster cualquiera, sino sólo aquel que goce de un merecido prestigio". Sin embargo, las autoridades universitarias y educativas han asegurado que los grados bastarán para encontrar trabajo.
En el fondo de la cuestión, como casi siempre, subyace un problema de dinero. Aunque estos títulos se mantienen a precios públicos, serán más caros que los segundos ciclos que existían hasta ahora, cuyo planteamiento difiere de forma significativa del de los másteres. Mientras que un crédito tiende a costar unos 10 euros —estas tasas aumentan en función del grado de experimentabilidad de la carrera— en las actuales licenciaturas, los de los másteres más baratos están en torno a los 24 euros, según han denunciado en repetidas ocasiones los estudiantes 'antibolonia'. Este precio sería el de un máster por valor de unos 1.500 euros, pero los hay notablemente más costosos. En esta argumentación se basan los contrarios a la reforma para denunciar que la implantación de este modelo terminará convirtiendo la universidad en un lugar "elitista" donde sólo los que puedan pagarse el acceso a un título propio obtendrán una formación completa.
Para aplacar la intranquilidad que ha levantado la aparición de estos estudios, vinculados hasta ahora únicamente a instituciones privadas, los rectores han exigido al Gobierno dinero. Los másteres suponen implantar una formación de calidad, sí, pero eso no es gratis. Como presidente de la Conferencia de Rectores, el ahora ministro Ángel Gabilondo, siempre puso como condición a cualquier subida de tasas un consiguiente aumento de las becas, en número y en dotación económica, que garantizase un acceso equitativo a la educación en igualdad de condiciones. Un dato: el gasto público en becas y ayudas en educación superior es del 0,08 por ciento en España; la media en la OCDE es del 0,25.
Subvencionar todo este sistema es un quebradero de cabeza para el que se ha adoptado una solución que ya manejan otros países. Para costearse los estudios, los estudiantes podrán acudir a los llamados 'préstamos-renta', créditos que los beneficiarios deberán devolver sin intereses una vez que estén incorporados al mercado laboral y hayan alcanzado un determinado umbral de renta. Y es que los precios, por mucho que se quejen los alumnos, sólo cubren una parte de lo que cuesta mantener un título de estas características. Los 'antibolonia' critican que tendrán que arrastrar esta deuda durante años y que, mediante esta fórmula, el Estado acabará pagando a los bancos los intereses que están perdonando a los alumnos, en lugar de emplear ese dinero que se pierde en mejorar el actual sistema de becas a fondo perdido.
En medio de un encarnizado debate sobre fórmulas de financiación de los másteres, la propuesta de Zapatero irrumpe en el escenario: 70 millones de euros en matrículas GRATIS a todos los parados de entre 25 y 40 años. Y todo ello en un momento en que la crisis y el paro están disparando el número de personas que vuelven a la universidad para mejorar su formación y aumentar su atractivo en el mercado laboral.
Las preguntas se multiplican. ¿Habrá algún tipo de perfil que tenga preferencia a la hora de otorgar estas matrículas? ¿A cuánto tocará cada universidad? ¿Se asignará una cuota a cada una de ellas o dependerá de los estudios que soliciten los beneficiarios? ¿Se concederán estas ayudas también para estudiar los másteres más caros o sólo podrán elegir dentro de un catálogo acotado? ¿A cuántos parados se podrán dispensar? ¿Realmente darán para mucho 70 millones?
Si tomamos de ejemplo la Universidad Carlos III de Madrid, una de las más adaptadas al EEES, esta cantidad permitiría pagar 5.833 másteres de Análisis financiero —a 12.000 euros cada matrícula por un curso—, 20.114 másteres de Física de plasmas y fusión nuclear —3.400 euros por dos cursos— o 10.144 de Propiedad intelectual —6.900 por un curso—. Todas estas cuestiones están aún sin respuesta. Desde el Ministerio de Educación aseguran que, de momento, no se conocen más detalles que las tres pinceladas esbozadas por el presidente en el Congreso.
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