Acabamos ya. Nos referimos al quinto documental ofrecido a grandes cocineros que hemos hecho. Como antes con Arbelaitz, Subijana, Berasategui y Arzak, ahora tocaba pasar examen con Andoni Luis Aduriz, del Mugaritz, el más joven del grupo.Hemos ido un poco asustados, pues estábamos comprometidos a presentar a Andoni el documental aún sin tener del todo acabadas las tres versiones: euskara, castellano e internacional. Se titula. Andoni Luis Aduriz: la cocina de las palabras.
Hemos ido con nuestros bártulos: el iMac de casa, altavoces y todo eso. Además nos ha fallado el formato, pues en lugar de en 16/9 hemos visto el documental con todas las figuras alargadas, como si el Greco hubiese sido el realizador.
Andoni no estaba sólo en la cabaña del visionado, junto a él, los más próximos: Dani y Javi, sus hombres de confianza; Llorens, el jefe de cocina; Susana, la jefa de comunicación; y Joserra, el jefe de sala. Faltaban Martxel y más gente.
No sé qué es lo que pasa en Mugaritz, pero cada vez que voy me sorprende la armonía que allí reina siempre. La belleza del lugar es indescriptible, la luz, el olor del ambiente, el fuego en la chimenea… Cada cosa refleja un todo único. Y la gente es de igual calidad: afectuosa, bella, inteligente, complaciente…
Han visto el documental de una hora con fruición y, al final, han aplaudido y han dicho: «!Una pasada!».
Lo cierto es que también yo creo que el documental consigue transmitir bastante bien la personalidad de este gran cocinero, su alma poética y sus ansias creativas, por decirlo de alguna manera. Su cocina es de las más atrevidas y avanzadas que conocemos, pese a quien pese. Nos atrevemos a decir que es, también, de las más difíciles, pues no sólo va uno a alimentar la panza.
Por eso, en el documental, nos centramos en las palabras y conceptos que utiliza Andoni para la creación: imposible, contradicción, utopía, plenitud... Aunque puedo jurar ante quien haga falta, que una vez que teníamos que agasajar a un tal Lubows (crítico del Times) en mi propia casa, Andoni hizo un menú de cocina tradicional, como nunca he visto. Ni antes ni después. En mi propia cocina. Con mis cacharros y algunos más que él mismo trajo. Memorable. (Pochas, marmitako, kokotxas, chipirones…) Pero siguiendo con la peli, los platos del Mugaritz son de una belleza descomunal, y a nada que los enfoques con corrección, resultan bodegones maravillosos que te aportan un plus único.
Luego hemos recogido los bártulos y nos hemos ido, entre abrazos afectuosos. Una gozada.
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