BILBAO.- Como en casi todos los discursos políticos, la clave está en las anotaciones. Esos añadidos que alguien, muchas veces quien lo va a leer, incluye a última hora con una clara intención. Hoy, en las escaleras del Ayuntamiento de Bilbao, Patxi López ha pronunciado su primer discurso como lehendakari con un muerto sobre la mesa y ante miles de ciudadanos, tristes pero esperanzados. Ha sido emotivo, igual que el de la viuda de Eduardo Puelles; también contundente, como no recordábamos en Euskadi tras un asesinato de ETA.
Eran ocho cuartillas escritas en ordenador, pero en la séptima, tras un asterisco, del puño y letra del primer lehendakari no nacionalista, se puede leer la siguiente frase: "Que vamos a dar a nuestra ertzaintza y a nuestra policía los medios que necesiten para luchar contra ETA, porque queremos que desaparezca definitivamente de nuestras vidas".
Eduardo Puelles, el hombre al que los terroristas mataron el viernes con una bomba adosada a su coche no muy lejos del lugar donde López habla ahora a miles de vascos, era policía. Policía Nacional. "Uno de los nuestros", ha reiterado. "Gracias a él y a otros muchos como él, gracias a los miembros de la Ertzaintza, de la Guardia Civil y de la Policía Nacional, los vascos y las vascas vamos arrancando trozo a trozo, con desgarro y sufrimiento, la mordaza de nuestra libertad", decía Patxi López, con énfasis y pausa, en el arranque de su discurso.
Todos por igual, ahora sí: Ertzaintza, Policía y Guardia Civil. Quiere dejar atrás las épocas en las que se vinculaba a la policía autonómica con los intereses del PNV, o con las maniobras para entorpecer la lucha antiterrorista. Por eso, probablemente a última hora, el lehendakari ha añadido a mano ese breve mensaje que deja a las claras cuál será su política antiterrorista. Más medios, más dinero, destinado a las fuerzas de seguridad para enfrentarse a ETA. El viernes ya les advirtió a los terroristas que les mostraría el camino de la cárcel. Al más puro estilo Rubalcaba.
Es en la cafetería del Hotel Barceló Nervión donde Patxi López me da las ocho cuartillas originales que acaba de leer. Está deshidratado después de casi dos horas de manifestación que concluyen con las palabras de Paqui, la viuda de Puelles, arropada por sus dos hijos. La ha abrazado y, fumando un cigarrillo, se aleja del lugar. Ha cumplido con su trabajo, dando consuelo a la familia pero fundamentalmente advirtiendo a los etarras de que van a por ellos, a los "chivatos del fascismo" —una expresión que también ha añadido—. Son ahí donde están las claves de un nuevo tiempo para Euskadi, en esa letra a rotulador que se distingue sobre todo por una cosa: la claridad.
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