La iranoestadounidense Roxana Saberi no es la única periodista presa en Irán. Según Reporteros Sin Fronteras (RSF), seis compañeros de profesión están en cárceles del país. Lo mismo le pasa a dos blogueros. Pero si su nombre ha dado la vuelta al mundo, desde que este sábado fuera condenada a ocho años de prisión acusada de espiar para EEUU, es porque se encuentra inmersa en un proceso plagado de dudas y acusaciones internacionales. Poca claridad sobre un caso que vuelve a recodar que "la prensa no es libre" en el país asiático, como asegura la escritora iraní Nazarin Amirian.
El caso de esta periodista de 31 años es especialmente relevante porque ocurre justo cuando EEUU e Irán se encuentran inmersos en un proceso de acercamiento después de tres décadas de hostilidad mutua. De ahí la repercusión política que ha tenido. Hasta el punto que ha movilizado a los presidentes de ambos países. Obama aseguraba el domingo estar "profundamente decepcionado" y negaba las acusaciones de espionaje. Mientras Ahmadineyad sorprendía a la comunidad internacional con un gesto aperturista pidiendo "justicia" para la periodista y asegurando que Roxana tiene derecho a defenderse de los cargos contra ella. El presidente iraní daba un paso más allá al acordarse del bloguero iranocanadiense Hossein Derakhshan, preso desde noviembre acusado de verter injurias contra el islam chiita en su blog y convertido, a partir de entonces, en otro símbolo de la lucha por la libertad de expresión en Irán.
Reporteros sin Fronteras y Amnistía Internacional lideran esta batalla. Ambas organizaciones han denunciado en diversas ocasiones la creciente censura que existe en el país. Porque no sólo no se conceden acreditaciones para ejercer el periodismo, como le pasó a Roxana Saberi, que carecía de ella desde 2006, sino que también se cierran periódicos. "En los últimos años se han cerrado 84", asegura Nazarin. "Son los contrarios al régimen". Pero además se prohíben libros, como 'Memorias de mis putas tristes' de García Marquez, películas como Persépolis, de la que sólo se hizo un pase en todo el país, y webs, muchas webs. Irán tiene prohibido el acceso a más de 5 millones de páginas. "Sabes qué pasa. Como la gente desconfía de la prensa oficial, se informa a través de los medios que la oposición desde el exilio tiene en internet. El Gobierno los capa y ellos ofrecen trucos para que se pueda seguir accediendo y saltarse el filtro. "En Irán hay una batalla informática impresionante", sigue Nazarin.
Precisamente internet—del que Irán es uno de los 12 países enemigos, según RSF— es el otro campo de batalla para pedir la libertad de Roxana. Usuarios de blogs, Facebook o Twitter luchan por esta causa. Una causa a la que también se ha adherido la UE y a la que el último en unirse ha sido el reverendo estadounidense Jesse Jackson. Según ha anunciado viajará a Irán —las fechas están todavía sin determinar— para instar a su presidente a que libere a la periodista. El anuncio sucede justo un día después de que la única premio Nobel de la Paz iraní, la activista a favor de los derechos de la mujer Shirin Ebadi, anunciase que asumiría la defensa de la joven si se acepta su recurso de apelación.
Saberi fue detenida y trasladada a la conocida prisión de Evín, famosa por sus ejecuciones y en la que hace sólo un mes murió el bloguero Omid Reza Mir-Sayafi en circunstancias confusas, el 31 de enero. Supuestamente, fue arrestada por haber comprado una botella de vino —cuyo consumo está prohibido por la ley islámica—. Después fue acusada de estancia ilegal en el país al haber expirado su visado de prensa. Finalmente , el 13 de abril, apareció el asunto del espionaje por el que fue juzgada cinco días después sin aviso previo y en una vista que duró 15 minutos.
Lo cierto es que Saberi actualmente no ejercía la profesión periodística. Para hacerlo necesitaba una acreditación del Ministerio de Cultura Islámica y Orientación y ella no la tenía desde 2006. Hasta entonces había trabajado como free lance para medios de otros países como Fox News, BBC Radio y NPR. En la actualidad la joven, de padre iraní, madre japonesa y nacida en Fargo (Dakota del Norte), hacía uso de su doble nacionalidad para residir en Irán, a donde se había trasladado en 2003, y recopilar así información para un trabajo.
Conseguir esa acreditación, la que tenía Roxana hasta hace tres años, no es tarea fácil. Nazarin Amiriam explica que hay que "pasar varios filtros para que te la concedan". "Primero comprueban que no eres antiislámico ni antirrepublicano islámico" y después "se aseguran de que no haya nadie en tu entorno que haya sido detenido o exiliado", continúa. "El otro punto es que vigilan si has escrito algo en contra del país y de su régimen. Si lo has hecho, olvídate", concluye. Entre unas cosas y otras "el trámite suele llevar unos tres meses".
Claro que ejercer la profesión con libertad tampoco es fácil. Reporteros Sin Fronteras denuncia que es más bien imposible. Y eso que, según el artículo 19 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, Irán tiene la obligación de salvaguardar el derecho a la libertad de expresión. Sin embargo la realidad es distinta, tanto para extranjeros como para locales. Lo cuenta un periodista iraní que asegura que "siempre está en juego la acreditación de prensa". Porque no sólo la necesitan los extranjeros, también los del país. "En cualquier momento te la pueden quitar o no renovar", continúa. Por eso, en el caso de los corresponsales de otros países, se cuidan mucho de lo que publican. Rafael Jiménez Claudín, secretario general de RSF, habla de "autocensura".
Rafael se refiere sobre todo al caso de periodismo escrito. "Cuando es audiovisual es distinto, porque los equipos son iranís y ellos controlan lo que se graba. Ése es el primer filtro porque cuando se edita la pieza el que lo hace es un montador local", añade, aunque matiza que la información que tienes es de segunda mano, "de lo que cuentan los corresponsales que están allí".
Si difícil es dar la información hacia el extranjero, más difícil es informar a los de dentro."No tiene nada que ver con el periodismo occidental", dice el periodista iraní que no quiere dar su nombre. Y es que, según denuncia RSF, la Constitución iraní no autoriza que ninguna emisora de radio ni canal de televisión operen al margen del control del Estado.
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