La protosecuela de 'Star Trek' es cine palomitero del bueno. Adiós a la primacía del mito y a la densidad friki. La undécima parada y fonda del Enterprise, que se remonta a los orígenes de Kirk y Spock, es, como intuíamos desde noviembre, la consagración de J.J. Abrams como nuevo gurú de la industria del entretenimiento. Este heredero de Spielberg se dio a conocer en la tele —y no parece que se vaya a alejar mucho de ella—, pero el resultado de su segunda experiencia cinematográfica habla de un hombre versátil. Acostumbrado a crear universos ('Perdidos', 'Alias', 'Fringe'), aquí se ha limitado a congeniar culto y adrenalina desde la silla del director. El guión de esta revisitación a la saga que inventara Gene Roddenberry hace 42 años no ha pasado por sus manos, como en él es costumbre. Esa tarea ha recaído sobre dos guionistas amigos y miembros una sociedad indisoluble: Roberto Orci y Alex Kurtzman. Son el secreto a voces mejor guardado de Hollywood, la baza secreta de J.J.
No son unos tapados porque no se les haya prestado la atención debida, es que, para los profanos, los guionistas estrella son algo así como una entelequia. A veces trascienden noticias del tipo: "William Goldman (en los 70)" —o Joe Eszterhas (en los 90) o M. Night Shyamalan (en los 00)— "se convierte en el guionista mejor pagado de Hollywood", pero no hacen que se paren las rotativas si firman un nuevo contrato pasadas las 10 de la noche.
Eso sí, si preguntamos en el mundillo, los autores del libreto de esta precuela —también detrás de la revientataquillas 'Transformers'— son venerados como ídolos del pop. Su carrera es rutilante: socios bien avenidos desde que coincidieran en la Wesleyan University (Connecticut), llegaron a la industria en el año 95 con los 22 recién cumplidos para convertirse en tan sólo un añito en los guionistas jefes de la serie 'Xena, la princesa guerrera', casposilla serie B de cartón piedra, pero, oigan, jefes a los 23. Más JASP, imposible.
De ahí, rebosantes de talento y de diálogos maestros fueron a parar a 'Hércules', la serie hermana, también restringida a públicos 'geeks' pero con algo más de cartel. Fue ahí que Abrams, que por aquel entonces andaba dedicado a su hamletiana y redicha adolescente 'Felicity', les echó el ojo. Edulcorada hasta los límites de la hiperglucemia, aunque sólo epidérmicamente, su comedieta 'teen' le dio crédito para meterse de lleno en un nuevo proyecto: 'Alias', que, ya con Orci y Kurtzman a bordo, proyectó a los tres hasta las grandes ligas.
'Alias' se vio mal que bien y, aunque nunca llegó a tener las cotas de popularidad de '24' o 'CSI', se mantuvo durante sus cinco temporadas en el umbral de los 10 millones de espectadores con la crítica rendida a sus desquiciados, culebroneros y fascinantes giros de guión. Cuando la serie caminaba sola, Abrams, que siempre ha sido un culo inquieto, pensó en mudarse a la isla de 'Perdidos'. ¿Habéis visto las partidas simultáneas en las que Bobby Fischer retaba a no sé cuántos jugadores a la vez? Pues por el estilo. 'Vini, vidi, vinci', me aburro y me paso a otra cosa. Y 'Perdidos' fue otro bombazo, éste ya más conocido por todos vosotros.
Orci y Kurtzman no fueron invitados a aquel sarao y se cambiaron a la acera de las grandes producciones cinematográficas empalmando 'La isla' con la segunda parte de 'El Zorro'. Fermentados ya con esos dos blockbusters, J.J. les pidió ayuda para hacerle el boca a boca a la franquicia de 'Mission: Impossible', tocada de gravedad por las imprecisiones de guión perpetradas por John Woo, la fantasmagoría de la acción, la baja del director Joe Carnahan, ya firmado, y el bajón de popularidad de Cruise. La peli no fue el bombazo que se esperaba, pero el debut como director (en pantalla grande) de Abrams fue loado por su gran capacidad de humanizar las tramas. Si revisáis con ojos escrutadores los primeros tres cuartos de hora de 'M:I III', comprobaréis que no es más que una versión sofisticada de 'Melrose Place', lo cual a muchos nos pareció refrescante.
A pesar de que fue la entrega que menos dinero hizo, a alguien le debió de parecer bien porque el siguiente proyecto de los escritores siameses vino tras una llamada de Michael Bay (con quien ya trabajaran en 'La isla'): "Escribidme 'Transformers'". Y se la escribieron. Aquí no causó ni frío ni calor, pero hizo más de 700 millones de dólares en todo el mundo —sin estrellas consagradas en el reparto— y sirvió para que Megan Fox y Shia LeBouf colonizaran con sus fotos las carpetas de todos los institutos de Norteamérica.
Acomodado en la silla de director y produciendo ejecutivamente (lo que demonios signifique eso) a diestro y siniestro, Abrams ha querido contar una vez más con ellos en esta 'Star Trek'. En sus manos ha dejado la responsabilidad de una historia mítica de la que nunca fue seguidor... y no le podía haber salido mejor. Farrucos de instituto provistos de reflejos y buenas frases, pijamas con hombreras —'protas' no esmirriados al contrario que los Nimoy y Shatner—, amistad, testosterona y montones de chistes por metro cuadrado dan lugar a una fresca película de aventuras, cantera de nuevos talentos y revestida de prestigio por la participación de Eric Bana, Jennifer Morrison ('House'), Ben Cross ('Carros de fuego') y Winona Ryder.
Según cuenta Abrams, Orci y Kurtzman —que en la actualidad escriben con él la serie 'Fringe'— fueron los causantes de que decidiera cambiarse de acera fanática y le pusiera los cuernos a su adorada 'Star Wars'. El truco (lo lleva contando desde que nos enseñara veinte minutos de su nuevo juguete en noviembre) es haber humanizado a unos personajes carentes de emociones en el original con los que era muy difícil empatizar. Los tripulantes de Robert Wise eran estáticos, tiesos como husos y seriotes.
Orci y Kurtzman, con libertad total para dinamitar las bases y reinventar que les dio Paramount, han obrado el milagro consiguiendo lo que no pudo el visionario George Lucas: retrotraerse al pasado para crear los personajes del futuro sin abandonar la adultez necesaria para que los disparos láser no se convirtieran en un festival de efectos especiales sin sentido. Abrams ha superado al maestro, pero las gracias tenemos que dárselas, sobre todo, a sus dos escribas.
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