El libro colectivo 'Los piratas son los padres. Historias en los albores de la era digital', editado por Exgae & Conservas, se presentó oficialmente ayer en la Sala Apolo de Barcelona, como parte de la Gala de los Oxcars, que organiza la EXGAE (más aquí). Por supuesto, el libro se puede descargar libremente (versión pdf). Como bien indica su título, es el resultado de las aportaciones de 43 autores empeñados en explicar de múltiples formas en qué consiste eso de la cultura digital y cómo las reglas de juego analógicas que aún rigen nuestras leyes de propiedad intelectual se han convertido en algo obsoleto, inútil y casi siempre perverso en la era de la sociedad red.
Lo que sigue es mi pequeña aportación al libro, 'Por nuestro bien común', donde, tal como explicaba en mi blog, me imagino qué sucedería si existiese una institución similar a las sociedades de gestión de derechos para el agua, otro recurso al menos tan importante y común como la cultura, pero que, por suerte o desgracia no cuenta con este tipo de 'salvadores'.
Al principio pareció una buena idea. Era escasa, era esencial para la vida. Alguien tenía que cuidarla, mejorarla y preocuparse porque algo tan importante llegase a la gente cuando la necesitaba.
Los argumentos eran claros, pero teníamos que convencer a muchos: políticos, empresarios, los propios ciudadanos que podrían no comprender la necesidad de algo así.
Con estos argumentos conseguimos un gran apoyo y los cambios necesarios para que 'la nueva industria' empezase a funcionar sin demasiados riesgos. Pero el negocio seguía siendo pequeño. Muchos se empeñaban en consumir algo esencial olvidando la más mínima seguridad y sin ningún tipo de control. Ponían así en peligro sus propias vidas… y la rentabilidad de la industria. Quedaba aún un paso imprescindible. Debíamos evitar la posibilidad de que esto siguiese sucediendo. Los argumentos tuvieron que ser ahora más complejos, hubo que aplicar una cierta dosis de demagogia… pero al fin y al cabo era imprescindible para que 'todos' ganásemos.
Finalmente lo logramos. Una ley lo cambió todo. Todos tendríamos que pagar por consumir, así lograríamos las garantías oportunas. Lo que al principio era sólo 'una buena idea', se convirtió en estos momentos en una gran idea, 'la idea'.
El agua era vital para nuestras vidas. El agua aparentaba ser abundante, pero el agua de calidad, segura y controlada, era escasa y cara. Alguien tenía que preocuparse porque sólo esa agua segura y controlada llegase a los ciudadanos y eso debía pagarse. Y la antigua asociación de empresas embotelladoras de agua era la aliada natural del Gobierno y de toda la ciudadanía.
Por supuesto, por el camino tuvimos que realizar algunos cambios. No era lo mismo dedicarse a las botellas de un litro, o incluso a las garrafas de cinco que vender agua por hectolitros para la ducha, para cocinar o para regar las plantas. Pero al final lo logramos, todo el mundo podía vivir sólo con el agua que nosotros les proporcionábamos... Y además el precio resultaba bastante razonable. Ya casi nadie recordaba que la poderosa Sociedad General para la Gestión de los Recursos Hídricos había sido sólo una asociación de embotelladores hace pocos años.
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