Hoy comienzan seis días del mes de abril que influirán en nuestras vidas. Da igual que seas un 'perroflauta', un antisistema (¿qué antisistema, si el sistema se ha devorado a sí mismo?), un parado, un jubilado o tengas la suerte de ser un vulgar ciudadano de clase media que no tiene su trabajo amenazado. Son seis días históricos, aunque estemos hartos de los adjetivos grandilocuentes. Porque si todo sale bien, del 1 al 7 de abril de 2009 pasará a la historia con títulos tan rimbombantes como aquel de "los días que cambiaron al mundo". O al revés, "los días que hundieron al mundo".
No se trata sólo de la cumbre del G-20, sobre la que ya te hemos explicado la parte escéptica (¿Cómo se puede refundar el capitalismo en un día?) o lo que tienes que saber para moverte por los acontecimientos que empiezan esta noche en Londres. Vamos a intentar explicarte, dentro de nuestras posibilidades, por qué no debes descolgarte de la movida que hoy empieza en la capital británica y termina el martes en Estambul, con la Cumbre de la Alianza de las Civilizaciones.
Esta noche cenan en Londres representantes de 24 países —se supone que los más ricos o los que van camino de serlo— que intentan llegar a acuerdos —lo que puedan, no te engañes— para dar salida a la crisis económica mundial más grave desde que acabó la II Guerra Mundial.
Si la afirmación te parece desmedida y eres de los que hace unos meses se partía de la risa cuando te hablaban de la gravedad de la crisis, ahí van algunas de las reflexiones que, sobre circunstancias históricas similares a las actuales, o sobre lo que estamos viviendo, han lanzado personajes influyentes, no solo políticos.
Zweig escribió sus memorias en 1940, cuando ya había estallado la II Guerra Mundial y relata la derrota de su civilización y la de sus amigos: Rilke, Freud, Rodin, Strauss, Gorki, Toscanini, Thomas Mann, Hoffmansthal, Schnitzler. El escritor vienés nunca olvidó que las dos guerras que vivió fueron precedidas por sendas crisis económicas brutales, con millones de parados y hambrientos en el mundo.
Si con las advertencias de los personajes citados hemos logrado despertar tu interés, ahora querrás saber por qué hablamos de seis días de abril que deberían de cambiar o influir en el mundo. Ocurre que primero es la cita del G-20 en Londres, esa de la que vienen hablando desde hace meses en Washington y luego en Berlín, de la que te estamos contando qué hacen los que protestan, por si quieres participar, pero la cosa no acaba aquí, aunque el G-20 sea el encuentro clave.
Te hablamos de seis días de abril porque, desde Londres, Obama y los mandatarios que forman parte de la OTAN y de la UE —los otros se irán descolgando por el camino— se trasladan a Estrasburgo. Celebran el 60 aniversario de la fundación de la OTAN en esta ciudad francesa y en Kehl (Alemania). Ahí entra en juego que harán con Afganistán y la política hacia el mundo árabe. Después se paran en Praga —pese a la vergüenza que nos produce Mikel Topolanek, que preside el semestre europeo y ha recibido a Obama con el camino al infierno— y después en Estambul, donde se celebra el II Foro de la Alianza de Civilizaciones, ese foro propiciado por Zapatero y el primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, apoyados por el secretario general de la ONU, Ban Ki Moon.
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A todas estas ciudades acude el presidente Obama, en su primer recorrido por Europa tras ser elegido el primer presidente negro de la primera potencia mundial. Desde el viaje del mítico Franklin Delano Roosevelt a la Cumbre de Yalta (Crimea, hoy Ucrania) para reunirse con Stalin y Churchill y repartirse el mundo al final de la II Guerra Mundial, o desde la visita de los glamourosos John Fitgerald Kennedy y Jackie —que viajaron a Europa para vender Camelot . Luego, en 1963, Kennedy visitó el muro de Berlín levantado tras el reparto de las dos Alemanias—, desde estos viajes, nunca antes una gira de un presidente norteamericano había levantado más expectación. Todo confluye, desde la elección y el personaje Obama a la gran crisis global que vive el planeta.
La presencia del norteamericano, tanto en la OTAN como en Estambul —no está claro si finalmente aparecerá en el Foro de la Alianza de las Civilizaciones o sólo se reunirá con líderes culturales turcos—, dará también para alguna negociación de ultimísima hora —poco, muy poco, porque está todo o casi todo atado— pero, sobre todo, para que los mandatarios del mundo que nos deberían sacar del atolladero se conozcan algo más. ¿Servirá? Nadie lo sabe.
Es verdad que te hemos animado a seguir hasta aquí para ahora decirte qué es el G-20 y qué se puede esperar de una reunión que durará entre cuatro o cinco horas, porque lo poco que vaya a salir de la cumbre no nos va a sacar de la crisis, pero sí será un paso. Ahí te van unas cuantas cifras, cortas y claras, esperamos, que te sitúen.
Si después de todo ese batiburrillo de advertencias, miedos, objetivos y circunstancias históricas no sabes con qué quedarte, debes saber que, cuando mañana por la noche o el jueves los medios digan "fracaso de la cumbre del G-20" o "Cumbre gris, Merkel convoca otra para mayo y Sarkozy se marcha" —por ejemplo—, lo único que tienes que intentar averiguar es si los reunidos en Londres han acordado algo concreto contra la tentación del proteccionismo económico, esa enfermedad tan grave que ataca a los Gobiernos, que los lleva a poner aranceles para proteger sólo lo que cada uno produce. Nuestros productos defendidos en una guerra comercial frente a las importaciones de otros países. De este gran peligro han escrito desde Krugman, pasando por el secretario de Estado David Vegara, el Nobel Stiglitz, el catedrático español Emilio Ontiveros. El proteccionismo sería un desastre —la opinión es unánime—, pero 17 de los 24 países que han ido a la Cumbre ya han adoptado alguna medida que protege sus productos frente a los de los demás.
Por último, no dejes de seguir las protestas contra esta cumbre y las siguientes, hasta la de Estambul, aunque tengan contenidos muy diferentes. Porque estos tipos que se manifiestan desde hoy por las capitales del mundo y entre los que se encuentran muchos jóvenes de la llamada generación 0, esos que hasta el año pasado tenían un futuro prometedor y ahora solo esperan en la cola del paro o buscan adónde escapar, no quieren ser iguales que sus padres, la generación del 68 que buscaba la playa debajo de los adoquines, pero lo están viviendo. La mayoría de los del 68 no encontraron ni arena fina, pero fueron conscientes de que vivían un momento histórico. Estos seis días de abril pueden ser un fiasco, pero también el inicio de un momento histórico. No te lo pierdas.
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