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Tumen: la ciudad desde la que mirar a la opaca Corea del Norte

  • Limítrofe entre el país asiático y China, atrae a miles de turistas y periodistas
  • Los reporteros corren el riesgo de ser raptados por agentes de seguridad norcoreanos
Por LINA YOON (SOITU.ES)
Actualizado 02-07-2009 10:43 CET

SEÚL.-  Todo el mundo sabe que Corea del Norte tiene capacidad nuclear y, tras la condena de las dos periodistas americanas Laura Ling y Euna Lee, cada vez más gente está oyendo hablar del abuso de derechos humanos dentro del régimen de Kim Jong Il. Este podría ser ya un motivo suficiente para atraer a los periodistas: entre el deseo de denunciar injusticias, para los más idealistas; o el simple hecho de hacer aquello que justamente le han prohibido hacer, para otros.

Un par de semanas antes de que fueran detenidas las dos periodistas, un ciudadano americano fue advertido por un agente de seguridad mientras realizaba fotos a la zona norcoreana cuando visitaba Tumen: "Ten cuidado, si piensan que eres periodista vendrán a raptarte".

Un par de semanas después, periódicos, cadenas de televisión y radio estaban hablando por todo el mundo de la situación de los norcoreanos en la zona noreste de China, del tráfico de mujeres, del corrupto sistema político del régimen y de la situación penal de las dos jóvenes reporteras.

Como con todo lo relacionado con el 'reino más asolado del mundo' nadie sabe realmente qué es lo que el Gobierno de Pyongyang busca con esta situación. Para Periodistas Sin Fronteras, la sentencia estaba dirigida a "desanimar a los periodistas extranjeros que investigan en la frontera". Si realmente ésa era la motivación de Kim, está claro que conociendo la naturaleza del periodista, era una decisión fallida desde el principio.

En el último mes, docenas de reporteros se han dirigido a la ciudad de Tumen para escribir sobre los horrores relacionados con el 'reino ermitaño' e intentar descubrir algo nuevo de cómo Ling y Lee fueron arrestadas o, al menos, qué es lo que se sabe de su detención en la zona. Los periodistas observan la forma del terreno de los alrededores de Tumen y descubren que nadie sabe de la noticia, a no ser que hayan visto la televisión surcoreana. Los que saben deciden callar por miedo a posibles repercusiones por parte del Gobierno chino.

Vigilancia extrema a los dos lados del río Tumen

El río Tumen, uno de los dos que forman parte de los 1.360 km de frontera entre Corea del Norte y China, está casi perfectamente diseñado para cruzar. A finales de marzo, cuando gravilla y hierbajos sobresalían a través del hielo congelado del río, se podían ver a norcoreanos caminando con sacos a la espalda junto a las vías del tren que cruzan a China. En la parte norcoreana, los soldados estaban de guardia protegidos en pequeñas cajitas de cemento distribuidas cada kilómetro. En China, se veían coches de policía cada media hora en la carretera que hay paralela al cauce.

A principios de los 60, muchos chinos huían de las hambrunas del desastroso mandato de Mao Zedong y cruzaban al país vecino, que en aquella época era relativamente próspero. En los 90, la dirección de las migraciones cambió, y desertores norcoreanos siguen cruzando la frontera hoy por hoy.

Tumen, una pequeña ciudad de 138.000 habitantes, prospera gracias a su cercanía con Corea del Norte. Los turistas se toman fotos con ese férreo fondo en un paseo que hay a lo largo del río. En un pequeño puestecito alquilan binoculares por 20 céntimos de euro para echar un vistazo a la ciudad que hay al otro lado del puente. Pines de Kim Jong Il y Kim Il Sung, que todo norcoreano tiene que llevar durante toda su vida, cuestan 17 euros los de verdad —o al menos eso dicen en la tienda— y un euro los falsos. "A la gente les encanta todo esto", dice Choi Shin Ok, que trabaja en una de las tiendas que visitan turistas europeos, americanos, surcoreanos, rusos y chinos.

Destino de periodistas

Los contrabandistas salen de Corea del Norte con ginseng salvaje, volviendo con portátiles y cámaras digitales. Los misioneros vienen a ayudar y convertir a los nuevos desertores norcoreanos. Los traficantes sacan mujeres y las venden a solitarios solteros chinos. Aparte de los predicadores, prostitutas, chulos, defensores de refugiados, espías y contrabandistas, siempre están los periodistas.

En algún momento, casi todo periodista que escribe sobre Corea del Norte hace su visita correspondiente a Tumen. Pasas un día entero entrevistando a desertores que escapan de su país. Las historias son siempre demasiado tristes. O lloras en cada entrevista y se te parte el corazón o te vuelves más frío y distante cada segundo.

Yo llevo yendo a la frontera desde el 2005 y lo que he aprendido es que aunque hay norcoreanos más afortunados que otros, al final todas sus historias son de terror y que en el mundo de Kim uno nunca sabe qué esperar. Este régimen no está regido por la autoridad de la ley, sino por los deseos únicos y personales de solo un hombre, Kim Jong Il.

Y además...

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