Según el 'barómetro soitu', lo mejor que se ha estrenado esta semana es 'La reina Victoria', pero 'Lobezno' nos ha dado la excusa para ahondar en otras precuelas que venían a cimentar los orígenes de algunas criaturas fílmicas en constante estado de redefinición. También, '17 otra vez', 'Un buen hombre' y 'Paraiso Travel'.
¿A quién, que no sea británico —el inglés va a las bodas reales como si las princesas fueran hijas suyas (lo son, de alguna forma)—; a quién, salvo a los súbditos de Su Graciosa Majestad, le puede interesar el gran amor de la joven Victoria? Debe de ser la maestría del director, Jean-Marc Vallée ('C.R.A.Z.Y.', 2005). Ese sentido del espacio, de la composición, de la escritura; esa maravillosa naturalidad de los actores que Vallée logra siempre.
Sobre una anécdota banal (todo lo —mucho— que se vivió "cuando la reina" es más apasionante), Jean-Marc Vallée construye una película.
Valoración: 8/10
El director explica que llevaba muchos años dándole la vuelta al guión, que cuando era más joven le atraía la premisa de lo que haría un hombre recto si viera a su mejor amigo meter la pata hasta el fondo. Sobre la sombra de la denuncia planean 'La sombra de una duda', 'Extraños en un tren', 'El buen pastor', Truffaut, el primer Chabrol y Patricia Highsmith, ensalada negra que bien agitada se adivinaba apetitosa. Pero hay problemas gordos en 'Un buen hombre'. Desde su demasiado esquemático planteamiento —sus puntos de giro están tan poco engrasados que la trama derrapa al menos tres veces— a su teatralizada —y abusadora con los monólogos— puesta en escena. Cuando tiembla la mano, hasta la dirección de actores (por solventes que estos sean, que lo son) se convierte en un teatro de marionetas. Produce cierta pesadumbre advertir como Ulloa y Gutiérrez Caba parecen dos Playmobil en las secuencias de crispación; no hablan como habla la gente.
Es el papel con menos pretensiones, el de Nathalie Poza, el que se desmarca con la vacuna de la normalidad. Lástima que su 'mujer-cero-a-la-izquierda' no pese más en esa sucesión de decisiones erróneas que es este thriller de listón muy alto y expectativas no muy conseguidas.
Valoración: 4/10
En tiempos en los que Jennifer Aniston quizá se esté frotando las manos por la crisis 'brangelínica', ésta tiene más motivos por los que alegrarse. La vida la quiere, al menos la quiere más que a sus ex compañeros de 'Friends' —aquellos veinteañeros ocurrentes de los 90 van a la deriva—: Joey fracasó en 'Joey'; Phoebe, secundaria ramplona; Mónica no termina de despegar en la tele y sólo Adam Sandler le da cierto cuartelillo; Ross quiere ser director pero a nadie le interesan sus pelis y Chandler...
¿No le estará yendo bien a Chandler? ¿Si '17 otra vez' está arrasando? Sí, es toda una locura en USA, pero más bien a pesar de él. Aquel oficinista de apellido onomatopéyico llegó a tocar el cielo con los dedos hace tres años con 'Studio 60' y le echaron a la calle por hacer un producto que tenía más calidad que la que exigía la audiencia. "Bueno, pues bajo el listón", debió de pensar. "No haré arte y ensayo, me contentaré con la pasta...". Pero tanto lo bajó que su Zac Efron adulto (recordad 'Big') resulta uno de los papeles más cochambrosos que de él se recuerdan: su actuación no significa nada. El amo del cotarro, como no podía ser de otra manera, es el ídolo adolescente de 'High School Musical' y su fulgor es tan cegador que deja en mera anécdota la contribución de quien fue gran comediante y ahora busca desesperadamente su sombra.
Recomendada sólamente para adolescentes prehormonales.
Valoración: 4/10
Existe una tara psicológica consistente en enamorarse sólo de las personas equivocadas. Se conoce en ciertos corrillos como 'el síndrome del tontolaba', incapaz de sentir unas gotas de amor razonado por cualquiera que no esté empeñado en hundir su eje de flotación. "A quien más quieres es a quien más jodes" dijo una muy joven Chenoa cuando todavía tenía confesión diaria en la televisión. Ella se bancó al amor por Bisbal y salió escaldada. Sabemos de más, aunque quizá el caso más ejemplar sea de la ex de Brad Pitt (leáse el primer párrafo de la reseña anterior). Pues bien, Chenoa, Aniston, bastantes de vuestros amigos (puede que incluso vosotros mismos) y el protagonista de 'Paraiso Travel' sólo son capaces de sentirse atraídos por lo que es raro, inalcanzable o hace daño. De nada sirve el galán (o galana) que trae flores, los miles de fans, las llamadas a medianoche o los helados de la Coixet si éstos no llevan la firma del ex maldito. Y se vuelven malditos ellos.
Dos colombianos —uno guapo y listo y otra caprichosa, tonta y buenorra— se embarcan en una travesía que les lleva hasta Nueva York, donde los prados, creen, son más verdes. Tras intercambiarse insultos se separan de manera pueril y empieza un '¿Dónde está Wally?' de proporciones granmanzanescas. Hay cierta ternura y momentos amables en este drama bien llevado pero absolutamente deplorable en su premisa; la historia contada, que según algunos —no yo— hereda el trono de 'Amores perros', nunca podría haberse rodado si el prota hubiera tenido un GPS, un móvil o un sentido de la orientación levemente más desarrollado que el de una hormiga pisada. Pero si tragas, te entretienes. Buen cine para un flojo guión, lo que no ocurre mucho; lo que ocurre sólo cuando se apela a la humanidad maldita de cada uno.
