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Perera cuaja un faenón a un gran toro de Torrealta en Logroño

EFE
Actualizado 24-09-2009 22:14 CET

Logroño.-  El diestro Miguel Ángel Perera cuajó la que puede considerarse mejor faena de lo que va de temporada a un gran toro de la ganadería de Torrealta, premiado con la vuelta al ruedo, aunque ninguneada por el presidente al concederle sólo una oreja, hoy en Logroño.

FICHA DEL FESTEJO.- Toros de Torrealta, serios y desiguales, encastados en distintos grados y viniéndose arriba a excepción del último. El tercero, un gran toro, premiado con la vuelta en el arrastre.

Diego Urdiales: media que terminó tragándose y saliendo prendido en la cara, y cinco descabellos (silencio tras aviso); y tres pinchazos, estocada y descabello (silencio tras aviso).

José María Manzanares: buena estocada (silencio); y estocada corta (silencio).

Miguel Ángel Perera: pinchazo y estocada (aviso y oreja con petición de la segunda); y tres pinchazos y estocada (palmas en la despedida).

La plaza tuvo algo más de tres cuartos de entrada en tarde espléndida, y con la capota abierta por completo.

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LA MAGIA DE PERERA

A Perera le tocó un gran toro, el tercero, y al toro, un gran torero. De estas consideraciones hay que recalcar la segunda. Gran torero Perera, en modo superlativo, por lo que hizo para provecho propio, y por lo que prestó a la brillantez del animal.

El de Torrealta tomó un primer puyazo con clase pero en el segundo encuentro, un picotazo, se fue suelto. Se vino arriba en banderillas. Y a partir de ahí a más, siempre a más gracias a la generosidad del torero que lo lució espléndidamente, dándole distancia, en cites siempre de largo.

La muleta adelantada, valor y temple en tres primeras tandas a derechas que fueron creciendo en número. Dos series al natural, la segunda ya de cinco muletazos y el de pecho. Y una en redondo, de seis pases en una misma pieza. Ahí fue el no va más, con la plaza aplaudiendo de pie.

Recital de temple y aguante, de aplomo y donosura, de valor, estrecheces y lentitud. No se puede torear más quieto, más despacio y más cerca. Y más bonito y hondo.

Es posible, o sin el posible, que sea la mejor faena de Perera esta temporada. De Perera y de los demás. Faena y toro de mucha altura.

Llegaron a escucharse voces en demanda del indulto mientras Perera demoraba la igualada para montar la espada. Sonó un aviso, y, lástima, pinchazo antes de la estocada definitiva. Vuelta al ruedo para el toro y una sola oreja para el torero. No se entiende que el presidente se guardara el segundo pañuelo.

El sexto prendió al banderillero Joselito Gutiérrez de muy mala manera, arrollándole a la salida del primer par. El único toro que no se vino arriba en la muleta. Blando, defendiéndose, le faltó brío. Noble y sin fuerzas, le costaba mucho seguir los engaños.

Perera toreó aquí en la distancia corta, muy espaciados los pases, pero muy metido el toro en el engaño. El parón final tuvo estética y arrogancia. La gente vivió la faena con pasión pese a la falta de toro. Tanto que si no es por la espada hubiera cortado otra oreja.

Urdiales perdió también el doble trofeo del toro primero por el fallo con el descabello después de haber toreado con mucha firmeza y asiento, convencido y muy capaz. Toro hondo y con mucho cuajo, serio y que se movió incansablemente, aunque con el defecto de llevar la cara natural, sin humillar, y pegando un tornillacito a final del pase.

Hubo lances a la verónica ganando terreno y con suave estética. En la muleta anduvo el riojano mandón y resuelto, hilvanando pases sobre ambas manos de gran contenido artístico. Mejor por el derecho, el pitón bueno del toro. Fue faena maciza y completa si no es por el descabello.

En la estocada salió prendido, enganchado por la faja. Momento de mucha angustia el tiempo que estuvo zarandeado en el aire y después en el suelo. Izado por las cuadrillas tras el quite, ni se miró. Al necesitar de cinco golpes con el estoque de cruceta, se perdió otro triunfo grande.

El cuarto apuntó cosas buenas sobre todo por el pitón derecho. Pero en un momento de la faena se lastimó la mano de ese mismo lado, y no hubo nada que hacer.

El primero de Manzanares fue toro demasiado chico, la mitad del que se había arrastrado anteriormente. También el torero se lo pasó demasiado lejos, muy despegado, y aquello no tuvo emoción.

Y parecido en el quinto, toro blandito, que se dolió en banderillas, que protestó en el comienzo de faena y que terminó también negándose. Manzanares terminó de desarreglar el panorama toreandole de nuevo muy despegado. No pasó nada.

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