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Ensueño de Manzanares: oreja que sabe a poco. Y Fandi pasea otra, a su estilo

EFE
Actualizado 13-10-2009 21:50 CET

Zaragoza.-  El diestro José María Manzanares cuajó una gran actuación con un toreo de ensueño que le valió una oreja, que pudieron ser más con una mayor condescendencia del "palco", y "El Fandi" paseó otra, pero por una faena más de su estilo, de menos peso, hoy en Zaragoza.

FICHA DEL FESTEJO.- Dos toros de Valdefresno, segundo y tercero, bien presentados pero faltos de raza y sin clase; y cuatro de Salvador Domecq, el primero como sobrero, también bien armados e igualmente en el límite de la raza y de las fuerzas, destacando el sexto por su buen son.

Julián López "El Juli": estocada y descabello (ovación); y estocada (silencio).

David Fandila "El Fandi": tres pinchazos y estocada (ovación tras aviso); y estocada caída (oreja y petición de la segunda).

José María Manzanares: pinchazo y estocada tendida (gran ovación tras ruidosa petición); y media estocada (aviso y oreja con fuerte petición de la segunda).

En cuadrillas, Curro Javier saludó en el sexto tras dos buenos pares.

La plaza se llenó en tarde espléndida, con la capota, por fin, descubierta.

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PRIVILEGIADO TOREO

Manzanares ha toreado de maravilla. Como muy pocos en contadas ocasiones. Como él acostumbra, puesto que Manzanares es precisamente uno de esos pocos privilegiados toreros de clase, con el toreo en la cabeza y en el corazón.

Extraordinario Manzanares en sus dos toros, aunque en el sexto todavía voló a una altura inimaginable. Toreo de tanta ensoñación, que para describirlo habría que echar mano de lo poético. El temple, el ritmo, la armonía en cada movimiento. No se puede torear más despacio y con más gusto. Acompasados toro y torero en un suave movimiento, verdadero deleite.

Para llegar ahí lo primero era conocer muy bien las posibilidades del toro, que a la postre andaba flojo de remos. Manzanares lo afianzó a media altura y en la distancia justa, los "toques" precisos y oportunos. Y el temple. El gran y exquisito temple de Manzanares, arma infalible también para empujar a los toros hacia adelante.

Terminó humillando el de Salvador Domecq, ya sin caerse, mientras Manzanares se recreaba en la interpretación de un toreo poco común. ¡Qué despacio y qué bonito!. El toro sólo veía muleta, y la seguía, fundiéndose en la misma y única pieza de donde surgía una especie de éxtasis colectivo. La plaza ensimismada, cautiva de tan misterioso toreo.

Todo el mundo de acuerdo. Nunca se fusionaron tan extraordinariamente bien la pasión y la felicidad. La plaza, no haría falta explicar, lo vivió todo de una manera especial.

¿Pero que pasó, entonces, para que el presidente le diera sólo una oreja? Ahí está la gran duda de la tarde. ¿Acaso estaba capacitado el usía para comprender, valorar y asimilar una cosa así? Con ese talante no se puede subir al "palco". Le dio una oreja a Manzanares. Solo una. Allá él (el presidente), pobrecito.

La tarde tuvo otros momentos notables, uno de ellos a cargo del mismo Manzanares en su toro anterior. Sin embargo, ni punto de comparación. Hubo toreo lento y de gran estética por el lado derecho, pero sin redondez.

En un cite al natural, al ponerse el torero en el camino del toro, descolocado, casi le lleva por delante. Faena intermitente aunque con cosas muy buenas.

Y "El Fandi" y sus portentosas facultades en banderillas, en los dos de su lote. La plaza se vino abajo en los seis pares que puso, por la facilidad y la contundencia al clavar, encontrando toro en todos los terrenos y atacando indistintamente por los dos pitones, además de la variedad, lo mismo de poder a poder, que de dentro a fuera, que "al violín" o "la moviola". No hay quien le iguale.

Pero con la muleta fue otro cantar. Su primero tenía media arrancada y echaba la cara arriba. Sin "romper" el toro, no hubo faena. El quinto, también rebrincadito, "se dejó" más. El trasteo resultó deslavazado, aunque el ambiente fue de lo que en Zaragoza llaman "vaquillero", que viene a ser de ¡huyes! y ¡ayes! por olés para jalear los cortes y recortes que va pegando el torero a las embestidas de la vaquilla, en este caso del toro.

Le dieron una oreja al "Fandi" en el quinto contra la voluntad del presidente, se notaba, aunque si se atreve a denegarla le pegan fuego a la plaza en el sentido literal de la frase. Por eso no se entiende que después equiparara una faena con otra.

"El Juli" no tuvo su tarde, con toros y ánimo jugando en su contra.

Por Juan Miguel Núñez.

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