Valoración: 7/10
Inventarse un pasado es algo muy común en la clase política y otros entes mediáticos, así que ¿por qué no iba a tener un pasado 'Lobezno', que es un ente inventado? El de 'Lobezno' tenía que ser un pasado tormentoso. Pocas cosas motivan tanto a la gente como los conversos. San Pablo cayendo del caballo. Ignacio de Loyola cayendo de la espada y la taberna. Lo que más, el sádico asesino, el genocida, el torturador que se arrepiente y entra en la nómina del bien. Amargado, sabiendo que jamás podrá redimirse, buscando cada día la muerte: farda un huevo. Con 'Lobezno' la nómina de autores no se ha atrevido a tanto. Un comando. El Equipo (de la Triple) A.
De lo malas que son las malas compañías y de lo difícil que es bajarse del tigre en el que vas subido. No todo, pero sí casi todo, huele a visto. Eso ¿les importa a los mutantes?
Destruir la memoria es destruir la identidad. Los hay que se destruyen a sí mismos. Un mutante, el pasado.
Valoración: 7/10
'Lobezno', 'Hannibal', 'Michael Myers', 'Billy', 'Agnes': todos tenemos un niño en nuestro armario. El cine se ha propuesto mostrarlos a la luz, para sacarles los colores a los padres.
Lo que no hay que dejar al alcance de los niños es la familia. Los niños la destapan, se la echan al coleto, y salen raros. Entonces, y si se deja la familia al alcance del niño, perpetra una masacre que es como su primera comunión. La iniciación del niño. Prueba la sangre el niño y le coge afición. De comunión diaria, luego, el niño. Todo, por la familia. La familia tiene derecho a decidir lo que el niño va a ser. Es un derecho que protege el Estado y que reclama la Santa Madre Iglesia. ¿Los papás van a misa? A misa el niño. ¿No van?: la educación religiosa en el colegio (la Iglesia, que hace trampas). ¿Los papás son unos pervertidos? ¿Mamá pega? ¿Es sádico papá? Pues el niño, en familia, mientras no tenga marcas. Allí crece. La diferencia está en que el niño te salga un asesino en serie (de padres depravados), o asesino de masas (de familia creyente, todos ellos).
Chiquitín maltratado vuelve a casa con dos metros de estatura y las mañas que tenía de pequeño. Si bien suena a todas las películas del género, ésta funciona.
Cual Drácula, Hannibal Lecter vive en el castillo familiar, pero éste en Lituania. Los Tepes y los Lecter. Hannibal, más en la línea Nabokov. Culto, sofisticado y aficionado luego a las artes marciales aplicadas, como Nabokov lo fue a cazar mariposas, lo que viene a ser equivalente desde el punto de vista de las mariposas. Idílico castillo del que la Segunda Guerra Mundial los desaloja. La familia se refugia en su pabellón dentro del bosque, que es el sitio por donde pasa todo el mundo, con preferencia para los que quieren hacer daño. Y todos en inglés, lo que no deja de chirriar un tanto. Allí sufrirá el pequeño Hannibal la traumática experiencia que explicará su vida. Y se pregunta uno: ¿hacía falta?
Para la vista es un placer: los magníficos paisajes, el pabellón, la belleza de la actriz Gong-Li, ese avión picando sobre el tanque, la gabarra... Las interpretaciones consiguen que hasta casi te creas al curioso trío formado en la tragedia. Antes, y luego, y mientras tanto, las casualidades se acumulan. Barcos, aviones, bombardeos, policía, los matones, las víctimas, llegan justo cuando deben llegar. Nada sucede que no esté, palmario, en el guión. Y la respuesta a "¿hacía falta esta película?" no es sino otra pregunta: "¿para qué?", aunque se pasa bien.
Atención a su protagonista, Gaspard Ulliel. Curiosidad: 'El origen del mal' acaba en Canadá, que es donde viven el Zachary de 'C.R.A.Z.Y.' y Marc André Grondin. La mirada, la sonrisa, la expresión: un cruce fortuito por la calle, y Hannibal se descubre en la casa Beaulieu y Marc André Grondin comiéndose a los Lecter.
Vuelta a casa. Es Navidad. ¡Qué bien! Las chicas guapas van a colgar del árbol. La marcada preferencia que los asesinos —y asesinas— del cine sienten por los rostros femeninos agraciados y los cuerpos turgentes, con tendencia a gastar poca tela en la ropa, se entiende porque los asesinos son muy considerados con la taquilla. El asesino y la asesina piensan: "Si mato es para que me vean. El mayor número posible de gente". Eso es taquilla. No sólo que vengan a verte, sino que paguen por ello. La perversión del asesino corre pareja con la perversión del espectador. No en el cine: en la vida real. Supongamos que se pudiese anunciar una agresión mortal y que ir a verlo no fuera delito. La calle, el piso, el sótano del asesinato, a rebosar. Pagando. Y el espectáculo arruinado, porque la víctima, al ver tanto público, entraría en sospechas y no iría o saldría corriendo. Así que la única manera de perpetrar asesinatos de pago y con audiencia es que la víctima se escoja entre los asistentes. Los que van a verlo. A partir de la primera vez, o de la quincuagésimo tercera (hay gente a la que le cuesta que algo le entre en la mollera), el público del crimen sabría que le puede tocar. Es la emoción perfecta, que proponemos a los emprendedores.
Residencia universitaria de estudiantes-bombón y antiguo domicilio de psicópata recibe la visita de la muerte. La película se ha visto 1.767 veces. Sobraba en todas ella. En ésta, además, sale la cosa por un ojo de la cara. De las caras.
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