Zapatero sigue enviando mensajes a los ministros que pueden ser relevados del cargo, aunque algunos lo pillan antes que otros. Mientras Solbes ya sabe que el presidente convoca sin avisarle a economistas a La Moncloa para que le asesoren, De la Vega prefiere no darse por enterada de que tiene muchos boletos para salir del Gobierno si hay remodelación. Pero, si se confirma que en el futuro Gabinete no habrá vicepresidencias, Chacón tendrá que esperar un poco más para que su perfil sea el de la 'heredera'. Sebastián se desdibuja por minutos. Llegó a la cena con los economistas después de haberse reunido con los patronos del automóvil, pese a que no se esperaba su presencia.
Mientras media España se iba de puente y aparcaba por tres días el pánico a la crisis, los cenáculos madrileños hervían en chismes e informaciones más o menos verosímiles. La celebración de los 30 años de la Constitución ha dado para mucho, y alimenta día a día el runrún del supuesto cambio de Gobierno que prepara José Luis Rodríguez Zapatero.
De nuevo, han sido las palabras del propio jefe del Ejecutivo las que han disparado la posibilidad de una crisis de Gobierno. Cuando el sábado, durante la celebración de los actos de la Constitución, el presidente soltó aquello de que la reforma de la Carta Magna "ni es prioritaria" ni "imprescindible" para el Gobierno, los temores de algunos de los presentes se confirmaron: Zapatero apuesta, cada vez más, por un régimen presidencialista.
En la campaña electoral de 2004, los cuatro puntos propuestos para introducir en la reforma constitucional —eliminar la supremacía del hombre sobre la mujer en la sucesión en la Corona, convertir el Senado en una auténtica Cámara de representantes regionales, introducir en el texto constitucional la denominación de las Comunidades Autónomas e incluir una referencia a la Constitución Europea y los cambios sucedidos— fueron el eje central de su discurso electoral, asunto que siguió estando presente durante las generales del 2008.
Este giro —que podría ser matizado mañana con alusiones a 'otros problemas más graves'— confirma que Zapatero se ha afianzado, y con ganas, en La Moncloa. Cada día necesita "menos asesores de peso", mantiene un viejo consultor de la legislatura anterior.
De que el presidente está cada día más sobrado y encantado de haberse conocido hay muestras en muchos detalles.
El pasado martes, el presidente convocó por sorpresa a cenar en La Moncloa a tres de los economistas más notables del momento: Emilio Ontiveros, consejero delegado de AFI y uno de los nombres que se utiliza en las últimas semanas como candidato a suceder a Solbes; Juan José Toribio, uno de los primeros españoles en ocupar un cargo ejecutivo en el FMI, director del IESE en Madrid y ex director del Servicio de Estudios de La Caixa; y Ángel Laborda, director de Coyuntura de la Fundación de las Cajas (Funcas). Fueron convocados por Javier Vallés, el responsable de la Oficina Económica del Gobierno.
La cena no tardó en filtrarse ni 48 horas, aunque con algunas imprecisiones. Junto a los tres economistas y Zapatero, se sentó en la mesa Vallés, un economista de perfil muy técnico, pero también cada vez más respetado por el presidente. A los postres, acudió el ministro de Industria, Miguel Sebastián, que había dedicado la jornada a los señores del automóvil y, con esta excusa, se presentó en el encuentro. Ni el vicepresidente económico, Pedro Solbes, ni el secretario de Estado de Economía, David Vegara, estaban convocados. No se sabe si conocían el encuentro.
ZP sí que hizo un alarde de que, por fin, las dos tardes con las que el ex ministro Jordi Sevilla le dijo que servían para aprender economía, le han dado algún resultado. Intentó hacer preguntas inteligentes tras la exposición de cada uno de los asistentes, y sobre todo, dio algunas muestras de manejar el lenguaje económico. Por ejemplo, si alguno de los expertos avanzaba un crecimiento de la economía a tasas del 1%, el presidente preguntaba con gran interés "¿Pero te refieres a tasas internanuales o intermensuales?".
El hecho de que no hubiera en el encuentro ningún alto cargo del departamento de Solbes —ni siquiera Vegara, que tiene algunos números para suceder al vicepresidente— volvió a disparar la rumorología de que Zapatero prepara una reforma.
De acuerdo con el nuevo espíritu presidencialista que anima al actual inquilino de La Moncloa, y pese a lo que hemos escrito en los últimos tiempos en la prensa, el presidente tiene sobre la mesa un nuevo organigrama para su Ejecutivo. En él se eliminan las dos vicepresidencias y da más peso a La Moncloa con el refuerzo de un Ministerio de la Presidencia, posibilidad que ya se barajó el pasado mes de marzo.
Reducir gastos en momentos de crisis y bajar el perfil de sus asesores sería uno de los objetivos de la supuesta crisis de Gobierno. Zapatero se encuentra más cómodo con asesores de su talla, más bien secretarios de Estado que ministros con un peso específico y que puedan hacerle sombra. El mismo presidente se ha expresado en términos muy parecidos en más de una ocasión: quiere ministros que trabajen para él y sin mucho protagonismo. Él es quien gobierna. Ahora, cuando ha decidido tomar las riendas económicas de la crisis, será el momento de llevar a cabo tales reformas en la estructura de Gobierno.
Pero ésta es sólo una de las posibilidades que maneja el presidencialista ZP. Porque, durante el fin de semana, han surgido nuevas quinielas sobre el cambio de Gobierno donde curiosamente desaparecían del futuro Ejecutivo el ya conocido nombre de Solbes —un vicepresidente que, si se tiene que marchar, lo hará con un encogimiento de hombros como mucho— y el del ministro de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos. Ni una línea sobre la salida de María Teresa Fernández de la Vega, y eso pese a que hay constancia y opinión unánime en La Moncloa de que ZP no ve el momento de que 'la vice' abandone el cargo.
Al parecer, el presidente ha asimilado que De la Vega está "en demasiado fregados a la vez y tiene empantanados un montón de temas clave". Pero Zapatero tendrá que echarle fuerza y valor para decirle a María Teresa que se vaya. La vicepresidenta, y el grupo de influencia femenino, tienen un peso importante en el entorno presidencial, pese a los errores cometidos en los últimos tiempos. Desde el nombramiento a dedo de mujeres para sustituir a cargos de probada competencia con el objetivo de cubrir la cuota femenina a la situación de caos que mantiene en la negociación del tema de las televisiones o los follones en torno a la renovación de los nombres en el Supremo, el CGPJ o el Constitucional, asuntos que finalmente, para darles salida, han caído en manos del jefe de gabinete de Zapatero, José Enrique Serrano.
Sea como fuere, la caja de los ruidos —no llega a truenos— de la crisis de Gobierno está abierta y si éste es el segundo capítulo en soitu.es, el asunto amenaza con culebrón si, como dicen los expertos en zapaterismo —que ya los hay aunque no den ni una— habrá que esperar a las navidades o a primeros de enero para conocer si el presidente piensa en serio en una reforma del Gabinete o es un mero divertimento. Mientras tanto, que los inquietos curen la zozobra dándole al turrón, porque al año que viene no se lo comerán en el mismo despacho.
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