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Lo que (no) cambiaría en Irán si Musavi fuera presidente

  • El poder del presidente para hacer reformas en Irán es muy limitado
  • Los programas políticos de los dos principales candidatos tienen muchos puntos en común
Por MARI LUZ PEINADO (SOITU.ES)
Actualizado 22-06-2009 20:31 CET

El adjetivo "reformista" debería escribirse siempre entre comillas cuando hablamos de Irán. Y es que, en el país asiático, el margen para reformar es bastante estrecho. Muchas de las informaciones sobre lo que está ocurriendo estos días allí hablan de una nueva revolución e incluso se la ha llegado a comparar con la de 1979, sin embargo, aunque Musavi ya se haya convertido para muchos en un símbolo de cambio, no deja de ser un hombre del régimen. ¿Realmente cambiaría mucho Irán si Musavi fuera presidente?

"Soy un reformista que respeta los principios", aseguró el líder opositor cuando el pasado mes de abril anunció que se presentaba a las elecciones presidenciales. Se refería a los principios de la revolución que dio lugar a la República Islámica de Irán, la única teocracia del planeta. Su lealtad al sistema estaba avalada por los ocho años en los que ejerció como Primer Ministro y eso lo sabía el Consejo de Guardianes, encargado de dar el visto bueno a la candidatura de Musavi. De hecho, este órgano tan sólo admitió cuatro candidaturas —la del propio Musavi, la de Ahmadineyah, la del militar Moshen Rezaei y la del antiguo presidente del Parlamento, Mhedi Karrubi— y vetó a otros 471 aspirantes.

"Si el Consejo de Guardianes le dio su visto bueno fue porque Musavi ha hablado todo el rato de fidelidad a la ley islámica, a la Constitución, etc. Aunque represente una vía más reformista, siempre hay que tener en cuenta que los cambios que puede (o podía) poner en marcha no iban a afectar a lo esencial del sistema, a pesar de que sea uno de los más reformistas porque tiene un talante negociador y es muy pragmático. De todos modos, toda la política está controlada por el Líder Supremo, por lo que también habría que tener en cuenta qué es lo que le dejarían hacer", opina Nadereh Farzam Nia, profesora iraní y autora del libro 'Irán. De la revolución islámica a la revolución nuclear'.

Dentro del espectro político que permiten las rígidas normas iraníes, Musavi sería un conservador moderado. Karrubi se considera abiertamente reformista y Rezaei conservador. Ahmadineyah sería el representante del ala más dura. "Es un extremista, un fiel soldado de los principios de la revolución en la línea de Jomeini", cuenta Samed, un joven de Teherán. Es una de las miles de personas que salen a diario a las calles desde hace más de una semana para denunciar el fraude electoral. "Podría decirse que Musavi es la opción menos mala".

Nadereh Farzam Nia, coincide con él. "La 'marea verde' aglutina a gente de muchas tendencias que ha intentado, a través de los mecanismos que les permite el propio sistema, cambiar las cosas desde dentro. Musavi es la única alternativa, la única figura que se ha convertido en líder de estos jóvenes a pesar de que sea un moderado".

Política exterior "firme pero flexible"

Durante la campaña, Musavi se ha esforzado en intentar demostrar que lo que él ofrecía no tenía nada que ver con la gestión de Ahmadineyad, incluso en política internacional. Sin embargo, su discurso siempre se ha movido entre un 'quiero y no puedo'. "Musavi habría representado una voz más racional en sus relaciones con Occidente, evitaría muchas estridencias y ayudaría a rebajar la tensión. Pero él no tiene la última palabra, sino Jamenei. Musavi sería tan sólo un elemento menos radical pero las cosas no habrían cambiado mucho", explica Antonio Marquina, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Complutense.

Musavi ha acusado a Ahmadineyad de haber llevado a cabo una política exterior que ha aislado el país. "¿Quiénes son nuestros amigos en la región?", llegó a preguntarle en el debate televisado que los dos candidatos tuvieron días antes de las elecciones. También le ha reprochado sus declaraciones negando el Holocausto y sus posturas "extremistas" de política exterior. Pero el aperturismo de Musavi también tiene que cogerse con pinzas. El ex primer ministro medía sus palabras cuando decía que "Irán quiere colaborar con el mundo. Queremos tener capacidad de construcción, queremos tener relaciones con los países que quieren relacionarse con nosotros. Queremos un diálogo con la comunidad internacional firme pero flexible, que mantenga intactos los derechos de la nación iraní pero evitando el aislamiento".

En su discurso sobre política nuclear también ha jugado a ese juego de 'sí pero no'. Mientras aseguraba estar dispuesto a sentarse a negociar sobre el programa y dialogar con el G-6 (Ahmadineyad había descartado nuevas conversaciones tan sólo unos días antes), se cubría las espaldas diciendo que Irán "tiene derecho a la energía nuclear y que no dará un paso atrás". Pero Musavi sabía que sería imposible traducir esa declaración de intenciones en hechos reales puesto que la política nuclear, según la Constitución iraní, queda en manos del Líder Supremo.

Mirando hacia casa

Si las urnas proclamaran a Musavi presidente, los mayores cambios se darían en la política económica. Su programa atacaba directamente la "política populista" de Ahmadineyad y apostaba por rodearse de expertos que pudieran sacar al país de la difícil situación en la que se encuentra. "Frente a los cheques que Ahmadineyad repartía en sus mítines y de medidas que sólo sirven para vaciar las arcas públicas, Musavi hablaba de consejeros y economistas", dice Nadereh Farzam Nia. Acabar con la inflación (que supera el 23%), fortalecer la industria nacional y promover la inversión privada eran algunas de sus propuestas.

El otro gran tema en el que podía diferenciarse —siempre con limitaciones, no lo olvidemos— es el de los derechos individuales. "Él nos ha hablado de los derechos de la mujer, de la libertad de prensa y de nuevos partidos políticos", recuerda Samed. Cierto. Musavi ha criticado la falta de transparencia en Irán y defendió la libertad de expresión, el uso de internet e incluso la reducción de las patrullas de seguridad moral. Eso sí, como él mismo matizó, "siempre dentro de los márgenes de la ley y de la Constitución".

"Creo que hay que ser bastante escéptico con las posibles reformas que se podrían llevar a cabo. Musavi es una alternativa a Ahmadineyad pero no al sistema y eso no podemos olvidarlo. Al fin y al cabo, no hay posibilidad de contradecir la autoridad del guía Jamenei", recuerda el profesor Marquina. Samed lo sabe ("Sabemos que es difícil que todo cambie aquí pero ésta es la oportunidad que tenemos para demostrar que hay cosas que no nos gustan) pero, como miles de jóvenes de su generación, eso no le impedirá salir a la calle a manifestarse, como ha hecho durante los últimos días.

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