CANNES.- Hoy el póker de cine francés de la edición 62ª de Cannes quedará al descubierto. 'Enter the void', de Gaspar Noe, será la última película francesa en presentarse en el Palais du Festival. El director regresa a la batalla por la Palma de Oro después de que retara a los de estómago fuerte a ver su 'Irreversible' en la edición de 2002.
Dos hermanos —un pequeño traficante de drogas y una 'stripper'— que se acompañan en Tokio promete ser, según el propio Noé, "psicodélica e hipnótica". Pero hay un problema, la cinta no está terminada, lo que seguramente le resta el número de papeletas para llevarse el premio gordo. "Decirle no al festival de Cannes sería como dispararme en los cojones", dice el director en entrevista concedida la distribuidora Wild Bunch.
A dos días de que termine el festival otra película francesa sigue muy arriba entre las favoritas de la crítica. Se trata de 'Un prophète' (Jacques Audiard), la historia de un chaval de origen magrebí de 19 años que ha vivido en la delincuencia toda su vida, pero se da cuenta de que el juego se pone serio cuando pasa de un centro de menores a una cárcel de verdad. En el talego aprende las reglas básicas para sobrevivir, incluyendo sobrellevar el racismo y los abusos de las dos principales mafias: los corsos y los árabes. La película cuenta con un sinnúmero de críticas positivas. También se encuentra favorecida en el seguimiento diario de las revistas 'Le Film Français' y 'Screen', que le otorga una calificación de 3,4 sobre 4 basándose en diez críticas (el segundo lugar es para 'Los abrazos rotos', con un 3,2, mientras que la peor valorada es 'Anticristo' con 1,6).
Sólo hay un problema. Se llama corrección política. El año pasado la película francesa 'La clase' (Laurent Cantet) se llevó el galardón tras el fallo del jurado presidido por Sean Penn. Francia conseguía 'recuperar' la Palma, algo que no hacía desde 1987 por 'Sous le soleil de Satan' (Maurice Pialat). Que un mismo país repita el golpe a un galardón sólo ha sucedido cinco veces en los últimos cuarenta años (70-71, 73-74, 77-78, 89-90-91 y 03-04), pero Francia nunca ha sido uno de esos países. Es el problema de jugar de local. Además, que la actriz gala Isabelle Huppert presida el jurado tampoco ayuda. La última vez que un presidente del jurado entregó la Palma a un director de su misma nacionalidad fue en 2004, cuando Tarantino el activista premió a Michael Moore por 'Fahrenheit 9/11' en una decisión polémica.
Alain Resnais, un verdadera leyenda viviente del cine, también se encuentra en la terna de los favoritos. Su 'Les herbes folles', una comedia aparentemente ligera, pero que termina siendo inquietante y misteriosa, ha sido consentida por la crítica. Una Palma (no tiene ninguna a pesar de haber presentado 'Hiroshima mon amour'en 1959 y haber perdido contra Marcel Camus) sería un estupendo homenaje para el director, que está a punto de cumplir los 87 años el próximo miércoles.
Finalmente, el cuarto largometraje de Xavier Giannoli (París, 1972) también ha arrancado grandes aplausos en la sala de proyección (es de casa no hay que olvidarlo) con 'À l’origine', la historia de un delincuente de poca monta que pone una constructora para seguir estafando a la gente. ¿A que suena familiar?
Una posible solución podría ser 'partir' la Palma y premiar a dos películas. De esa forma la crítica quedaría contenta y el jurado exento de cualquier sospecha de tongo. Esto ha sucedido en once ocasiones durante la historia del festival. De hecho España ganó su única Palma de Oro con 'Viridiana' en 1961 junto a 'La larga ausencia' (Henri Colpi ).
'Das Weisse Band' (Michael Haneke) es una película especial. Son casi dos horas y media de una narración pausada pero impecable sobre un pequeño pueblo protestante del norte de Alemania. Rodada en un pulcro blanco y negro la cinta no tiene ninguna banda sonora, y los créditos del inicio y el final son completamente primitivos. Puede ser un reto para varios espectadores. Quienes resistan el embate, no obstante, encontrarán un poso muy digno.
Haneke (Munich, 1942) se ha despojado de cualquier accesorio de lujo para contar una historia con maestría. La localidad, una pequeña muestra de la Alemania previa a la primera guerra mundial, se ve sorprendida por varios incidentes que han alterado —quizá de forma insignificante— la vida de todos, pero que desencadenarán represalias tremendas. Los personajes son estereotipos muy marcados (un pastor, el barón, el doctor y su asistenta, un joven maestro y los niños del pueblo), lo que permite esbozarlos fácilmente de forma no sólo física, sino también psicológica.
En repetidos lugares se dice que la película es una aproximación a la raigambre del nazismo, pero lo cierto es que se abre más allá de esa mera interpretación. Es una rica historia de varias capas que sólo Haneke, un tipo con estudios en filosofía y psicología, pudo haber bordado ofreciendo más preguntas que respuestas.
Sólo por buscar hay un pero, Isabelle Huppert y Haneke son amigos desde el año 2001, cuando el director la invitó a encarnar a Erika Kohut, la masoquista maestra de piano de la novela de Elfriede Jelinek, y que le llevó a ganar el premio de mejor actriz en la edición 54ª del festival.
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