Tres propuestas para este fin de semana: una maravilla llamada '(500) Días juntos', destinada a reventar todos los tópicos del género romántico; 'El imaginario del doctor Parnassus', testamento de Heath Ledger; y la española 'After'.
Bienvenidos a la comedia de desamor definitiva, que cuenta con un chico mono y educado (Joseph Gordon-Levitt), una chica encantadora con ojos azules ultramar (Zooey Deschanel) y una primera cita razonablemente desafortunada que se convierte en un beso torpe razonablemente romántico. Puede que ya esté desvelando demasiado, pero no culpen al pianista, porque el debutante Marc Webb lo desordena todo para explicar un idilio (en todas sus etapas) que dura 500 días exactos. Narra los primeros compases a ritmo de 'Amélie', después se acerca al final, y vuelta al principio. El montaje flash forward-rewind, al que algunos podrán llamar caprichoso nos explica que las historias de amor lineales con inicio y desenlace nítidos son siempre monótonas a ojos del espectador objetivo, por lo que algo de alboroto no viene mal como elemento dinamizador.
Choca, admira y/o sobresalta comprobar cómo este divertido pastiche de referencias pop (desde Belle and Sebastian hasta The Smiths, pasando por Salinger, Bergman o Mike Nichols) en ningún momento parece parasitar la cultura de la comedia romántica, sino que se vale de ella para mostrar una nueva perspectiva tan cínica como honesta. Las historias de amor no salen bien porque los personajes lo merezcan, sino rindiendo tributo a ese cruel proceso químico llamado sinapsis nerviosa o a ese cóctel explosivo e imprevisible que forman las feromonas. Distanciándose del ideal universalmente extendido y mostrando un insólito punto de vista de equidistante admiración y comprensión hacia sus dos personajes capitales, protagonistas principales de la función en igual medida, Webb reinventa el género a base de jugar con materias primas tan manidas como texturas, karaokes, entrecortes y conversaciones terapéuticas con los secundarios (sin duda el eslabón más débil).
Fascina '500 Days of Summer' (nombre de Zooey Deschanel en la ficción, que en V.O. da lugar a varios juegos de palabras afortunados) por su inexistente autocomplacencia y también porque, en el momento en el que se arriesga a volar de manera rasa a la altura de sus supuestas homólogas, da inmediatamente un salto burlón hacia la estratosfera dejando aún más patente la condición de unidimensionalidad del resto. Se agotan los piropos para definir a una cinta radicalmente indie que ha conseguido casi por casualidad convertirse en una cumbre absoluta de su género sin querer, para nada, pertenecer a él. Que no se avergüence nadie de ella. Su azúcar es tan unisex como el que contiene el pan nuestro de cada día.
Valoración: 9,5/10
A la salida de la proyección se comentaba: "Lo que pasa es que Terry Gilliam trabaja mucho mejor cuando no tiene dinero: con sus collages, con maquetas...". Sólo que igual lo que le pasa a Terry Gilliam es, simplemente, que está mucho peor cuando no tiene una verdadera historia que contar y entonces da paso a todos sus excesos, excesos que no sostiene nada más. "Bueno —se objeta—, en 'Las aventuras del barón Munchausen' sí había una historia que contar y, sin embargo, era muy inferior y, sobre todo, mucho menos imaginativa que la de Von Báky de 1943".
¿Qué pasa, que no se puede uno equivocar? De Gilliam son también la estupenda —controvertida— '12 monos' y la muy barroca pero desbordante de imaginación ‘Brazil’. En 'El imaginario del doctor Parnassus' la inventiva reside solamente en las imágenes (¡caramba!).
La trama, confusa, endeble y, al tiempo, pretenciosa no lleva a ningún sitio más que a un final tan soso como ella. Estupendos Tom Waits (el único personaje interesante: Tony queda caprichosamente desdibujado y el doctor es una caricatura) y Lily Cole.
Valoración: 6,5/10
Inmediatamente después de la proyección de esta patada en los huevos a la generación JASP que es 'After' me entrevisto con su director Alberto Rodríguez para que me explique por qué maltrata tanto a sus tres protagonistas (Ulloa, Toledo y Romero), por qué hace de demiurgo despiadado y por qué no se ha sentido tentado de mostrar algo de luz al final del túnel. Él se defiende diciendo que sólo quiere abrir interrogantes y no mostrar ninguna respuesta. A estas alturas, no sé si ese discurso es el de un director ultraliberal o simplemente una nueva manera de hacer cine haiku: "La gente esta jodida, jodida gente".
Ha manejado referentes eruditos en la construcción del guión, elaborado a cuatro manos con su cómplice Rafael Cobos. A saber: Michel Houellebecq y su 'Plataforma' para hablar de nihilismo (si bien el pensador francés es radical en su planteamiento y jamás pone a sus alter egos en situación de autocompasión como aquí ocurre); Julio Ramón Ribeyro, para hablar del daño que nos ha hecho Peter Pan ("La madurez es una impostura, un invento de los adultos para justificar sus torpezas y procurarle una base legal a su autoridad") y tanto Raymond Carver como John Cassavettes, para reflejar la cotidianeidad con economía de medios. Espero que os hagáis una idea.
En cuanto a mí —que tenía todas conmigo por lo suculento del tráiler que llevaba mascando desde hace meses, con una hipnótica, sugerente y debutante Blanca Romero y unos aparentemente muy serios Ulloa y Toledo, pero sobre todo con una fotografía quemada y flasheada y una banda sonora a base de Jeanette y Micah P. Hinson— sólo podía caer de la nube, y eso que ninguno de los factores a los que me refiero está por debajo de lo esperado. No es el cine social español plomizo con el que nos atormentamos o rasgamos las vestiduras cada poco. Su vocación es cosmopolita, y su factura, muy por encima de la media. El problema es que su esquema de vidas cruzadas nos relata desde tres prismas distintos el mismo discurso: una nada machacona.
Valoración: 5/10
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