La undécima entrega de 'Star Trek' es cronológicamente la primera. Habla de la juventud de Kirk y Spock, de cuando eran inexpertos, y a Volpini no le ha hecho demasiada gracia la comparación con el original. También comentamos 'Destellos de genio', 'Genova', 'Sin límites' y 'Vamos a la luna'.
Que el capitán Kirk fuese en su niñez un chulesco gamberrillo medio bobo seguramente no asombrará a nadie. Como tampoco que, pasada la adolescencia, empeorase: "la juventud se cura con los años" (y la vejez también, definitivamente). Lo que asombra es la degeneración de cuanto se remonta a los orígenes. 'Star Trek', en su paso por la televisión, años 60 (¡Dios: el siglo pasado!), contó con los mejores autores de la SF, conocidos entonces y menos conocidos —¿cómo olvidar, por ejemplo, a Harlan Ellison? (Léase 'A lo largo de la ruta panorámica'; 'Along The Scenic Route', traducción de Luis Vigil en 1972; 'No tengo boca y debo gritar'; 'La bestia que gritaba amor en el corazón del universo')—. Si en sus orígenes los guiones eran buenos, el guión del origen debiera ser excelso. No sucede. El pasado 23 de abril, a propósito la reseña sobre 'Señales del futuro', harrylime establecía: "Dejando de lado que no se puede buscar la lógica cartesiana en las películas [...]". No es verdad. Precisamente la ficción, para que se sostenga, tiene que ser sólida, la trama construida al milímetro, coherente, veraz. Cuanto más fantasiosa, más exigente es esto. "La ficción debe tener sentido, la vida no" dice en ‘The International: Dinero en la sombra' Wilhelm Wexler (Armin Mueller-Stahl) —por cierto, el personaje menos verosímil y por el que la película se tambalea un tanto—.
¡Cuidado, sobre todo, al jugar con el tiempo! Un patético ensayo que, a buen seguro, a Spock, a Kirk, les haría murmurar: "No era eso. No era eso".
Valoración: 4/10
"El individuo es bueno". "Las empresas son malas". "El único país del mundo donde el pequeño puede plantearse derrotar al grande son los Estados Unidos de América". Ni se me ocurre ponerlo en duda.
Yo soy un individuo. Yo soy bueno. Luego los individuos son buenos. O los individuos son yo: una de las dos cosas. Sobre que las empresas son perversas, basta la enunciación (y, sin embargo, me asalta la sospecha de que a las empresas les sacan beneficios, las hacen, las dirigen, individuos).
De que sólo en Norteamérica el débil le tose al poderoso, la prueba está en el cine. Con frecuencia. Con muchísima frecuencia. Contra las tabaqueras por el cáncer. Contra las petroquímicas por la contaminación. Contra las nucleares por ocultar incidentes peligrosos. Contra el sector del ramo, por abuso... A veces da la impresión de que los que hacen cine no han visto nunca cine, para ellos todo es nuevo y por eso repiten, seguros de ser originales. Inocentes. Porque el que hace cine es un individuo. Claro que, detrás, hay una empresa. Esto es un lío. Para despejarlo (también está de moda: 'X-Men orígenes: Lobezno', la semana pasada; ésta, 'Star Trek'; la próxima, 'Ángeles y demonios'), habría que acudir a los orígenes.
Película a mayor gloria del núcleo familiar, que es en el que se sostiene el individuo.
Valoración: 5/10
El cine Principal de San Sebastián está atestado. De lo mejor que se puede escribir en una crónica festivalera es de un director festivalero. Hay mucho background. Montones de antecedentes con los que relacionar la película presente. San Sebastián es nuestro festival con más pedigree y Michael Winterbottom, el autor de 'Genova', un valor seguro. Lo que no está tan claro a la hora de escribir sobre él es que los antecedentes valgan para un carajo. Bueno sí, para contaros que se reinventa a cada paso que da de tal modo que es muy difícil seguirle la pista.
