SAN SALVADOR (EL SALVADOR).- Una hora después de cerrarse los colegios electorales ya se podía prever con los datos del recuento mesa a mesa que Mauricio Funes, el candidato de la ex guerrilla del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN), iba a encabezar un triunfo histórico de la izquierda en El Salvador.
Los dueños de las calles y la algarabía eran muchachos y muchachas enfundadas en camisetas rojas, mientras los militantes de la Alianza Republicana Nacionalista (ARENA) caían en un silencio fúnebre del que ya no se recuperaron.
El Tribunal Supremo Electoral se había comprometido a presentar los primeros resultados oficiales dos horas y media después del cierre oficial y así ocurrió con una sorprendente puntualidad: con el 33% de los colegios escrutados ya ganaba el FMLN por más tres puntos porcentuales, una distancia que se mantuvo durante toda la noche.
Cada triunfo en un colegio electoral era religiosamente recibido con un griterío por parte de los militantes izquierdistas. A pocos metros "los areneros", tal como son conocidos los simpatizantes derechistas, perdían fuelle a medida que se iban conociendo los resultados. Dos filas de policías se interponían entre ambas aficiones políticas para evitar incidentes.
Diecisiete años después de firmarse una paz que ponía fin a más de una década bélica que incendió de punta a punta al pequeño país centroamericano, el FMLN consigue un triunfo histórico después de una larga y sucia campaña electoral. Podríamos decir que esta alternancia política consolida el modelo democrático salvadoreño después de 20 años de gobiernos monocolor de ARENA y pone fin a una larga posguerra.
Cuatro horas después de que se cerrasen los colegios y con el 88% de los votos escrutados que daba una diferencia insalvable, Funes se autoproclamó presidente electo de El Salvador. Acompañado por el Comité Político del FMLN y recibido con gritos de "Funes, presidente", el candidato reconoció que era la noche más feliz de su vida y agradeció a Dios que le hubiera protegido, "ya que sin su voluntad" nunca hubiera conseguido el triunfo en las urnas.
Funes felicitó al pueblo salvadoreño por escoger "el camino del cambio y la esperanza, vencer el miedo a la hora de votar y entregarse a pecho abierto por un nuevo El Salvador". Afirmó que el triunfo en las urnas se asimila a "un nuevo acuerdo de paz y reconciliación" e invitó a "los buenos políticos a implicarse en la reconstrucción del país".
Los únicos silbidos se escucharon cuando dijo que respetaría a las fuerzas armadas de El Salvador. Su mención a Monseñor Óscar Arnulfo Romero, asesinado en marzo de 1980, fue, en cambio saludado con grandes aplausos, especialmente cuando aseguró que su Gobierno iba a tener "una relación preferencial por los pobres", la base ideológica del religioso muerto. Le recordó a ARENA que "nadie puede tomar la patria como un bien propio y que El Salvador nos pertenece a todos". Pero, al mismo tiempo, aseguró que su intención era dejar superar el pasado.
La primera persona que se atrevió a dar la cara por la derrota de ARENA fue Adolfo Torres, un dirigente y activista histórico del partido, que anunció que iban a respetar la decisión del pueblo salvadoreño, aunque recordó que "el país está aritméticamente dividido". Aseguró que el mayor Roberto D´Aubuisson, fundador de ARENA e implicado en el asesinato del arzobispo Romero, también aceptó el triunfo del candidato demócrata cristiano en 1984 en plena guerra civil.
Casi dos horas después de que Funes hablará por primera vez como autoproclamado presidente, apareció el derrotado Rodrigo Ávila rodeado de toda la cúpula de ARENA. Aceptó los resultados electorales, confirmó que en política "unas veces se logra el objetivo y otras no", recordó ante el bronce del fundador (D' Aubuisson), al que no nombró, que "Arena ya estuvo en la oposición y que la suya será constructiva, vigilante de que se respete el sistema de libertades". Felicitó a Funes por su triunfo y aceptó el envite del ganador para luchar juntos por la unidad del país. Y sobre todo insistió en la unidad de su propio partido que podría entrar en una profunda crisis después de esta derrota política.
La jornada transcurrió sin apenas incidentes violentos a pesar de que los nervios estaban a flor de piel. A Mónica Denisse Costa Araujo no le permitieron votar. El número de su carné de identidad coincidía con el del padrón electoral y también sus dos nombres y su primer apellido. Pero Araujo había sido cambiado por de Monterrosa desde que se casó hace unos meses. Lo que en cualquier país sería un incidente menor, en la mesa 149 de la Feria Internacional de San Salvador provocó una gran trifulca que estuvo a punto de arruinar la votación.
La mesa electoral fue rodeada por vigilantes y supervisores de los dos partidos en liza, observadores internacionales, miembros de la junta electoral municipal y una dotación de la policía. Durante quince minutos la elección fue interrumpida mientras los ánimos se caldeaban. Hubo gritos, insultos y empujones. Cada uno dio su versión de los hechos aunque al final los miembros de la mesa decidieron negarle el voto. Mónica se fue desconsolada sin poder introducir su papeleta ya doblada en la urna. El incidente provocó que se formase una larga cola con nuevos votantes a la espera de su turno.
Es como si cada elector pensara que su voto iba a ser el más decisivo en las elecciones más reñidas de la historia. Y por ello lo defendió con garras y uñas. Además, los dos candidatos habían hecho un llamado a sus simpatizantes para que cuidase cada voto. Algunos se lo tomaron al pie de la letra y vigilaron cada movimiento sospechoso.
Pamela Jandrés votó por primera vez acompañada de su bebé de siete meses al que paseaba dormido en una mochila de pecho. "Ha sido una elección sucia y la tensión es muy elevada. Esta noche podría haber incidentes serios", comentó atemorizada después de votar. En otra junta electoral una joven que no quiso dar su nombre consideró que la campaña electoral había sido demasiado larga y manifiesta su cansancio por la pelea permanente entre los dos partidos mayoritarios.
Desde primeras horas de la mañana los electores se agolparon en los centros de votación. En algunos colegios ya había votado el 40% del censo a mitad de la jornada electoral. Según una encuesta extraoficial todavía existía un 17% de indecisos, un número muy elevado en unas elecciones cuyos resultados fueron muy ajustados (FMLN: 51,27%; ARENA: 48,73%).
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