La crisis pone de nuevo los libros en las manos de la gente. El paro y el fantasma del desempleo han llevado a algunas universidades a experimentar unos aumentos espectaculares en las matriculaciones de estudiantes. Esto se ha notado especialmente en los centros de educación a distancia. Por ejemplo, la UNED ganó más de un 11 por ciento de alumnos. Una tercera parte de ellos accedió a alguna carrera a través del acceso para mayores de 25 años. Un fenómeno similar ha experimentado la privada Universitat Oberta de Catalunya, que es la otra universidad española de referencia de este tipo y que comparte con ella un público medio de más de 30 años y con trabajo.
La interpretación que más rápidamente surge de estos datos es que muchas de las 3,5 millones de personas que están sin trabajo quieren que su perfil académico resulte más atractivo y competitivo para el mercado laboral. O que hay otras que se están preparando para conseguir otro empleo lo más rápidamente posible en caso de ser despedidas. Y es que, aunque en esto de la estadística ya se sabe que no existen las relaciones de causa-efecto, el vínculo entre la empleabilidad y nivel de estudios es "un clásico", como explica un técnico de la Encuesta de población activa (EPA) del INE. La última EPA, correspondiente al último trimestre de 2008, es bastante concluyente al respecto: el porcentaje de paro de los universitarios alcanzaba el 7,45 por ciento, bastante por debajo del 13,9 por ciento global.
Según Enrique Luque, director de Investigación del Instituto Universitario de Educación a Distancia, estar bien formado contribuye a mejorar las condiciones de permanencia laboral y la cuantía de los salarios. Esto que puede parecer de perogrullo no es tan obvio para Primitivo Delgado, subdirector de Formación Permanente del Instituto de Ciencias de la Educación de la Universidad Complutense de Madrid: "un mayor nivel de formación no reduce el paro, sino que únicamente consigue que los parados estén mejor preparados", explica. Y aunque el nivel general aumente y ésa sea una buena noticia, los que sigan quedando por debajo permanecerán, inevitablemente, desempleados. Para Luque, sin embargo, la importancia que la sociedad da a la renovación de los conocimientos está creciendo y convirtiéndose en una tendencia a largo plazo. "Se percibe en general un esfuerzo formativo que no se daba en otras épocas". Y con la crisis, más aún.
En cualquier caso, el fenómeno del subempleo pone algunos 'peros' a los discursos más optimistas. El debate sobre una generación de JASP, personas sobradamente preparadas que se chocaban con un mercado laboral que no ofrecía apenas expectativas de triunfo, es de sobra conocido en España. El propio Luque reconoce que "el capital humano está infravalorado". Sin embargo, si la economía da el esperado giro hacia el I+D+i que supuestamente debería orquestar el nuevo Ministerio de Ciencia e Innovación, el panorama será bien distinto: "ese tipo de modelo productivo requerirá una mano de obra cualificada y las empresas tendrán entonces una oportunidad histórica de aprovechar el grado de formación de los trabajadores", vaticina.
Pero la vuelta a la universidad y la preocupación por prolongar la formación no se trata únicamente de una tendencia fruto de la crisis. Bolonia —cómo no— también tiene algo que ver con todo esto. Independientemente de la difícil coyuntura económica, cada vez es más común encontrar a alumnos mayores en las facultades españolas, bien porque no hayan abandonado nunca las aulas o bien porque hayan decidido volver a ellas. Y no se trata de algo que se circunscriba únicamente a estudios universitarios ni que suceda sólo en los centros a distancia. Actualmente, el 15,5 por ciento de los estudiantes españoles de primer y segundo ciclo tienen ya más de 30 años, casi el doble de los que tenían esta edad hace una década. Esta cifra, extraída del último informe 'Datos y cifras del Sistema Universitario 2008-2009', refleja el profundo cambio que está experimentando la composición del alumnado de educación superior.
La cifra revela una tendencia fundamental que, al mismo tiempo que parece afianzarse, está siendo discutida acaloradamente en esa vorágine de encarnizado debate sobre el plan Bolonia, la reforma de la educación secundaria que homologará los títulos en el conjunto de Europa y culminará con el Espacio Europeo de Educación Secundaria (EEES) en 2010. Es la llamada "educación permanente". O sea, la idea de que el aprendizaje es un proceso que no tiene fin y que debe prolongarse durante toda la vida. Esta noción apareció por primera vez en el escenario político de la mano del informe de la Unesco de 1996 'La educación esconde un tesoro', un documento ya clásico coordinado por el entonces ministro de Educación francés, Jacques Delors.
Según Delors, el sistema educativo debe responder a los retos de la sociedad de la información y de un mundo que cambia cada vez más deprisa y, para ello, es necesario que los ciudadanos vivan inmersos en un proceso continuo de formación y de constante renovación del conocimiento. De esta idea bebió la Cumbre de Lisboa en 2000, que también explicitó que la educación de los europeos debía adaptarse a la realidad contemporánea y convertirse en un valor esencial para lograr la cohesión social y el pleno empleo. Por su parte, la Comisión Europea ha reconocido que la educación a lo largo de toda la vida ayuda a mantener la competitividad económica y la empleabilidad. Bolonia se ha hecho eco de todas estas declaraciones políticas y ha puesto énfasis en la importancia de que la instrucción nunca termine. Y no sólo en eso, sino también en la necesidad de que se adquieran competencias lo más ajustadas y cercanas a las demandas de la sociedad y del mercado laboral.
Es justo en ese espíritu donde algunas voces anti-Bolonia ven una muestra más de la temida mercantilización de la universidad que tanto denuncian. Para ellos, lo que subyace bajo la educación permanente no es la motivación desinteresada del aprendizaje y el enriquecimiento personal, sino el interés de las empresas de que ésta se adecue a sus necesidades y requisitos. Para Sánchez Delgado, existen dos concepciones opuestas de está noción: la economicista que denuncian los anti-Bolonia y una más cooperativa, de la que él es partidario. En cualquier caso, con crisis o sin ella, la actualización y la innovación en la información son conceptos que no se pueden seguir ignorando: "que alguien crea que con hacer la carrera de informática ya va a ser informático toda su vida es una pura entelequia".
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