Casi 40 horas después de la captura del hombre más buscado por la Guardia Civil, el más odiado por muchos españoles, seguimos sin tener una imagen clara de su rostro. Hemos visto esta mañana, de refilón, su cabeza rasurada, entre un grupo de gendarmes, en la comisaría francesa donde estaba detenido. 'Txeroki' ya no es el mismo que aquel joven de pelo largo, barba de varios días y un aro en su oreja izquierda. Verle la cara al demonio y comprobar sobre ella el paso del tiempo es la obsesión para los medios, una exclusiva que las fuerzas de seguridad francesas tratan de impedir —¿habrá órdenes de arriba? ¿es España quien lo ha recomendado?— con vehemencia.
Nada que ver con la detención de 'Thierry', el jefe de 'Txeroki', el pasado mes de mayo. Aquello fue toda una exhibición del etarra, transmitiendo al mundo entero, con su polo de Lacoste y aspecto de hombre demasiado normal, la opresión a la que estaban sometiéndole. La opresión al Pueblo Vasco, quizá la antesala de la tortura. En el instante que un etarra es detenido ya no se oculta: lanza gritos de ¡Gora ETA! (viva ETA) y ¡Gora Euskadi Askatuta! (viva Euskadi libre) e inicia el proceso de propaganda. De manual.
Pero esta vez no le ha sido tan sencillo a 'Txeroki' cumplir precisamente con ese manual con el que tantas veces habrá adiestrado a los cachorros de ETA. Desde el mismo momento de su captura, en la madrugada del lunes, 'Txeroki' es una manta naranja. Por un momento, después del registro en el piso de Cauterets donde fue detenido, intentó zafarse de los agentes que le custodiaban, un intento de demostrar ante las cámaras que él, el hombre más sanguinario de ETA, no se arruga.
Recordamos la caída de la cúpula de Bidart, con verdaderos mitos del terror en sus filas. Las imágenes de Múgica Garmendia, 'Pakito', en el registro de la casa; las de Iñaki de Rentería en 2000, también en Bidart; las de 'Mikel Antza'; las mencionadas de 'Thierry' y... no, las de 'Txeroki', su cara, no aparecen. Por ahora lo más impactante ha sido verle subir al avión que lo ha trasladado a París encapuchado —es un hombre corpulento (estudió educación física); de momento, poco más— y, después, observar a los policías fotografiarse delante del avión: la presa era suya.
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