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La 'puntilla' que remató al ladrillo

  • El ladrillo español llevaba un año en crisis cuando cayó Lehman Brothers
  • Pero el panorama de la financiación se complicó tras este episodio
  • La deuda total del ladrillo se acerca a los 500.000 millones
Por GEMA FERNÁNDEZ (SOITU.ES)
Actualizado 15-09-2009 18:01 CET

El ladrillo español llevaba un año en crisis cuando cayó Lehman Brothers. Pero la bancarrota de este gigante internacional supuso la puntilla para un sector que se despertaba en medio de una pesadilla con la resaca de varios años de esplendor. Tras la quiebra de Lehman, los bancos cerraron el grifo de la financiación, haciendo crecer aún más al monstruo al que se enfrentaban inmobiliarias y constructoras. Hoy, la sequía de crédito ha hecho desaparecer a cientos de pequeñas agencias y ha puesto en la picota a decenas de compañías que se han declarado insolventes. Nozar ha sido la última víctima, pero habrá más...

"El terremoto Lehman paralizó los mercados mundiales de crédito. Provocó una desconfianza brutal hacia la banca, que contrajo su liquidez y dejó de dar créditos, lo que redujo la capacidad de las familias para comprar piso, y, por tanto, las ventas de las inmobiliarias", afirma Manuel Romera, director del sector financiero de la IE Business School.

Según Mikel Echavarren, consejero delegado de la consultora Irea, la restricción de crédito al sector inmobiliario había comenzado a principios de año. No obstante, la quiebra de Lehman supuso "un endurecimiento de las condiciones para la concesión de nuevos préstamos, así como para las refinanciaciones", explica. En su opinión, "vino a dar la 'puntilla' a un sector moribundo, haciendo imposible su salvación".

La burbuja se pincha

Y es que la crisis del ladrillo nacional venía de lejos. Hay que remontarse al 18 de abril de 2007 para comenzar la historia del pinchazo de la burbuja inmobiliaria española. Fue entonces cuando, tras años de crecimientos casi de ciencia-ficción, el desplome bursátil de Astroc abrió los ojos a algunos empresarios del ladrillo. Ese día, la inmobiliaria entonces presidida por Enrique Bañuelos perdió un 43% de su valor, después de haber ganado desde su estreno en Bolsa un 1.034%.

A finales de 2007, Llanera inauguraba la lista —que ahora parece interminable— de las inmobiliarias declaradas en concurso de acreedores. Más de 700 millones de euros complicaban la vida a esta empresa valenciana. Pero después llegaron más; 2008 supuso una auténtica escabechina. Entre otras muchas, se sucedieron las insolvencias de Grupo Lábaro, Promodico, Tremón, y las dos más importantes: Martinsa-Fadesa y Habitat. Las cifras varían entre unas y otras —unas deben más, y otras menos—, pero todas tienen un denominador común: las deudas.

Precisamente deudas son las que han ahogado a Nozar, la última inmobiliaria en sumarse al carro de las suspensiones de pago. Los bancos han dicho basta y han preferido abandonar a su suerte a la compañía de la familia Nozaleda, que se enfrenta a una deuda que supera los 1.000 millones de euros. Entre sus acreedores se encuentran bancos, cajas de ahorro, 'ex colegas' del sector, como Bañuelos o Luis Portillo, e incluso la propia Hacienda pública.

Tras varios años de crédito fácil, sólo entre los diez concursos de acreedores más importantes del sector han dejado un agujero que supera los 14.500 millones de euros, y la deuda total del ladrillo se acerca a los 500.000 millones. Además, en el primer semestre del año, las inmobiliarias cotizadas acumulaban pérdidas por un valor cercano a los 1.300 millones.

Eso sí, ha habido quienes se adelantaron al estallido de la burbuja y se deshicieron de sus empresas antes de que les pillase el toro. Es el caso de Manuel Jove, ex propietario de Fadesa —hoy en concurso de acreedores—, de Mario Losantos, antiguo presidente de Riofisa —de la que intenta deshacerse Colonial—, o de la familia Fernández-Fermoselle, dueña de Parquesol —hoy en manos de Sanjosé—. Pero también los ha habido que han sabido sacarle partido a la crisis. Y si no que se lo digan a Fernando Martín, que, pese a que su compañía suspendió pagos en julio del año pasado y ha dejado sin casa a cientos de ciudadanos, cobra un sueldo de 75.000 euros mensuales. O a Bañuelos, que abandonó Astroc con el rabo entre las piernas y ahora pretende repetir modelo en Brasil.

Negros nubarrones

El futuro no pinta mucho mejor. "Las inmobiliarias seguirán dándonos sustos como el de Nozar del viernes pasado —dice Echavarren—, porque se han acabado las refinanciaciones". Además, hay que tener en cuenta que la mayor parte de las inmobiliarias que han conseguido refinanciar su deuda tienen 2012 como fecha límite para empezar a pagar sus créditos con normalidad, y que son muchas las que han pedido líneas adicionales de liquidez para pagar a proveedores. Y esto en medio de un escenario donde la banca acreedora se ha quedado con los mejores activos y está fichando a los expertos del sector para gestionar su nuevo patrimonio, mientras el paro sigue creciendo.

Sin embargo, hay quien ve signos para el optimismo en la rebaja de los precios y en el históricamente bajo euribor, que, según Echavarren, "pueden animar las compras a partir del último trimestre del año, lo que ayudará al sector a salir de la UCI y entrar en la unidad de vigilancia extrema", ironiza este experto. En su opinión, los "efectos beneficiosos" de esta reanimación del mercado podrían ser visibles "en 12 meses, cuando el suelo se convierta en un activo líquido y se inicien las transacciones de terrenos, dando un poco de aire a las inmobiliarias".

De momento, en muchas quinielas se marca a Reyal-Urbis como candidata a seguir la estela de Nozar. Habrá que esperar para ver cómo evoluciona el mercado.

¿Lección aprendida?

Pero, ¿habremos aprendido algo de esta crisis? ¿Se van a poner medidas para que esto no vuelva a repetirse? Romera espera que "se cambie la política bancaria, que se sea más prudente". Pero Echavarren cree que, "aunque durante los primeros años cambiará la forma de prestar al promotor y se mirará con lupa el riesgo de la empresa y no el del proyecto, como hasta ahora, en el momento en que la banca vea la posibilidad de deshacerse del suelo que ahora está coleccionando, abrirá el grifo". Y concluye: "si al empresario inmobiliario le dan la gasolina (el dinero), volverá a quemar el bosque".


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