SEÚL.- Tras la muerte de su marido por inanición en 1997 durante la peor época de las hambrunas en Corea del Norte, Pang Bun Ok (hoy de 55 años) desertó a China en 1998 con dos de sus tres hijos en busca de una vida mejor. Por entonces, su hija mayor ya había desaparecido. Su vida en China nunca llegó a ser lo que había imaginado.
Entre 210 y 842 euros oscila el precio de una mujer norcoreana, según un informe de la Comisión americana de derechos humanos en Corea del Norte, que incluye una lista de precios reales pagados en 2005. Pang fue vendida por 737 euros en 1999. Encontró comida en China, pero al poco de llegar fue separada de sus hijos y vendida como novia tres veces. Se vio encerrada en una casa, encadenada a una cama, maltratada, raptada y revendida. Consiguió huir de sus sucesivos maridos, pero en la tercera ocasión fue capturada y devuelta a Corea del Norte, donde la torturaron y posteriormente enviaron a un campo de trabajo para ser reeducada.
"Me trataron como si fuera un animal", dice Pang, que desertó de Corea del Norte por segunda vez en 2003 y consiguió llegar a Corea del Sur, donde sus tres hijos ya la esperaban. Su caso es único: utiliza su nombre real y puede mostrar su cara en los medios porque su marido falleció y el resto de su familia esta en Seúl. La mayoría de norcoreanos que huyen de sus captores utilizan nombres falsos y no pueden aparecer en fotos porque en Corea del Norte el castigo por "traicionar al régimen" —así se considera la emigración— recae a menudo sobre la familia del fugitivo.
Pang se niega a guardar silencio. "Las mujeres norcoreanas son vendidas como si fueran ganado en China", protesta. El tráfico y el abuso de fugitivas norcoreanas en China era una historia en la que estaban trabajando las reporteras americanas Laura Ling, 32, y Euna Lee, 36, sentenciadas el pasado 8 de Junio a 12 años de trabajos forzados en Corea del Norte. Sabían que historias como las de Pang no son la excepción; por el contrario, se trata de algo demasiado común. La emigración en masa de Corea del Norte empezó a mediados de los 90, cuando cientos de miles de ciudadanos escaparon de una hambruna que dejó un millón de víctimas, y ha continuado a través de los años. Los norcoreanos en China se encuentran en un estado de abandono total. Según 'Vidas en venta', el informe sobre derechos humanos de la Comisión americana de derechos humanos en Corea del Norte, ocho de cada diez son mujeres —principalmente de clase trabajadora o del campo— que cruzan la frontera por hambre. En total habría alrededor de 300.000 norcoreanos viviendo en China, la mayoría de forma ilegal. De las mujeres se calcula que el 70% son víctimas del tráfico humano."La situación es terrible", sentencia Tim Peters, activista de derechos humanos y fundador de Helping Hands Korea, una misión cristiana que manda comida a la zona noreste del país y ayuda a desertores en China. "Las mujeres que huyen son especialmente vulnerables. Se arriesgan a ser engañadas, vendidas y compradas varias veces como 'esposas' a solteros chinos en la zona fronteriza".
Pese a haber firmado la convención de la ONU de 1951 y el protocolo de refugiados de 1967, China ignora totalmente su obligación de proteger a los norcoreanos, cuyas vidas peligran en caso de ser devueltos a su país de origen. El Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados parece no tener especial interés en el tema. La oficina de Pekín, ubicada allí para servir a refugiados con papeles legales, está fortificada dentro de un complejo amurallado contra el acercamiento de cualquier norcoreano, a los que China no considera refugiados, si no "migrantes económicos ilegales".
Estos problemas se agravan en el caso de las mujeres debido al complejo contexto nacional chino, donde la política del hijo único y la consecuente popularización del aborto si el descendiente no es un varón, han creado un desequilibrio demográfico que se traduce en escasez de mujeres. La trata de norcoreanas que carecen de protección es una forma de rellenar ese vacío.
Así, mujeres como Pang escapan del régimen de Kim Jong Il para descubrir que en China se han convertido en artículos de consumo. Sin derechos, sin recursos, en continuo peligro de graves castigos en caso de regresar a Corea del Norte, sometidas a un maltrato constante, sin ningún tipo de protección ni estatus de refugiado ni derechos legales… "Me pegaban tan a menudo que pensaba que iba a morir, y no podía hacer nada", dice Pang.
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