La imagen es todo un clásico estival: el orgulloso padre de familia se despierta de su siesta bajo la sombrilla de la piscina comunitaria. Levantándose majestuoso de la toalla ante la admiración de sus vecinos, avanza sobre el césped con pasos decididos y gráciles hacia el agua. Y de repente, sin previo aviso, toda su compostura se desmorona y le vemos dar saltitos sobre sí mismo mientras se agarra un pie y emite un característico sonido sibilante: "Shhhhh... shhhh...". Acaba de tener un encuentro con el insecto más blasfemado del verano: la avispa piscinera.
Los métodos para acabar con las primas malvadas de Maya son tan variados como campistas pueblan las tiendas de campaña de todo el mundo. Incluso hay quien afirma que no hay nada como colocar la lengua entre los dientes, cual poligonero en modo de combate, para evitar su aguijoneo. Sin embargo, nuestro favorito es el que hemos encontrado en una página de campistas de Alaska. Como Sarah Palin nos ha enseñado, nadie mejor que un alaskeño cuando se trata de acabar con las criaturas más feroces.
Básicamente, necesitaremos un barreño lleno de agua con un poco de jabón, tres palos con los que montar una estructura tipo tippi indio y una cuerda de la que colgar un trozo de pescado crudo que quede tres centímetros por encima del líquido. Aunque desconocemos si las avispas tienen alguna preferencia, recomendamos el pescado más barato del mercado, no tanto por la economía como por los efectos psicológicos de aumentar la humillación.
Una vez montada la trampa, sólo queda esperar. Como sabe todo el que haya comido en un chiringuito de la costa española, las avispas sufren de una pasión incontrolable por el pescado. Cuando, atraídos por el trozo colgante de mojama de nuestro ingenio, se posen en el barreño, quedarán atrapadas en la mezcla jabonosa: el jabón rompe la tensión superficial del agua, haciendo que los insectos se vayan directos al fondo. Las que no caigan volverán a su nido para recomendar ese fantástico trozo de pescado que tan de moda se ha puesto en el jardín.
Este método, más allá de una eficacia que no hemos contrastado (la estimamos cercana a cero), nos gusta por varias razones. Una, porque la recomienda alguien llamado Abuelo Kipp. Otra, porque nos hace trabajar con cuerdas y palos, elementos básicos del ideario MacGyveriano. También porque es ecológica y no recurre a la solución aburrida del insecticida. Pero sobre todo nos gusta por lo retorcido de utilizar el alimento favorito de las avispas para ahogarlas en el barreño que utiliza el abuelo para ablandarse los juanetes. Cuando de avispas se trata, la victoria no basta: hay que llegar hasta la humillación total.
¿Y tú, tienes algún método antiavispas? Comparte tus enseñanzas con nosotros y ayúdanos a ganar esta cruzada contra las hostiles fuerzas de la naturaleza.
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