La negativa del Congreso de los Diputados a colocar en sus pasillos una placa en homenaje a una monja por haber nacido ahí o la retirada de los crucifijos de un colegio público en Valladolid son los dos últimos síntomas de "cristofobia" que ha detectado el arzobispo de Toledo, Antonio Cañizares.
Aprovechando la homilía de ayer por la festividad de Cristo Rey —último domingo del año litúrgico—, el arzobispo primado de España volvió a insistir en su 'leitmotiv' desde que Zapatero llegó al poder. "Nuestra sociedad está enferma, muy enferma", señaló el cardenal, quien tras repasar durante el acto religioso distintas leyes y acontecimientos políticos y judiciales de los últimos días, sentenció que actualmente, la sociedad atraviesa una "crisis del sentido de la vida, crisis humana, moral y de valores universales, crisis espiritual y social y crisis del sentido de la verdad".
Pero, ¿realmente existe en la sociedad española y en los actuales dirigentes políticos una "cristofobia"? La jerarquía de la Conferencia Episcopal y ciertas organizaciones católicas ponen en la balanza del "sí" ciertas legislaciones en materia social (divorcio, matrimonio homosexual), científica (investigación con células madre), médica (aborto), educativa (la asignatura de educación para la ciudadanía) o civil (la retirada de símbolos en edificios públicos).
"En los últimos años estamos padeciendo una clara ola de laicismo, que se justifica por una corriente de socialismo radical y con una fuerte carga anticlerical", señala Raúl Mayoral, consejero nacional de la Asociación Católica de Propagandistas. Para Mayoral, "existe una clara pretensión de echar a Dios de la vida pública", con gestos como la retirada de crucifijos o los debates abiertos desde el Gobierno sobre cambiar los funerales de Estado o implantar ciertas materias de estudio. "Es cierto que hay que buscar una alternativa ante los cambios sociales desde el debate y la reflexión", señala Mayoral, que echa de menos en nuestro país debates sosegados entre laicistas y religiosos que se dan en otros lugares, "como Italia y Alemania". Además, reconoce que no sólo es responsabilidad de los poderes públicos. "Algunos cargos de la Iglesia deberían tratar de bajar la tensión y abordar la cuestión religiosa, la gran asignatura pendiente de la sociedad española, con calma".
José Valdavida, que dirige Cristianos Sin Fronteras , vivió en su infancia la retirada de los crucifijos en su escuela durante la Segunda República, y que no entiende por qué un juez de Valladolid ha ordenado ahora que desaparezcan de las aulas. "Es querer negar la historia de un país y la cultura arraigada en la sociedad, que debe respetarse", apunta, aunque comprende que cada vez las aulas reúnen a más credos. Sobre las leyes desarrolladas durante los últimos años, Valdavida cree que están generando "un conflicto" que no se había dado en épocas anteriores —como cuando se aprobó la interrupción voluntaria del embarazo o el divorcio— y cree que en la actualidad hay políticos que sí tienen "cierta animadversión al cristianismo, y lo están dejando claro con sus actos", aunque prefiere no dar nombres.
Valdavida defiende el derecho de la Iglesia a expresar su opinión sobre cuestiones "que se refieren a la vida", y que lo hace "en base al derecho natural". En este aspecto coincide con Mayoral, para quien "hay principios y valores de derecho natural, anteriores al Estado y que no suponen una batalla de creyentes, sino de ciudadanos". Este derecho a expresar su opinión no es discutido por los políticos y organizaciones laicas consultadas, aunque el presidente de la Agrupación Europa Laica, Francisco Delgado, cree que la Fiscalía "debería intervenir ante determinadas declaraciones que alientan tiempos pasados".
Delgado considera que "en absoluto" existe una persecución a los creyentes en España, "simplemente hay opiniones diversas sobre cuestiones sociales y morales, todas respetables. Lo que ocurre es que la Iglesia está acostumbrada, aquí en otros tiempos y actualmente en otros sitios, a legislar para todos los ciudadanos, cuando se tendría que limitar a dar consignas a sus adeptos".
Nada, por tanto, de persecución a la Iglesia desde los poderes públicos. "Existe una vulneración radical de la norma constitucional de no apoyar a ninguna confesión religiosa. El Estado debe ser neutral", recuerda Delgado, para quien la Iglesia "está muy beneficiada y protegida, con privilegios de la época nacionalcatólica". Y cita los recursos públicos de financiación, la simbología en edificios y actos públicos, la enseñanza de religión en la escuela o la presencia de funerales de Estado católicos y miembros de la curia en instituciones como el Ejército.
Precisamente en estos aspectos de laicidad son en los que el diputado socialista y licenciado en Filosofía y Teología José Antonio Pérez Tapias cree que se debe incidir ahora, "después de constatar las profundas transformaciones sociales que se han vivido en los últimos años en España". "Es cierto que se ha avanzado en la legislación secular y falta una concreción mayor", apunta el diputado, que cree necesario incidir durante la presente legislatura en la revisión de los Acuerdos Estado-Santa Sede y profundizar en un mayor laicismo, "todo desde la búsqueda del acuerdo y de forma serena".
Pérez Tapia niega que el laicismo sea una postura "contra el sentimiento religioso, sino una forma de convivencia cívica y democrática dentro de la sociedad". El objetivo de determinadas leyes y actos laicistas no es otro, según este diputado creyente, que "profundizar en los derechos civiles de la ciudadanía". "Es cierto que determinados creyentes pueden considerar que ciertas medidas legislativas chocan con sus principios morales. Pueden expresar libremente su oposición, pero hay que recordar que no son de obligado cumplimiento", recuerda.
Algunos colectivos laicos se preguntan qué ocurriría en España si alguno de ellos se atreviera a poner en la calle una campaña con el lema 'Probablemente no hay Dios, así que no te preocupes y disfruta la vida", eslogan que los londinenses pueden ver en sus calles por iniciativa de la Asociación Humanista del Reino Unido. "A nivel sociológico, España se ha secularizado mucho, por encima de los poderes públicos, más reacios a profundizar en el laicismo más pro activo", lamenta Delgado.
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