Shirin Ebadi, la única Nobel de la Paz iraní, ha anunciado que se hará cargo de la apelación de la periodista estadounidense de ascendencia iraní, Roxana Saberi, condenada a ocho años de cárcel por espionaje. La entrada en escena de esta respetada abogada y activista ha impregnado la defensa de Saberi de un componente feminista, poniendo de manifiesto el carácter independiente y luchador de las mujeres de la república islámica, que se resisten a quedar relegadas a un segundo plano. Desde el estallido de la revolución política y religiosa en 1979, no pueden ser juezas ni candidatas a la presidencia y no son pocas las actuaciones políticas y judiciales que les recuerdan que la vida de ellas tiene 'menos valor' que la de ellos. Sin embargo, muchas se rebelan a esta situación.
El caso de Ebadi es icónico. Graduada en Derecho por la Universidad de la capital, se convirtió en una de las primeras mujeres juezas del país y llegó a ostentar la presidencia de la Corte de Teherán, en unos años en los que el régimen del Sha Reza Pahlevi, férreo aliado de Occidente, tenía en Europa y Estados Unidos el espejo donde mirarse. Con la reinstauración de la sharia y el comienzo de la era islámica, es forzada a dimitir y se transforma en la Ebadi activista por los derechos de la mujer, adquiriendo un notable reconocimiento, tanto dentro como fuera de su país antes de convertirse en merecedora del Premio Nobel de la Paz.
Pero el activismo de base no es el único punto fuerte de las mujeres de este país. Las iraníes también han encontrado su hueco en el ámbito del arte, la literatura o la música. Uno de los casos más representativos es el de Marjane Satrapi, autora del tan loado Persépolis. Con su gran éxito internacional, Satrapi mataba dos pájaros de un tiro. Por un lado, daba a conocer el deterioro de la situación de la mujer desde la implantación de la república islámica, al mismo tiempo que se abría paso en un mundo dominado tradicionalmente por los hombres, el cómic.
Como muchas mujeres iraníes, Satrapi vive a miles de kilómetros de su país. Otras volvieron, como Monir Shahroudy Farmanfarmaian, una peculiar artista que a sus más de ochenta años sigue queriendo destacar por su trabajo y sus destrezas. También cabe mencionar a la artista pop Googoosh, que desafió las autoridades iraníes que la prohibieron volver a cantar en su país, encandilando a las nuevas generaciones en un concierto que, todo hay que decirlo, se celebró a 150 kilómetros de la costa sur de Irán.
La misma Saberi ha demostrado ser una mujer independiente capaz de presentarse a miss América o coger su cámara para ejercer como periodista free lance en un país en el que las mujeres no lo tienen fácil, aunque cada vez pisen más terreno a sus compañeros hombres en las aulas de las universidades. Como dato curioso, la mujer iraní tiene hasta su propia entrada en wikipedia, algo que no ocurre con la iraquí, saudí, estadoundiense, francesa o española.
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