WASHINGTON.- Las compañías de la industria del automóvil en Estados Unidos se dirigen estos días a sus empleados para que ayuden a presionar al Congreso y lograr un plan de rescate de hasta 25.000 millones de dólares. Un plan que, por el momento, no saldrá adelante después de que los demócratas hayan retrasado hoy la toma de cualquier decisión hasta diciembre. "Hasta que no nos enseñen el plan, no les enseñaremos el dinero", ha asegurado de manera rotunda la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi. El valor de las empresas automovilísticas ha empezado a caer en Wall Street tan sólo minutos después de que se conociese que el plan estaba parado.
Los responsables de las ‘Tres Grandes’, Ford, General Motors y Chrysler, contactan estos días con sus empleados, tanto los activos como los que se han acogido a jubilaciones anticipadas o los que han perdido su empleo. A través de Internet y de correos electrónicos en cadena, las compañías piden a sus empleados que escriban cartas a sus congresistas y senadores pidiendo un plan de rescate.
"Nos duele oír las negociaciones en el Congreso, cuando acusan a las compañías de ser culpables de la crisis. El Gobierno ha cometido errores en la crisis de las hipotecas, directamente relacionada con la falta de demanda de coches, así que deberían involucrarse en rescatar este sector", opina Linda Reider, directora de Marketing de una de las oficinas locales de Ford en Philadelpia durante 15 años y afectada por los recortes.
Durante estos días, los presidentes de las ‘Tres Grandes’ participan en sesiones en el Congreso en las que se negocia proporcionarles la ayuda o no. Los detractores opinan que las compañías no previeron la reducción de la demanda, por lo que crearon su propio problema.
"No creo que tengan planes inmediatos para cambiar su modelo de producción, un modelo de fracaso. Sé que están en una mala situación. Lo mejor que pueden hacer es declararse en bancarrota", declaraba ayer el senador republicano de Alaska Richard Shelby.
Los demócratas quieren que parte del dinero aprobado antes de las elecciones, durante la crisis de Wall Street, sea destinado a ayudar a la industria automovilística. Pero el secretario del Tesoro, Henry Paulson, se niega. Según declaró ayer en el Congreso, ya ha decidido dejar la mitad de los 700 mil millones de dólares a la Administración de Obama para que decidan en enero.
Las compañías, por su parte, advierten que la ayuda del Congreso sería muy inferior a las pérdidas, en caso de que las ‘Tres Grandes’ quiebren.
"Este nivel de devastación económica superaría con creces el apoyo del Gobierno que necesita nuestra industria. Se trata de mucho más que Detroit —donde están las mayores plantas de producción—, se trata de salvar la economía estadounidense de una caída catastrófica", declaraba ayer en el Congreso Rick Wagoner, presidente de General Motors.
En el caso de Ford, la compañía contaba con declarar beneficios en el mes de enero de 2009. Sin embargo, acaban de anunciar que pueden entrar en bancarrota antes de fin de año.
"Uno de cada diez empleos en el país están relacionados con la industria del automóvil. Los despidos están afectando a los empleados de estas compañías, todos los proveedores, las cadenas de distribución, los concesionarios, aseguradoras… pero también las organizaciones benéficas y no gubernamentales en las que Ford invirtió hasta mil millones de dólares en 2007", explica Reider.
El Centro de Investigación de la Industria del Automóvil estima que la economía estadounidense puede perder hasta un millón de empleos en 12 meses si la producción de las ‘Tres Grandes’ se queda reducida a la mitad.
El pasado mes de septiembre, el Congreso estadounidense aprobó una ley que otorgaba 25 mil millones de dólares a las productoras de coches que respeten el Medio Ambiente. Compañías más pequeñas y flexibles como Toyota, que ya han empezado a producir este tipo de coches, tendrían acceso a esta ayuda. Pero las ‘Tres Grandes’ quieren que la ayuda sea para ellos.
Según explica Reider, Ford cambió al completo su equipo de gestión en 2005 para empezar a adaptarse al nuevo mercado ecológico, pero se tarda cinco años en producir un nuevo modelo. Hasta 2010, fecha de lanzamiento de los modelos ecológicos, Ford contaba con seguir vendiendo modelos de gran tamaño, pero los estadounidenses afectados por la crisis y el precio de la gasolina ya no los pueden comprar y ahora demandan modelos pequeños como los que venden en Europa.
"El problema es que Ford no puede cambiar ahora toda su producción y necesita la ayuda para poder lanzar los coches ecológicos cuanto antes y recuperar la confianza de los consumidores. Nadie quiere comprar un coche de una compañía en bancarrota", explica Reider.
La crisis económica ha afectado a la industria del automóvil norteamericana desde hace varios años. El cambio de todo el equipo de gestión de Ford en 2005 también buscaba una reacción ante la crisis. Mientras Ford caía en el ranking de mayores empresas desde el puesto 8º en 2005 hasta el 13º en 2008, la compañía ha intentado de todo, desde despidos hasta cambios de destino o planes de jubilación, pero nada ha funcionado.
Según Reider, "Ford es un icono de Estados Unidos y ver cómo se apaga simplemente te rompe el corazón. Es parte de la cultura americana, es un símbolo que lleva con nosotros desde hace 100 años".
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