'Amenaza en la sombra' (Nicolas Roeg, 1973) le dio la idea de partir en dos una familia y desplazarla a un destino donde resetear. Pero los fantasmas siguen ahí. Por mucho que corramos, los fantasmas corren más. Resulta memorable, por lo ajustada, convincente y dramática, la escena inicial, donde la hija pequeña (hay dos) comete un crimen involuntario. No me viene a la cabeza otro vértice emocional tan elevado a los dos minutos de proyección. Sugiere un microcuento ("Cuando despertó, el dinosaurio todavía seguía allí") que constantemente debe ser igualado durante la hora y media restante. Es difícil estar a la altura. Quizá imposible. Y es por ello que el director inglés ni lo pretende, y, por contra, nos ofrece una sucesión de hechos normales, de cotidianeidad para algunos tediosa donde no vuelve a ocurrir nada. A los que huyan del cine contemplativo y no sean capaces de conmoverse por la catástrofe que se avecina, les digo directamente que no se molesten. A los de canguelo fácil y gusto por la buena fotografía, les recomiendo 'Genova', una de las pocas películas imprescindibles de este 2009 que ya saluda a su ecuador.
Valoración: 9/10
García Lorca y Dali se amaron carnalmente en su época universitaria madrileña. Se sedujeron con sus respectivos artes y dieron lugar a un tira y afloja sentimental de proporciones desquiciadas. Al menos es lo que discierne el inglés Paul Morrison de las confesiones testamentales del pintor y de la abundante documentación que ilustra la vida de ambos genios. El interés de lo que ocurrió en aquellas aulas, en aquellas alcobas y en aquellos tiempos convulsos de guerra inminente merecía una película. Si es que hasta Buñuel andaba por ahí. Tres grandes que comenzaron a serlo juntos y simultáneamente. ¿Casualidad o potenciación mutua? Lo que no parece tan claro es que tuviera que venir un anglosajón a contárnoslo. No por un afán de autarquía o celo. Ni siquiera me mueve el amor a la patria. El problema de todo radica en tener que ver al pintor, al poeta y al cineasta hablando en inglés y doblados al español. Parecen los muñecos de José Luis Moreno.
No contaremos con copias en versión original en ninguna de las salas comerciales de España. Nos ahorramos la extrañeza de verles recitar (sobre todo a Lorca, el actor Javier Beltrán) sus líneas en la lengua de Shakespeare, pero a cambio nos llevamos un doblaje impostor que hace que nos salgamos a menudo de la historia. Los estragos de mamá coproducción se dejan notar también en la poco cuidada factura y en su algo rancio armatoste promocional. En ese aspecto, pecan de oportunistas los rótulos de la película (extrañamente titulada 'Sin límites' cuando el original 'Little Ashes' era superior en lirismo y concreción), que apelan descaradamente a la archifamosa 'Crepúsculo', protagonizada por Robert 'Dali' Pattinson, el principal reclamo de la función. Caspa. Nuestros 'capos' merecían más.
Valoración: 3/10
Tres moscas parlantes reparan en que su vida entre escombros no es lo suficientemente motivadora y deciden emular la adrenalínica juventud del abuelo de una de ellas embarcándose en un viaje que les lleve a la luna a bordo del Apollo XI. Hablamos de hechos reales. Bueno, a medias, que al final de la cinta sale el ex astronauta 'Buzz' Aldrin —en formato carne y hueso al modo del Anthony Blake de "no os creáis nada de lo que aquí habéis visto"— diciendo que una contaminación similar nunca fue posible, que la NASA es muy limpia. Es como si te dicen: "Mira que bonito lo que te han traído los Reyes, hijo... Pues los Reyes soy yo". Y te dan un bofetón con el revés de la mano.
La cinta proviene de Bélgica, un país sin demasiada repercusión en el mercado de la animación que, sin embargo, consiguió que esta historia —la primera rodada en el 'bajo país' para ser exclusivamente proyectada en 3D—, sedujese a niños americanos por valor de 13 millones de dólares durante los ocho meses que se mantuvo en sus pantallas, bastante para los tiempos que corren.
Quien se espere el sentido del humor propio de la animación por ordenador 'new wave', que lo desespere. Todo aquí es inocente como un diente de león.
Valoración: 2/10
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