Agenda para 'refundar el capitalismo':
8.30 am: Desayuno de líderes del G-20.
9:30 am: Foto oficial.
9:50 am: Sesión plenaria de la mañana.
1:25 pm: Comida.
2:30 pm: Sesión plenaria de la tarde.
3:30 pm: Rueda de prensa.
En total, cuatro horas y treinta y cinco minutos de trabajo. ¿Es posible decidir en ese tiempo cómo salvar el modelo económico actual? Obviamente, no. Como su propio nombre indica, la cumbre de Londres —como la de noviembre en Washington o como la mayoría de las cumbres— no es más que el punto álgido de todo un proceso que lleva mucho trabajo.
Al fin y al cabo, los cientos de asesores y delegados que acompañan a los presidentes y primeros ministros llevan trabajando en esta cita desde la anterior. Así pues, cuando Zapatero se siente con Obama, Sarkozy, Merkel y demás, tan sólo tendrán que mirar los tres o cuatro puntos que más roces despierten entre los asistentes. Todo lo demás ya está hecho. Podemos encontrar ya la postura que defenderá España en la cumbre en la página oficial y las diez propuestas que presentará Zapatero. El borrador de lo que dirán conjuntamente los líderes mundiales ya se ha filtrado incluso a la prensa. Pero, para conseguir que la cumbre dure solamente un día, los 'negros' de los presidentes llevan cinco meses trabajando.
El 15 de noviembre, mientras Zapatero se hacía la foto detrás de Bush —con una sonrisa triunfante después de haberse 'colado' en la cumbre— empezaban los preparativos para la reunión de este jueves. Se constituyeron cuatro grupos de trabajo, que durante todo este tiempo han sido los encargados de hacer el trabajo sucio sobre el que se basarán las conclusiones a las que se llegue en esta cita. Los grupos estaban divididos en cuatro áreas: la situación macroeconómica actual, regulación y supervisión, reforma del Fondo Monetario Internacional y refuerzo de las instituciones multilaterales (que no son el FMI).
Todos los preparativos han estado orquestados, principalmente, por los ministerios de Economía de los países participantes. En el caso de España, la responsabilidad ha estado compartida con la Oficina Económica de Presidencia. Al frente de toda la operación, los dos hombres que (además de Solbes) ya acompañaron a Zapatero en la cumbre de Washington: el secretario de Estado de Economía, David Vegara, y el director de la Oficina Económica de Moncloa, Javier Vallés. Ayer Vegara empezó su intervención ante los medios diciendo que la búsqueda de soluciones a la crisis "no es un proceso que empiece en Washington y acabe en Londres". Según el secretario de Estado, Londres "amplía" y "concreta" a Washington, pero tampoco es el fin.
Antes de presentarse en Londres con el papel bien aprendido, los miembros de la UE que acuden a la cita también han tenido que dejar clara a la Unión cuál sería su postura. Los Veintisiete consensuaron el mensaje en la última cita del Ecofin (el Consejo de Economía y Finanzas), que tuvo lugar la primera semana de marzo. Pero en ensayo general tuvo lugar hace dos fines de semana, en el mismo escenario en el que se desarrollará la cumbre. Los ministros de Finanzas del G-20 se encargaron de limar asperezas y dejarlo todo preparado para que los protagonistas se limiten a releer las conclusiones, cambiar alguna que otra idea que sigue en el aire, echar una firma y hacerse la foto. "Realmente, el día 2 no quedará casi ningún cabo suelto. Se debaten las conclusiones que ya están redactadas y, como mucho, se discute algún punto que haya sido un poco conflictivo, pero apenas hay modificaciones", cuentan desde Moncloa.
Aun con los deberes hechos, la mayoría son escépticos acerca de que este sea el punto y final de las negociaciones para sacarnos del atolladero económico. La canciller alemana, Angela Merkel, aseguró hace unos días que se necesitarán muchas más reuniones para sacar conclusiones claras. No es la única que piensa así. Peter Temin, catedrático de historia económica en el Instituto Tecnológico de Massachusetts, no cree que se llegue a grandes acuerdos que puedan dejar a los ciudadanos con buen sabor de boca, precisamente por las discrepancias que hay entre Estados Unidos y el bloque formado entre Alemania y Francia sobre qué medidas adoptar.
Sí, ya sabemos que las comparaciones son odiosas y que estamos hartos de escuchar las similitudes y las diferencias entre la cumbre del G-20 y la de Bretton Woods. Pero teníamos que hacer una más: frente al único día que se dedicará esta vez para refundar el sistema, en Bretton Woods se invirtieron 22. Eso sin tener en cuenta los preparativos anteriores a la reunión de 1944, que se empezó a gestar dos años antes. En junio de 1942, el economista estadounidense Harry Dexter White dio el primer paso y envió a Reino Unido el proyecto de EEUU sobre lo que debería ser una reunión que permitiera regular la economía mundial. Keynes envió la respuesta de los británicos en agosto de ese mismo año, según explica un economista fanático de aquella reunión. En 1943 se produjeron las primeras negociaciones directas, pero no fue hasta el 1 de julio de 1944 cuando comenzó el encuentro, al que Keynes llegó a bordo del Queen Mary. Aún así, después de tanto tiempo de preparación, el economista no quedó del todo satisfecho con los Acuerdos alcanzados, confiesa el mismo keynesianista declarado.
Afortunadamente para las delegaciones de los países que participan, ahora todo es mucho más sencillo. "Estamos en contacto continuo con el resto de participantes a través del correo electrónico: cambiamos papeles, nos enviamos borradores, hacemos correcciones... todo para ir acercando posturas", explican desde el Ministerio de Economía. Vegara, a sabiendas de que Keynes y sus colegas estuvieron más de dos años dándole vueltas al asunto, ha enfatizado que Londres tan sólo es un impulso más de la recuperación económica.
La expedición española empezará a llegar a Londres hoy. Cogerán un avión que les deje en menos de dos horas en la capital británica. Nada que ver con los siete días que tardó Keynes en llegar a Bretton Woods.
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