El rostro de la nueva izquierda francesa es el de un simpático cartero mileurista con cara de niño bueno; un licenciado en Historia que admira al Che Guevara y la lucha de los zapatistas en México. Su nombre es Olivier Besancenot, tiene 34 años y vive en la ciudad de Neully-sur-Seine, donde compagina su labor repartiendo correo con las tareas propias de haberse convertido en la cabeza visible del Nuevo Partido Anticapitalista (NPA), una formación política que ya amenaza con comerle terreno a un cada día más desconcertado Partido Socialista francés (PS) debilitado por las fratricidas pugnas internas.
Surgió hace tan sólo unas semanas de las cenizas de la veterana y trostkista Liga Comunista Revolucionaria (LCR), que se hizo un catártico 'harakiri' político en favor de este nuevo partido, que cuenta con casi 10.000 militantes. Besancenot ya ha aclarado que no es el Le Pen de la extrema izquierda, pero pregona sin sonrojo que el NPA tiene orientación revolucionaria, aboga por el fin pacífico del capitalismo, rechaza la burocracia comunista a la vieja usanza y proclama una íntima unión de su partido con todo tipo de movimientos sociales feministas, antiglobalización, ecologistas y estudiantiles. Busca, en definitiva, el espacio libre que queda "a la izquierda de la izquierda".
Besancenot logró primero vencer el cerco mediático, tarea nada sencilla para una opción política alternativa que se sale tan manifiestamente de lo común. Su carisma ha conseguido incluso que se acuse a los medios de comunicación de ofrecer cierto trato de favor a este llamado 'cartero rojo'. Pero esta pequeña victoria no es la primera que conserva en su haber. Ya en los pasadas elecciones presidenciales de mayo de 2007, todavía a la cabeza de la LCR, consiguió en la primera ronda más de un millón de votos (más del 4%). Y en un reciente sondeo, el 23% de los franceses encuestados piensa que Besancenot sería mejor rival político ante Sarkozy que la recién elegida Martine Aubry (13%) o la ex candidata presidencial Segolène Royal (6%).
"Lo tenemos mucho más difícil que ellos", admite de primeras Raúl Camargo, portavoz de Izquierda Anticapitalista (IA), el partido heredero de Espacio Alternativo, una corriente trostkista de Izquierda Unida que finalmente acabó por desgajarse para formar su propia fuerza política a finales de año. Su constitución pasó prácticamente desapercibida en comparación con la de un NPA que se erige inevitablemente como un espejo en el que mirarse. Aunque Camargo asegura que no se trata de convertirse en "una sucursal" del partido francés, reconoce que la repercusión de Besancenot podría darles un espaldarazo de cierta importancia.
No en balde, entre los planes de futuro de IA está concurrir a las elecciones europeas del próximo mes de junio en una candidatura integrada con el NPA y otros partidos europeos de extrema izquierda. Ya han recibido el apoyo de varios intelectuales, entre los que se encuentran los escritores Manuel Rivas o Rosa Regás, el politólogo Carlos Taibo o el actor Jordi Dauder, pero saben que será complicado conseguir un ascenso tan fulgurante como el de Besancenot. "Aunque no sean tan fuertes como en Francia, hay resistencias sociales dispersas en España que no están encontrando ningún referente a la altura en España", asegura Camargo. Desde Izquierda Anticapitalista, creen que hay espacio en nuestro país para un partido que haga de la lucha social su principal seña de identidad, por encima de la gestión o la participación en las instituciones.
Y es que éste es el principal hueco por el que pueden colarse estas nuevas fuerzas políticas. El surgimiento del NPA es, al menos para Besancenot, una señal que vaticina el fin de la izquierda tradicional: la que representa un PS que no gana en Francia unas elecciones presidenciales desde 1988. Jaime Pastor, profesor de Ciencias Políticas de la UNED especializado en partidos y movimientos sociales, comparte el diagnóstico del líder francés: "Su ascenso se produce en el espacio que ha dejado una izquierda que ha sacrificado sus principios y sus vínculos con la movilización social por la gobernabilidad", indica. Y, aunque con mayor fortuna en las urnas, lo mismo ha sucedido con un PSOE, "cada día más alejado de la lucha y la reivindicación". Mientras (y de forma paralela), partidos más radicales como Izquierda Unida en España y el Partido Comunista en Francia sólo han conseguido acumular descalabros electorales, hundidos en su propio bloqueo institucional y en la falta de renovación.
Éste es el caldo de cultivo en el que florece el NPA. Según Pastor, la crisis económica mundial también juega de su parte: ha logrado que los cimientos del sistema capitalista que tanto critican se tambaleen. Y no sólo ha dejado al descubierto sus debilidades de forma más evidente que nunca, resucitando opciones anticapitalistas, sino que ha revelado la tibieza y la inoperancia de unos partidos supuestamente de izquierda a la hora de afrontarla. "Muchos ciudadanos se sienten desconcertados viendo cómo líderes como Zapatero se muestran tan blandos con la banca", ilustra. Todas estas circunstancias allanan el camino a personajes como Besancenot y quizás puedan hacerlo aquí si partidos como IA, a pesar de su inicial invisibilidad, logran aglutinar sensibilidades de votantes de izquierda que no encuentran acomodo en el abanico de posibilidades reinante.
No obstante, en caso de prosperar, enseguida deberán demostrar muchas cosas: "Los ciudadanos les exigirán no ser solamente críticos y rupturistas, sino presentar propuestas concretas y un programa verdaderamente alternativo", advierte Pastor. La primera prueba de fuego para ambas formaciones será, independientemente del divergente protagonismo mediático, el horizonte electoral que se encuentra ya a la vuelta de la esquina. En el caso español, se muestra más cauto que en el francés: "No se puede esperar que conquiste terreno electoral tan pronto como Besancenot, pero si experiencias como la francesa prosperan, un tipo de izquierda más radical podría abrirse paso con más facilidad", pronostica.
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