Un hombre sale de su casa y, antes de llegar al coche, es atrapado por un grupo de personas que le introducen en una furgoneta. Después de ser trasladado a un lugar oculto, su familia recibe una llamada en la que los secuestradores exigen miles de dólares por el rescate. Si el dinero no llega, al día siguiente la amenaza viene atada al dedo del secuestrado.
La escena nos recuerda a México y las consecuencias del narcotráfico, pero, desde hace unos meses, incidentes como éste tienen su réplica en Estados Unidos. El New York Times califica el problema como el próximo conflicto internacional que probablemente tenga que resolver el presidente Obama.
Para evitarlo, el gobierno anunciaba el martes una inversión de 700 millones de dólares y 360 agentes federales más para ayudar a México en la lucha contra el narcotráfico. La secretaria de Estado norteamericana, Hillary Clinton, ha iniciado una visita de dos días al país vecino. Clinton continúa así la cadena de reuniones que culminará con la asistencia de Barack Obama a la Cumbre de las Américas en el mes de abril y que arrancó cuando Felipe Calderón se convirtió en el primer mandatario extranjero en entrevistarse con Obama tras ser elegido presidente.
Pero el problema es que EEUU ya tiene muy dentro de sus fronteras el conflicto. Los crímenes relacionados con el tráfico de drogas han convertido a Phoenix (Arizona) en "la capital de los secuestros". Hasta el año pasado, esta ciudad era considerada como el santuario de la inmigración ilegal. Quienes cruzaban desde México —muchos después de viajar desde otros países latinoamericanos— empezaron a entrar por Arizona: los puntos fronterizos con el estado de California cuentan con mayor control policial y el desierto que se extiende por la frontera con Arizona les sirve de cómplice.
La "narcoviolencia" rozó las 6.000 muertes en 2008. Ahora las víctimas se empiezan a contar dentro del territorio estadounidense. Hasta 366 secuestros fueron denunciados a la policía de Phoenix, que es ya la segunda ciudad del mundo con más secuestros, por detrás sólo de México, D.F. Sin embargo, las autoridades sospechan que otros tantos delitos quedan sin denunciar porque los afectados son inmigrantes que han cruzado la frontera de forma ilegal o están implicados en tramas de narcotráfico.
La relevancia de Phoenix en la lucha contra el narcotráfico y la inmigración ilegal empujó a Obama a elegir a Janet Napolitano, antes gobernadora de Arizona, como secretaria de Seguridad Nacional. Napolitano está ahora encargada, entre otras cosas, de frenar el empuje del tráfico de drogas. Según el departamento de Justicia, más de la mitad de la marihuana incautada en la frontera con México es obtenida por la policía en los límites del estado de Arizona.
Algunas autoridades llevan tiempo lanzando la señal de alarma por la incidencia del narcotráfico en el territorio estadounidense. Ya desde la administración Bush, el Gobierno estuvo centrado en luchar contra la inmigración ilegal y el terrorismo islámico, sin prestar demasiada atención a la mudanza de narcos desde México. En los últimos meses de su mandato, Bush ordenó añadir hasta 360 kilómetros de muro en la frontera. Y ahora Obama se ha encontrado con el narcotráfico en su lado del muro.
El tráfico de drogas está ligado a redes que cobran a inmigrantes por ayudarles a cruzar la frontera de forma ilegal, tráfico de armas, secuestros, extorsiones y prostitución. La combinación del tráfico de drogas con la prostitución en la frontera, por ejemplo, constituye otra amenaza para Estados Unidos. A pesar de que México cuenta con una de las tasas más bajas de incidencia del sida en su población, la ciudad fronteriza de Tijuana multiplica las cifras por tres, con un caso por cada 125 habitantes. Cuando los afectados cruzan la frontera, el virus viaja con ellos.
La magnitud del problema ha llevado al Fiscal General de California, Jerry Brown, a declarar que "cuando el Gobierno sólo se centra en grupos islámicos extremistas, otro tipo de terroristas quedan sin ser vigilados", advirtiendo que su Gobierno ha podido estar demasiado ocupado con Al-Qaeda como para resolver problemas internos. Problemas que ya han germinado en su lado del muro.
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