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Como Montescos con Capuletos

Por F.VOLPINI | A. MORENO (SOITU.ES)
Actualizado 15-10-2009 18:50 CET

Cine social a la española con dosis de humor y superación es lo que podemos esperar de 'Yo, también', muy condecorada en San Sebastián. También el terror de 'Infectados' y la lucha de sexos de 'La cruda realidad' tienen hueco esta semana.

'Yo, también', de Álvaro Pastor y Antonio Naharro (por A.M.)

'Yo, también' —que no debería llevar coma entre el "yo" y el "también" porque, además de ser incorrecto separar el sujeto del predicado, suena raro—, sugiere una biografía oficiosa de Pablo Pineda, primer diplomado universitario con síndrome de Down. Porque habla de alguien de su misma edad, igual estatura, idénticos rasgos y semejante cualificación académica. Nada raro por otra parte. Al margen de Russell Crowe, Robert de Niro, Antonio de la Torre y alguno más, le suele pasar a casi todos los demás actores del mundo. Lo que diferencia a Pineda es que padece una trisomía en el par 21 de su ADN, y eso le proporciona aún más titulares.

Y digo padece más por convención que porque sea una víctima, pues lo que Naharro y Pastor nos quieren contar con tono de comedia social, género granado en nuestra cosecha, es que ser diferente no tiene por qué ser peor. "¿Para qué quieres ser una persona normal?" reza el cartel promocional, deslizando que la pureza de corazón es una bendición mayor que cualquier inconveniente genético. Y ahí es donde viene la falla, de elaborar eslóganes generalizadores a partir de realidades muy concretas, extraordinaria en este caso.

Me interesa el proceso de superación de Pineda, como el de Daniel (su alter ego), pero también me interesa la galería de secundarios trisómicos que se comportan de manera más irregular y que seguro preferirían un poco más de normalidad al estilo del protagonista. Entiendo la labor integradora de los directores, valoro el trabajo del cast (Dueñas y Pineda, fueron sendas Conchas de Plata en el pasado Festival de San Sebastián) y no desconfío de la buena intención de este producto, pero no por ello dejo de percibir cierto tufillo naif y facilón en este romance desequilibrado y poco viable. Como el de Romeo y Julieta, en el que todo eran pegas.

Valoración: 5/10

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'Infectados', de Àlex Pastor y David Pastor (por F.V.)

Road movie con miasmas. Auténtico capullo sale a la carretera con novia, hermano y amiga del hermano, huyendo de la plaga que está diezmando el mundo. En el transcurso de su viaje por carreteras apenas transitadas y en las que ellos parecen su peor enemigo, se cruzan con otros huidos que no están en su día de suerte. Pero la Providencia, que no es tonta aunque sí algo miope, los enfrenta con la última verdad en el Departamento de Supervivencia: la opción inteligente es la cooperación organizada. ¡Haberlo dicho antes!

Ópera prima de Álex y David Pastor, pese a cierta endeblez en los caracteres, sostiene muy dignamente el pulso a cualquier producción norteamericana.

Valoración: 7/10

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'La cruda realidad', de Robert Luketic (por A.M.)

Me reí como un bendito viendo 'La cruda realidad' (y los de mi alrededor, todos críticos habitualmente cascarrabias, también). A coro, en perfecta armonía, primero nosotros, luego ellas, y viceversa, durante casi toda la función. La orquesta de carcajadas fue provocada por los disparatados y alternativos comentarios sexistas pronunciados por Katherine Heigl y Gerard Butler, dos de los bollycaos más mofletudos y carismáticos del nuevo star system. Ella encuentra complicidad en la parte femenina de la audiencia y él, en la machuna. Te sientes culpable porque la risa proviene de chistes de vibradores, chistes de relaciones de usar y tirar y gags sobre pseudofelaciones accidentales. La guerra de sexos con la que nos vienen dando la chapa desde los tiempos de Tracy y Hepburn, pero versión 2.0. Todo ello contado con ritmo y salero, como los Farrelly cuando aún engrasaban, de manera que lo que parece un divertimento vacuo, una vez racionalizado se convierte en un "¡Pero bueno, no van a ser dramones iraníes todo lo que merezca la pena!".

Manejo una teoría por la que, desde que los Simpson dieron el relevo a los bicharraquitos de la Warner, para ser después superados en transgresión por los southparkeños y estos, a su vez, por los deslenguados cartoons de Seth MacFarlane y 'Jackass', el humor ya no tiene vuelta atrás. O te ríes de la caída por las escaleras del vecino o hemos adquirido tolerancia.

El humor hardcore, cabe apuntar, puede empezar a ser considerado una de las bellas artes del siglo que nos ocupa. Nada se me antoja más inteligente en la comedia actual que el salvajismo de 'Arrested Development' (mucho más cruel que cualquier capítulo de los amarillos personajes de Groening) o la incomodidad y vergüenza ajena que provoca Michael Scott en 'The Office'. 'La cruda realidad' no entra de lleno en esa liga porque ha de plegarse a algunas de las convencionalidades y líneas definitorias de la comedia romántica, pero resulta un sanísimo ejercicio de descerebre, en absoluto dañino a largo plazo. Lo usas, lo disfrutas y lo tiras. Un perfecto ejemplo de la transacción económica ideal, plenamente satisfactoria para todos los contrayentes.

Valoración: 8/10

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