Esta semana os traemos tres comedias bien distintas. Dos proceden de Estados Unidos ('Hazme reír' y 'Qué les pasa a los hombres'), y la otra, de Francia ('La clienta'). La verdad es que nos esperábamos más.
Me fascina cuando el boca-oído no funciona. Bueno, mejor dicho, cuando funciona negativamente. Sobre todo si la película afectada es una de ésas con montones de fans impacientes que dejan que prime el sentido común de sus consejeros antes que su propio hooliganismo. El que hagas caso al vecino si éste te dice que lo último de Adam Sandler (y de Judd Apatow) no merece la pena y la taquilla se deshinche estrepitosamente en la segunda semana de proyección es una de las pocas muestras que, desde la miopía de mi sector, sugieren que otro mundo es posible.
Lo que Spielberg fue en los 80 al gran cine de aventuras lo es ahora Apatow a la comedia tierna y escatológica, dos adjetivos que en su universo habían experimentado hasta ahora un feliz romance. Su nombre resuena alto y claro en la industria, y no sólo como director —pues además de la presente sólo había realizado 'Virgen a los 40' y 'Lío embarazoso', dos blockbusters con al alma de sleeper—, sino, más aún, como productor, ideólogo, guionista o simple amiguete. Su sello mola. Aunque, desde esta 'Hazme reír', un poco menos.
Y supone una sorpresa, porque es difícil reunir a tanta gente graciosa para hacer una película sobre gente graciosa —'Funny People' es el titulo original— que tiene tratos con la muerte y lidia con ella utilizando el cinismo y la autoparodia como aliados. James L. Brooks ya lo había intentado y el resultado no fue tan decepcionante, luego se puede.
No reprochemos nada, pues, al cast, ni a la idea fundacional, y descarguemos nuestra ira crítica con el jefe de todo esto, que, escribiendo, produciendo y dirigiendo, no ha sabido decirse a sí mismo lo que no funcionaba y ha acabado pariendo una comedia de dos horas ¡y veinte minutos!, en la que no ha incluido suficientes chistes como para llenar un ombligo tan enorme. Yo soy fan habitual de Sandler y de Apatow y estoy seguro de que, de no haber asistido al pase de prensa, no me habría dejado disuadir por nadie y habría acabado pagando la cara entrada. Benditos americanos, que me han ganado esta partida.
Valoración: 5/10
Las mujeres no son fatales armas de destrucción masiva de los corazones de los hombres débiles. Las mujeres se atormentan por la falta de compromiso, la falta de deseo sexual de su pareja, la falta de fidelidad y la falta de citas. No son animales sagrados de la civilización occidental nunca más. No después de ver 'Qué les pasa a los hombres'. Así, al menos, lo cree el director Ken Kwapis, que debe tener muchos amigos guays en la industria para conformar el reparto hollywoodiense de bollycaos de la mediana edad más sugerente de la temporada.
Una tribu de cabrones desalmados encabezada por Ben Affleck, Bradley Cooper (una de las revelaciones de 'Resacón en Las Vegas') y Justin Long hacen con las hembras que pululan a su alrededor lo que se les viene en gana. ¿Habrá entonces futuro para los hombres que difícilmente consiguen cortejar a una dama los fines de semana? Pues la verdad es que si tienes que ser tan guapo como los actores en cuestión, lo cierto es que no. Son superestrellas del firmamento actoral, maldita sea. Por qué no pintan a los terrores de las nenas con las caras (por ejemplo, no se me ofendan si están leyendo esto) de Kevin Dillon, Greg Grunberg y Kevin James. Pues porque nadie se lo creería.
Por ello, el discurso de la inseguridad femenina que aquí se recoge no termina de ser justo ni veraz. Las tías buenas sólo pueden sufrir a causa de los tíos buenos. Ninguna oportunidad al intelecto, al sentido del humor o a la pureza de sentimientos. Eso son paparruchas que no importan demasiado en una comedia romántica —que no es ni demasiado cómica ni demasiado romántica—, en la que su supuesta transgresión se acaba conviertiendo en su mayor pesadilla (y en la que Scarlett Johansson se plagia a sí misma al calcar lo que hizo en 'Match Point').
Valoración: 5/10
Ella, Judith, es mayor, inteligente, activa, encantadora y con una profesión no demasiado fascinante, pero que le costea cuanto pide a la vida: entre otras cosas, relaciones sexuales sin reproches, variadas y de las que una se baja después de cada viaje; pagando, que no haya malentendidos. Él, 'Patrick', está casado, es un trabajador con poca suerte (o sea: es un trabajador) y el encanto se lo encuentran su señora, Fanny, y al parecer aquéllas que lo meten en la cama.
El conflicto surge cuando ella, Judith, empieza a aficionarse y desea una continuidad. Conflicto previsible —¿cuál, si no?—, alargado algo más de la cuenta y con protagonismo compartido, la señora, el gigoló, la esposa, más la abuelita, la madre, las hermanas de muy distinta índole —y aun así bastante parecidas—, en el que se diluye el interés.
Pese a todo, la espléndida Natalie Baye nos mantiene en la butaca hasta el final de la película.
Valoración: 5/10
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