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Así funciona Irán: una guía para entender el país de los ayatolás

Por MARÍA SÁNCHEZ DÍEZ (SOITU.ES)
Actualizado 19-06-2009 23:32 CET

En la última semana no hemos parado de leer y escuchar noticias sobre Irán. Los protagonistas han sido cargos e instituciones cuyos nombres y funciones nos resultan ajenos y desconocidos en la mayoría de los casos. Líder supremo, ayatolá, Consejo de Guardianes de la Revolución... el complejísimo sistema político iraní comprende una infinidad de organismos poco comunes y que rigen la vida de un Estado cuyo funcionamiento no se parece a los sistemas políticos que nos son más familiares en Occidente.

¿Qué función tiene cada uno? ¿Qué competencias? ¿Quién manda realmente en el país de los ayatolás? Con la ayuda de Nazanin Amirian, politóloga y escritora iraní, vamos a intentar poner un poco de orden en todo este desaguisado, porque imaginamos que a muchos de vosotros os vendrá bien. Por lo menos, a nosotros sí.

La República Islámica de Irán: un nido de contradicciones

Irán es, desde la Revolución de 1979 que derrocó al Sha de Persia, una República Islámica. De la mezcla de estos dos conceptos surge un sistema "híbrido" que entraña para Amirian profundas contradicciones. La principal de ellas es que conviven instituciones elegidas por los ciudadanos con otras compuestas por dignatarios religiosos en una teocracia con apariencia de república "que difícilmente podría llegar a ser compatible con los principios más elementales de la democracia".

El corresponsal de La Vanguardia en Oriente Medio, Tomás Alcoverro, trata de explicar esto con otras palabras en su blog Diario de Beirut.

El sistema político iraní está basado en sus diversos centros de poder. De hecho, es un estado bicéfalo porque así lo prevé la Constitución, que establece dos fuentes de poder, una a través del sufragio universal para elegir al presidente, a los parlamentarios y a los gobiernos municipales, y otra a través del sistema teocrático encarnado por el guía, cuya elección se decide entre 86 altos dirigentes y jurisconsultos religiosos del cerrado colegio de la Asamblea de Expertos

Lo divino...

Sobre la cúspide de este entramado religioso y político se encuentra el Líder Supremo, la encarnación del poder máximo en Irán: un todopoderoso jefe de Estado que dirige la acción política. Además de comandante general de las Fuerzas Armadas, es el encargado de designar al presidente de la judicatura y a los jefes de las estaciones de radio y televisión estatales. Por si esto fuera poco, tiene la potestad de destituir a altos cargos, entre ellos, el presidente del Gobierno, que no es más que un mero ejecutor de sus órdenes. Desde 1989, el cargo lo ocupa Alí Jamenei, que hoy ha vuelto a respaldar la polémica victoria electoral del actual presidente, el ultraconservador Mahmud Ahmadineyad, y ha pedido el fin inmediato de las manifestaciones de la oposición.

Por otra parte, el Líder Supremo designa a seis de los 12 miembros del Consejo de Guardianes de la Revolución, una especie de Tribunal Constitucional que será el que tendrá que emitir en los próximos días un veredicto sobre el presunto fraude electoral en los comicios de hace ya una semana, cuya anulación ha exigido el candidato opositor Mir Husein Musavi. La otra mitad de los Guardianes la nombra el Parlamento, pero a propuesta del presidente de la judicatura. ¿Y quién elige al jefe de los jueces? Como decíamos, también Jamenei. Es decir, que la institución encargada de que las leyes preserven el espíritu de la revolución islámica está fuertemente controlada por el Líder Supremo.

La parte "islámica" del sistema es sobre la que recae un mayor poder y capacidad de decisión. Su composición se decide de manera similar a la de los "califatos hereditarios", como dice Amirian: se trata de un círculo cerrado de poder del que los reformistas quedan constantemente marginados, tal y como han denunciado en repetidas ocasiones. Un ejemplo: el Consejo, cuya composición es directa e indirectamente escogida por el Líder Supremo, tiene derecho a vetar a los candidatos a la presidencia y al Parlamento. Y eso fue lo que hizo durante las elecciones parlamentarias de 2004, cuando rechazó la participación de miles de aspirantes por el hecho de ser aperturistas.

... y lo humano

Sin embargo, en lo 'terrenal' del régimen, junto a todas estas figuras, existen órganos y cargos elegidos democráticamente, que realizan un control político ficticio, siempre supervisado por las autoridades religiosas: un Parlamento, un presidente y la llamada Asamblea de Expertos. Este último es el órgano legislativo que se encarga de nombrar al Líder Supremo.

Pero la historia se repite. Aunque los iraníes pueden votar, cada ocho años, a los asamblearios que elegirán a su máximo mandatario, el Consejo (controlado por Jamenei) puede vetar a los candidatos que no sean de su agrado. Y así sucede con todo, de tal manera que nada escapa al control y el poder del Líder Supremo. De esta forma, instituciones propias de una democracia se convierten en elementos de una "república deformada", como explica Amirian en su libro 'Irak, Afganistán e Irán. 40 respuestas al conflicto en Oriente Próximo'.

Tampoco se libra de su vigilancia el presidente del Gobierno, que únicamente se dedica a aplicar las directrices que marca el Líder Supremo. Ni el Parlamento, que es elegido por sufragio universal directo. Pero su actividad (sí, también) se ve supeditada al control del Consejo de Guardianes, bajo la sempiterna influencia directa de Jamenei.

¿Y ahora qué está pasando?

El poder de Jamenei en Irán nunca ha sido ni de lejos similar al que tuvo en su día Ruhollah Musavi Jomeini, antecesor en el cargo y el líder espiritual de la Revolución. En primer lugar, porque es un hoyatoleslam, un rango religioso inferior al de ayatolá en la jerarquía chií. "Los grandes ayatolás no le han aceptado nunca y no le obedecen", explica la politóloga iraní. "Nunca ha alcanzado la autoridad del imán fallecido y nunca ha sido considerado el verdadero líder del régimen", coincide Alcoverro en su artículo.

Y ésta es la razón por la que Jamenei ha apoyado a Ahmadineyad frente a otras facciones del régimen iraní más vinculadas a los ayatolás fundamentalistas. Ahmadineyad, además de ex alcalde de Teherán, es un hombre proveniente de los cuerpos de Seguridad del Estado. Es decir, representa a los intereses de los militares, que desde hace años pisan fuerte en la lucha por el poder. "Para tratar de mantenerse seguro, Jamenei ha apoyado a un sector que coincide con él en la idea de que hay que debilitar la autoridad de los clérigos", explica Amirian. Según esta politóloga, en realidad no estamos asistiendo a un conflicto electoral entre un candidato "aperturista" (como se le ha denominado) y otro conservador. Se trata de la pugna por el poder de distintas facciones ultraconservadoras de un mismo régimen.

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