SAN SEBASTIÁN.— Lo de que el jurado pudiera sacar los pies del tiesto es algo que nos veníamos imaginando. Es una constante universal a la que deberíamos estar acostumbrados, lo que pasa es que la gente que ha visto muchas películas y todavía se conmueve con alguna —fundamental para poder seguir afrontando la profesión sin que te devore el cinismo— tiene la tonta idea de que otro futuro es posible. Pues bien, 2009 no es desde luego ese futuro. Creo vehementemente que el premio interpretativo a Pablo Pineda ('Yo también') y el ninguneo a Campanella ('El secreto de sus ojos') tenían la intención de cabrear al personal.
No es sano, ni siquiera justo, cogerse pataletas por las cosas triviales de la vida como el cine —menos aún por sus premios—, pero es que, señores, nos encontramos en una competición. Cerca de 3.000 acreditados en Donosti esta semana, de los cuales varios cientos hemos dado puntual cuenta de las novedades que en las salas de estos lares tenían lugar, hemos visto cómo la mejor película no tiene por qué ser valorada como la mejor película. 'El secreto de sus ojos', lo último de Juan José Campanella, favorita en las quinielas y estrenada ayer en toda España, se ha ido con lo puesto. Nasti de plasti.
Decía Leonor Watling, jurado el año pasado, que "cuando premias una película estás decidiendo dónde poner la linterna para dar un poco más de luz a un producto de manera que pueda darse a conocer". Curiosa óptica la de Watling. Como si cuando te tocara ser jurado en los Estados Unidos (ya que estamos cinematográficos, imaginemos una de juicios) condenaras a quien quieres que salga en los periódicos y absolvieras a los casos aburridos independientemente de su inocencia. Nada de justo o injusto, eso es para antiguos.
Por eso, Ricardo Darín ('El secreto de sus ojos') se ha quedado sin Concha de Plata. Por eso, Robert Duvall ('Get Low'), primer reserva, también se ha quedado sin Concha de Plata. Por eso, Daniel Fanego ('Los condenados') no puede presumir de haber sido premiado ni por la contundencia de su cartonlítico e imponente rostro, por la profundidad de los sentimientos que desentierra en cada uno de sus parlamentos o por su actuación conmovedora y rotunda. "Eso se presupone", ha debido de pensar el presidente Laurent Cantet (director de 'La clase' y cabecilla de la sesuda comitiva internacional compuesta por Bong Joon-ho, Daniel Giménez Cacho, Pilar López de Ayala, John Madden, Samira Makhmalbaf y Leonor Silveira), que ha decidido que Pablo Pineda, primer diplomado universitario europeo con síndrome de Down, consigue modelar en 'Yo, también' un personaje más meritorio que los de sus mencionados colegas.
Es delicado ir contra lo políticamente correcto, la demagogia y el buenrollismo, pero como nos hemos acreditado cerca de 3.000 personas, de los cuales varios centenares cobramos por opinar, pido permiso (con recelo) para decir que Pablo Pineda puede ser un buen actor, pero en ningún caso ha sido el mejor actor de este Festival.
El hecho se agrava si tenemos en cuenta que la película firmada por Álvaro Pastor y Antonio Naharro se ha hecho también con la Concha de Plata a la Mejor Actriz, Lola Dueñas. ¿Era necesario tanto?, ¿no valía con darle un solo premio, y más aún cuando (repetimos ojipláticos) Campanella ha visto como la superproducción china 'City of Life and Death' le arrebataba la Concha de Oro y Javier Rebollo ('La mujer sin piano') el premio al mejor director?
Puede que la idea de Cantet, adalid de lo social y, por lo visto, enemigo del romance —y aquí es donde hago de abogado del diablo y psicólogo de oficio para explicar el posible razonamiento de la comitiva de la buena vibra—, haya considerado que 'El secreto de sus ojos' va a hacer tanto dinero en las salas comerciales que un premio en San Sebastián le resulta innecesario.
Pero entonces el problema no es el huevo, sino la gallina. El error viene de invitar a un tipo que hace películas feelgood —y mejor que casi nadie, por cierto— a un festival que quiere ser un valle de lágrimas o algo parecido a una ONG. Es muy difícil que a Campanella le pudiera salir algo mejor que lo que nos ha enseñado, con lo cual, habida cuenta del nivel bastante regular del resto, suponemos que es imposible que ganara. Que podía haber hecho un 'Ciudadano Kane' a la argentina y aún así siempre se habría quedado fuera porque la risa no vende, porque el cine es un arte para sufrir.
Suerte que ayer de madrugada pudimos saber que 'El secreto de sus ojos' representará a su país de cara a los próximos Óscar. Allí no premian a lo social precisamente.
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