Gabilondo se puede dar con un canto en los dientes con su primera intervención en el Congreso como ministro de Educación. Además de la suya, hoy era la puesta de largo del Pacto político y social por la educación, el ambicioso plan del que pretende hacer principal caballo de batalla de su mandato: la piedra filosofal de la política educativa para los próximos años. Y la acogida de los demás grupos parlamentarios presentes en la Comisión de Educación no ha podido ser más hospitalaria: todos (sí, sin excepción) se han mostrado dispuestos a colaborar activamente y han prometido lealtad institucional al nuevo ministro y a su proyecto.
La gestación de este ansiado acuerdo ("la sociedad nos lo está pidiendo a gritos", ha dicho el ex rector), que acabaría con años de desencuentro en materia educativa, comenzó su andadura inmediatamente después de que el nuevo ministro tomara posesión de su cargo. Durante semanas, Gabilondo ha estado presentando su plan a los consejeros de Educación de las Comunidades Autónomas (que tienen las competencias transferidas, recordemos) y a los representantes de los dos principales sindicatos. Hoy le tocaba a los partidos políticos que lo han recibido con los brazos abiertos.
La lucha contra el fracaso y el abandono escolar, la reforma de la Formación Profesional, la modernización tecnológica de la educación (en consonancia con el cacareado proyecto Escuela 2.0), el compromiso con Bolonia, el aumento del número y la cuantía de becas son las principales líneas maestras del Pacto, que pretende ser la base que articule un nuevo modelo educativo.
Las ideas planteadas hoy en el Congreso darán mucho de qué hablar y estaremos atentos a su desarrollo más allá de las bienintencionadas declaraciones de intenciones. Por el momento, te desgranamos lo más importante:
En España, el 31 por ciento de los jóvenes de entre 18 y 24 años no estudia más allá de la educación obligatoria y no consigue obtener un título mínimo. El porcentaje dobla a la media europea. Esta lacra, que Gabilondo se ha marcado como prioridad absoluta de su mandato, es más persistente que una plaga de garrapatas y, por ahora, ninguna de las políticas concebidas para acabar con ella ha dado el resultado deseado.
La "grave" situación está en el centro de las preocupaciones educativas de todos los grupos parlamentarios y es urgente actuar. Buscar las verdaderas raíces del fenómeno (casi siempre problemas sociales y económicos), intensificar el trabajo con las Comunidades Autónomas, mejorar y aumentar las aportaciones económicas, crear canales para la participación de las familias y los interlocutores sociales, dignificar la labor de los docentes y hacer partícipes de las soluciones a las organizaciones de jóvenes son algunas de las propuestas. Sobre el papel todo suena bien, pero ¿será suficiente? Los expertos ya han señalado que dotar de medios es fundamental para acometer esta tarea, pero que lo verdaderamente imprescindible es que se obre un cambio de cultura en el profesorado. Y aquí entra en juego la inminente implantación del polémico máster de formación del profesorado, la panacea para algunos y una pérdida de tiempo para otros.
A juzgar por sus palabras, parecería que Gabilondo se ha dejado empapar del discurso sobre el cambio a un nuevo modelo productivo con el que se le llena la boca últimamente a Zapatero. El presidente ya ha repetido en varias ocasiones que hay que construir una nueva economía con la que salir de la crisis, una economía con el conocimiento como bandera, basada en el desarrollo sostenible y la innovación. Pero lo del cambio económico es algo de lo que se viene hablando desde hace mucho tiempo en todos los encarnizados debates sobre el proceso de Bolonia, el plan de convergencia europeo para adaptar la universidad al Espacio Europeo de Educación Superior (EEES). Y esa lección el nuevo ministro se la sabe de memoria.
Hacer del conocimiento el principal brazo armado de una economía competitiva es una de las ideas que han planeado sobre todo el proceso de reforma europeo. Precisamente la iniciativa de arrebatar la Secretaría de Estado de universidades al Ministerio de Educación para ponerla bajo la órbita de Ciencia e Innovación obedecía a la filosofía de vincular el conocimiento a la carrera por el desarrollo. Gabilondo se mostró siempre en contra de esta decisión, que nunca terminó de cuajar y que se corrigió en la reforma del Gobierno que lo hizo ministro. La dureza con que golpea la crisis ha vuelto a poner en el centro del debate la necesidad de crear (a través de la educación) una sociedad "más formada y preparada" en la que el conocimiento sea el factor determinante del crecimiento.
Se trata de otro de los ejes vertebradores del proyecto. Desde que llegó al cargo, Gabilondo también ha mostrado su intención de impulsar un plan integral para la Formación Profesional que le quite el estigma a un itinerario educativo que, aunque goza de buena salud, sufre un endémico desprestigio. Mejorar su estatus sería, para algunos expertos, una solución eficaz al fracaso escolar. El cambio de modelo económico también entra en juego en este punto. Zapatero ya citó la reforma de la FP como "uno de los elementos clave para el futuro desarrollo económico y social" de España. Según Gabilondo, la crisis puede suponer una gran oportunidad para mejorar nuestra capacidad competitiva. Para ello, será necesario que la FP se adecue a las necesidades de la economía sostenible y del mercado laboral, fomentando los sectores emergentes y vinculando la formación
Mejorar el modelo de becas y ayudas universitarias y aspirar a un "aumento sostenido" de éstas hasta llegar al 0,2 por ciento del PIB. Éste es el objetivo que se ha marcado el Gobierno. A todas las ayudas ya existentes, se suman otras tres, que el Consejo de ministros aprobará este viernes y entrarán en vigor a partir del próximo curso:
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