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Estado fallido: una incómoda etiqueta de la que México trata de escapar

Por MARÍA SÁNCHEZ DÍEZ (SOITU.ES)
Actualizado 26-03-2009 22:20 CET

México libra dos guerras. La más cruenta es en la que planta cara al narcotráfico. La que más quebraderos de cabeza le está causando, coincidiendo con la visita de la secretaria de Estado de Estados Unidos, Hillary Clinton, es la diplomática. La credibilidad de su Gobierno está en juego por culpa del enfrentamiento entre las bandas de traficantes de drogas en el norte del país, que ha puesto en tela de juicio su capacidad para afrontar la 'narcoviolencia' ante el mundo entero. El primer frente es el más peligroso, pero el segundo puede hacerle más daño como potencia emergente.

¿Cómo se sabe que un Estado ha fallado?

Todo gira en torno a un complejo y difuso concepto: 'Estado fallido'. Pero, ¿cómo se sabe cuándo ha fallado un Estado? Esta denominación, que se ha ido popularizando entre think tanks de política internacional en los últimos años, hace referencia a países cuyos gobiernos no son capaces de hacer efectiva su autoridad y control en el conjunto de su territorio. La tormenta política se desató hace unos meses, cuando un informe del Departamento de Defensa de Estados Unidos valoraba la posibilidad de que México sucumbiese a la situación de caos y violencia que ya es ley en algunas ciudades del norte del país y pasara a engrosar la lista de naciones que se incluyen bajo esa designación, posibilidad que ya venían vaticinando algunos analistas desde hacía tiempo.

Muchos son los que piensan que México ha tardado demasiado en hacer frente al acuciante problema del narcotráfico. Sin embargo, enseguida se ha empleado a fondo en la batalla por la defensa del prestigio internacional. Desde que se conocieron las conclusiones del estudio del Ejército estadounidense, ha echado a andar su maquinaria propagandística, negando la mayor. Su secretaria de relaciones internacionales, Patricia Espinosa, y el propio presidente, Felipe Calderón, han repetido allá donde han podido y hasta la saciedad la misma consigna, a modo de mantra: 'México no es un Estado fallido'.

Los números parecen darles la razón de momento. En la lista que cada año publica 'Fund for peace' del club de los países en situación de 'debilidad', México ocupa el puesto 105, muy por detrás (y con mejores puntuaciones) que China, Rusia, Venezuela, Bolivia o Colombia. Todos ellos están, sin embargo, en situación de 'peligro', según este think tank. Para valorar en qué situación se encuentra cada uno se miden indicadores como la presión demográfica, los movimientos de refugiados, el deterioro de los servicios públicos, la violación de los Derechos Humanos, la criminalización o la deslegitimación del Estado.

Desde el primer momento, Calderón ya se quejó del "daño tremendo" que esto podría causar a su país, por ejemplo, ahuyentando a la inversión exterior. Y es que parece que la sola calificación de 'fallido' es peor que un mal de ojo. El alcance de las consecuencias reales que tiene este concepto siguen sin estar muy claras. Según explica Susan L. Woodward, especialista en Estados débiles de la City University of New York, en su artículo 'Estados fallidos, el peso de las palabras', su amplia aplicabilidad a realidades muy diferentes genera una importante reacción a la defensiva en los afectados. "A sus ojos, el término es en sí una amenaza esgrimida por los Estados potentes con vistas a encontrar un pretexto para una nueva intervención en los asuntos interiores de naciones soberanas", explica. Las desconfianzas que despierta esta ambigua noción van por esos derroteros: muchos creen que se trata de una artimaña de Estados Unidos para legitimar actuaciones que supongan una injerencia para su soberanía.

Lo cierto es que los 'narcos' preocupan a los vecinos del norte, que siempre han apoyado al Gobierno mexicano en su lucha contra la droga. Y mucho, especialmente desde que los tentáculos de las mafias se han dejado sentir al otro lado del Río Bravo. Prueba de ello, además del informe de defensa, es que varios gobernadores de estados sureños han pedido a Obama que mande a tropas para garantizar la seguridad, propuesta que el presidente ha prometido considerar. A todo ello se suma ahora la visita de Clinton, que se ha saldado con el acuerdo de emprender nuevas medidas conjuntas en la lucha contra la droga, como la creación de una oficina común y el desembolso de 80 millones de dólares para la compra de helicópteros.

Mientras, las autoridades mexicanas siguen defendiéndose como gato panzarriba. Políticos de todo signo han acusado a Estados Unidos de lanzar una campaña contra México y Calderón llegó a enmendarle la plana al presidente de moda, exigiéndole que transmitiera el sentido de corresponsabilidad en la lucha contra las drogas a todos los miembros de su gabinete y señalando al mismo tiempo el verdadero culpable de la guerra entre los siete carteles mexicanos: la disputa por el mercado de la droga estadounidense, el mayor del mundo con sus seis millones de consumidores de cocaína. Para alejar el fantasma de la fragilidad, el gobernante Partido de Acción Nacional (PAN) ha organizado unos seminarios para los parlamentarios de su bancada en la Cámara de Diputados. El objetivo es que sepan cómo contraargumentar a la oposición y a todo aquel que esgrima la delicada situación de México o su posible ingreso en el club de los fallidos.

Sin embargo, pese a los esfuerzos institucionales, el mensaje no acaba de convencer a todo el mundo. Para Pedro Medellín, director del programa de América Latina del Centro Internacional de Toledo para la Paz, México puede decir lo que quiera, pero ya es un Estado fallido. "No tiene el monopolio de la fuerza", indica. "Se ha convertido en un país que no puede garantizar el ejercicio de los derechos a sus ciudadanos, que no tiene un poder judicial capaz de encarcelar a los narcotraficantes y con zonas del país sobre las que el control territorial lo ejercen los delincuentes: desde el acceso a las carreteras hasta la movilidad de las personas", indica. En definitiva: los 'narcos' le han usurpado la soberanía al Estado.

La lucha por deshacerse de este estigma no cesa. Esta misma semana 'The New York Times' publicaba un artículo del famoso historiador mexicano Enrique Krauze en el que defendía la gestión del Gobierno derechista de Calderón, que ha hecho de la guerra sin cuartel a los carteles mexicanos la principal seña de identidad de su gestión. En él, señalaba que la "imagen distorsionada" que Estados Unidos se está formando sobre la situación al otro lado de la frontera podría tener costosas consecuencias.

A pesar de esta ofensiva, la sombra de sospecha ya planea sobre México. Por lo menos, entre tantas malas noticias para su imagen internacional, esta misma semana los mexicanos han recibido un balón de oxígeno: la calificadora de riesgo Moody's ha considerado que, a pesar de la inquietud creciente en torno a la seguridad pública, el perfil de México no se ajusta al de un Estado en situación de debilidad. y que los planteamientos que hablan de su fragilidad "carecen de sustento". Un acierto entre tanto fallo.

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