El golpe recibido en el casco por Felipe Massa durante los entrenamientos oficiales del Gran Premio de Hungría resucita el debate de la seguridad en la Fórmula Uno, centrándolo en un punto muy concreto, el casco. Hoy ha sido un muelle desprendido del Brawn GP de Barrichello, pero la semana pasada, en la Fórmula 2, un neumático desprendido del monoplaza de Jack Clarke acabó con la vida del joven Henry Surtees.
Los cascos que utilizan los pilotos de Fórmula 1 no se parecen en nada a los utilizados por un usuario de a pie. Desde hace algunos años, el recubrimiento exterior está realizado completamente en fibra de carbono, un material que eleva la resistencia hasta limites muy elevados a la par que mantiene el peso muy por debajo de las viejas opciones de fibra de vidrio. Su garantía contra impacto es excelente, y, por ejemplo, una colisión contra una piedra desprendida a 300 km/h no lograría más que arañar la superficie. Pero no un muelle o un neumático, como hemos comprobado esta semana.
El accidente de Felipe Massa —que se encuentra "grave, pero estable"— recuerda mucho al de Ayrton Senna en 1994. En ese fatídico 1 de mayo, el Williams del brasileño impactó con el muro de la curva de Tamburello, falleciendo poco después como consecuencia de la fuerte deceleración y el impacto de un tirante de suspensión contra su casco. El punto de choque del famoso muelle contra el casco de Felipe Massa es exactamente el mismo. Curiosa coincidencia que no hace más que probar, a pesar de todo, el buen hacer de Schuberth, Bell y los demás fabricantes de cascos.
John Surtees no tuvo tanta suerte. En su caso, un neumático suelto vino a impactar fortuitamente con su casco mientras se aproximaba a la mítica curva Druids de Brands Hatch. ¿Culpa del casco? En absoluto. Debería resultar inconcebible que una rueda se desprenda de un monoplaza a tan baja velocidad, algo que en F-1 apenas ocurre gracias a unos resistentes cables de sujeción presentes en los cuatro neumáticos de todos los monoplazas. En este caso, toca repasar el manido anexo de seguridad de esta disciplina y aplicar medidas lo más rápidamente posible.
Los impactos de objetos sueltos contra los cascos son una consecuencia clara de la posición de los pilotos en el monoplaza. Claro que, hasta en eso ha habido una evolución positiva. Hasta 1994, los corredores rodaban con el casco y la parte superior de los hombros completamente a la vista. En 1995, la FIA, como consecuencia del estudio del metraje del accidente de Senna, obligó a los equipos a recostar aún más a los pilotos en el habitáculo, y en 1996 obligó a instalar unas protecciones laterales que dejaban el casco semidescubierto. Esta norma apenas ha sido revisada con los años, y es precisamente la que la asociación de pilotos (GPDA), entidad que preside Pedro Martínez de la Rosa, deberá volver a estudiar a partir del próximo Gran Premio.
La historia también remite a algunos incidentes similares al de este GP de Hungría. Jim Clark colisionó contra un pájaro durante los entrenamientos oficiales del GP de Francia de 1966, su peor año en F-1. El mago escocés se vio abocado a la retirada como consecuencia del incidente, aunque pudo reincorporarse al certamen a la carrera siguiente. Menos fortuna tuvo Helmut Marko, actual tutor de Jaime Alguersuari y los demás talentos del Red Bull Junior Team, que perdió la visión de un ojo y debió, en consecuencia, abandonar la competición tras el GP galo de 1972, celebrado en el circuito semipermanente de Charade. En ese caso, la causante fue una piedra proyectada por el March de Ronnie Peterson.
El último precedente en la materia sucedió durante el GP de Italia de 1995. Gerhard Berger debió abandonar cuando una de las cámaras embarcadas en el Ferrari de su compañero de equipo, Jean Alesi, rompía su suspensión delantera. El austríaco, que declaró sentirse "aliviado y afortunado" tras el incidente, constató que, de haber colisionado contra su casco, habría acabado con su vida.
Accidentes como el de hoy —del que Massa ha tenido que ser operado por una contusión sobre el ojo izquierdo y por la cuál se encuentra en coma inducido— deberán hacer reflexionar a la comisión de pilotos. Es el momento de buscar medidas y estudiar a conciencia dos incidentes aparentemente fortuitos, pero siempre sin olvidar la máxima que preside cualquier evento automovilístico: Motorsport is dangerous (el deporte del motor es peligroso).
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