En esto de la crisis económica las certezas brillan por su ausencia. Pero una cosa parece difícilmente contestable: los antiglobalización han sido los únicos que acertaron en su diagnóstico sobre la situación financiera y supieron prever la actual debacle (frente a los dirigentes de influyentes organismos internacionales en cuyas manos se concentra la capacidad de tomar decisiones). Entonces, cobra fuerza una paradoja: ahora que el G-20 se reúne para buscar una salida, ¿por qué nadie ha consultado o está prestando una mayor atención a los postulados de estos grupos?
"También los prestigiosos economistas que trabajan para las instituciones financieras internacionales podrían haber previsto la crisis. Pero desgraciadamente estas instituciones han venido siendo el brazo armado de quienes no se han comportado más que como meros especuladores sin escrúpulos", nos dice José A. García, responsable de la comisión de la Unión Europea de Attac en España.
Por su parte, Jaime Pastor, profesor de la UNED especializado en movimientos sociales, subraya la existencia de "un fuerte desajuste entre la legitimidad moral que han alcanzado las tesis de la corriente antiglobalización al haber previsto la crisis y la capacidad práctica para dar a conocer cuál es su alternativa". Según el profesor, esto se debe a que "el G-20 sólo quiere poner parches y no busca medidas resolutivas para que paguen los responsables. Y tampoco le interesa que la sociedad pueda encontrar otro referente".
A pesar de estas dificultades para dar resonancia a su discurso, lo cierto es que uno de los postulados clásicos de la antiglobalización se ha colado en la agenda del G-20. No en vano, sobre la mesa se pondrá la lucha contra los paraísos fiscales. Del mismo modo, no deja de ser sorprendente el tono de algunas declaraciones, como la de Pascal Lamy, director de la Organización Mundial del Comercio, quien ha declarado en una entrevista a 'El País' que "hay que pasar a un modelo de crecimiento menos extravagante", o que "no hay que renunciar a buscar alternativas al capitalismo". Así, parece que, aunque de forma subrepticia y sin representación en los grandes foros, algunos postulados del discurso antiglobalización han ascendido un peldaño en el discurso público. ¿Es éste un síntoma de buena salud para el movimiento antiglobalización?
En primer lugar, una precisión: muchos reniegan del término antiglobalización, ya que su rechazo se concentra contra una forma concreta de globalización, la neoliberal, pues ven con buenos ojos una globalización justa y equitativa, a la medida de las personas.
Ahora bien, hay indicios que permiten vislumbrar un nuevo esplendor en el movimiento como réplica a las graves turbulencias financieras. "La actual crisis económica puede ser ciertamente un acicate para que mucha gente se decida a participar. Ahora sabemos todos que el aumento del paro y el deterioro del Estado social tienen sus causas en los abusos del sector financiero; ya no suena extraño a casi nadie oír hablar de hipotecas subprime o de paraísos fiscales", asegura José A. García. Del mismo modo, nos cuenta que ha crecido la atención ciudadana hacia grupos como Attac: "Podemos notar que el interés se ha multiplicado: las altas de nuevos socios van creciendo a buen ritmo, nuestras páginas web están obteniendo más visitas que nunca y los actos que organizamos están siendo un éxito de público".
La época de mayor empuje altermundista se sitúa entre la cumbre de Seattle, en 1999, y las manifestaciones contra la guerra de Irak, en 2003. "Desde entonces, sin embargo, no se alcanzaron grandes éxitos a nivel mundial, por lo que hubo cierta crisis de perspectiva y se perdió algo de tensión. Al mismo tiempo, las acciones y los mayores logros tuvieron un carácter más localizado, especialmente en América Latina", nos dice Jaime Pastor. La crisis económica, no obstante, ha revitalizado a estos grupos, como quedó de manifiesto en el pasado Foro Social Mundial que se celebró en la localidad brasileña de Belém.
"Allí se vio una verdadera capacidad para comprender la nueva situación", asegura el profesor de la UNED. Ahora, los integrantes del movimiento esperan que la atmósfera de análisis y la búsqueda de soluciones que se vivió en el foro amazónico tenga su reflejo en la acción práctica. De ahí la vital importancia que tiene la presente semana para el movimiento altermundista.
Precisamente, en Belém se acordó la agenda de protestas, que incluye una semana de acción global contra la crisis, coincidente con la cumbre del G-20 que mañana se celebra en Londres. "Sólo si conseguimos ser el número de personas suficiente como para ser capaces de desequilibrar las balanzas electorales, entonces los políticos tendrán en cuenta nuestras reivindicaciones", asegura José A. García. Jaime Pastor también hace un diagnóstico parecido: "Esta semana tiene que servir para valorar la capacidad de reacción del movimiento. El problema es que las élites gobernantes sólo valoran aquellas organizaciones con representación electoral o con la influencia de los grandes grupos de presión".
Si el sábado comenzó la semana de movilizaciones con una jornada de acción global, la City londinense será testigo, durante la jornada de hoy, de diversas protestas. Una de las más importantes y beligerantes comienza a mediodía (hora española) y partirá desde cuatro estaciones de metro diferentes. Un jinete del apocalipsis liderará cada una de las marchas, en representación de la guerra, el cambio climático, los delitos financieros y la falta de vivienda.
Estas cuatro manifestaciones diferentes pueden dar cuenta de la heterogeneidad que caracteriza al movimiento altermundista. Sin embargo, José A. García piensa que esa diversidad, si bien es más difícil de gestionar, en definitiva es "tremendamente positiva" y "aporta muchas más ventajas que inconvenientes". "No se puede construir un mundo nuevo sin tener en cuenta las reivindicaciones de los ecologistas, feministas, pacifistas, sindicalistas, campesinos, etc. La riqueza de todas estas aportaciones es lo que nos hace fuertes y precisamente por ello hemos de saber combinarlas y coordinarlas", añade. Además, los expertos consultados consideran que desde Belém se ha ganado una mayor unidad de acción en el seno del grupo.
No es descartable que, durante el transcurso de estas jornadas, los medios de comunicación se hagan eco de algún episodio violento. "Desde Attac y desde el conjunto de movimientos altermundistas estamos radicalmente en contra del uso de la fuerza. Las manifestaciones de violencia que se dan en algunas concentraciones nos perjudican seriamente, pero no hay que conocernos demasiado para saber que nuestras únicas armas son las palabras certeras. Decía Gandhi que lo que se consigue con la violencia sólo puede mantenerse con la violencia, y, siguiendo sus enseñanzas, únicamente consideramos métodos exclusivamente pacíficos para conseguir nuestro objetivo, que no es otro más que una justicia económica global", concluye José A. García.
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