Ayer sábado, día de todos los Santos, se puso fin en Barcelona a una semana de reivindicación de la cultura libre promovida por la EXGAE, "la buena", según afirma José Aneto, uno de los activistas de la agrupación y miembro de la organización de los eventos y actividades que tuvieron su punto de partida en la celebración de la gala de los OXCARS el pasado martes. La mala, según ellos, lógicamente, es la Sociedad General de Autores Españoles, la SGAE. ¿Cuál ha sido el objetivo de esta semana y qué pretende la EXGAE? Vamos por partes.
La EXGAE es una asesoría jurídica casi gratuita que quiere marcar la diferencia especializándose en "librar a los ciudadanos de los abusos de la SGAE y demás entidades de gestión". "Pretendemos", dice Aneto, "apostar por otras formas de circulación de la cultura". La EXGAE está compuesta por ciudadanos y asociaciones de gente de la pequeña y mediana empresa, entre ellos socios de la SGAE, a los que se les presta asesoría legal.
¿Qué son los OXCARS y la semana de actividades para canalizar la cultura de manera acorde a las nuevas tecnologías que ha promovido la EXGAE? La celebración de estos eventos ha supuesto, según Aneto, "una demostración de fuerzas, la entrega de unos premios no competitivos que supone un reconocimiento a determinadas personas que, de otro modo, no lo hubieran logrado". Entre los que han tenido el honor de esta mención están Leo Bassi, en el apartado de acción, y Guillermo Zapata, en la categoría de cine. Éste último, recordemos, tiene el honor de que su primer corto, 'Lo que tú quieras oír', lleve más de 78 millones de descargas en YouTube. Según José Aneto, "puede que sea uno de los cineastas más vistos del mundo, pero, de otra manera, no habría tenido este reconocimiento".
Además de la celebración de la gala, en la que hubo todo tipo de actividades culturales, se han venido llevando a cabo a lo largo de toda la semana diferentes mesas de debate y talleres para promover nuevas vías para la distribución, difusión, retribución y consumo de la cultura adaptada a los nuevos tiempos.
El pasado miércoles tuvo lugar una reunión ciudadana que incluía la presentación del libro 'The new thing' y un debate literario. El jueves se proyectó el documental 'Steal this film II' y se llevó a cabo una charla sobre las nuevas posibilidades que ofrece la red de redes y las nuevas tecnologías y cómo aplicarlas al cine y las creaciones audiovisuales. El viernes y el sábado se llevaron a cabo debates sobre qué es el copyleft y cuáles son los derechos de autor como derecho a la renta garantizada. Además, se aportaron alternativas a los registros convencionales de las obras, como el Safe Creative o nuevas licencias como Creative Commons, con la participación especial de Marc Montañés. La jornadas culminaron con sendas fiestas de música libre.
Pero las nuevas tecnologías y esta promoción de la cultura libre en la que no existen sociedades de gestión de derechos externas a los propios creadores no afectan de la misma manera a las diferentes artes. Vamos a tomar como ejemplo dos, digamos que las más afectadas, la música y el cine.
La utilización del Emule y otros programas de descarga P2P, lejos de perjudicar a los creadores, sobre todo a los independientes y pocos conocidos, los beneficia. Es decir, nunca el 'pirateo' de canciones acabará con la creación musical porque existen otras formas de ingresos para los creadores. No es ni más ni menos que la música en su máximo esplendor: los conciertos. "Internet hace que las bandas musicales promuevan su arte por todo el mundo a través de plataformas como Jamendo o Myspace", dice Aneto. De esta forma, la gente conocerá sus canciones a través de la red y asistirá a los conciertos. Internet es puramente una inversión para los músicos que permiten que sus canciones se puedan descargar gratuitamente. "Incluso, a veces, ganarán mucho más dinero que vendiendo discos gracias a las donaciones de particulares". Es innegable que internet y sus herramientas constituyen un avance extraordinario, no sólo para la difusión y distribución de las obras, sino también para la eliminación de intermediarios como las grandes discográficas.
El séptimo arte es otra historia. Históricamente, la industria del cine ha dominado de forma absoluta los tres niveles básicos del circuito comercial: producción, exposición y distribución. La llegada de las nuevas tecnologías ha revolucionado las normas establecidas. Por un lado, la película y el equipo se han abaratado. Por otro, los proyectores digitales bajan su precio y se hacen de uso común. Y, además, las conexiones de internet de alta velocidad proporcionan a un precio mínimo todos los elementos necesarios para la difusión. Esto hace que, por un lado, el consumidor gane ya que tiene acceso casi de manera gratuita ya a una gran oferta de productos audiovisuales. También gana el creador novel, que puede conseguir que su obra audiovisual se vea prácticamente en cualquier parte del planeta.
Pero, si en los conciertos es dónde van a radicar los ingresos de los músicos, ¿en qué lugar se van a encontrar los beneficios de los creadores y productores si toda la distribución se lleva a cabo por internet? ¿En sólo unos cuantos románticos que sigan yendo a las salas de cine? Recordemos que las pantallas de 46 pulgadas comienzan a ser de uso común entre los aficionados a las series, las películas y los cortometrajes. Según José Aneto, "en el caso de las obras audiovisuales todavía hay que buscar fórmulas que resuelvan este problema". Ése es un gran 'hándicap' porque uno de los grandes peligros radica en que si no hay beneficios, el cine deje de ser profesional para convertirse en un mero nicho de aficionados. Lo que está claro es que el cine y la red están condenados a entenderse. Esperemos que esa fórmula exista porque ni queremos prescindir del primero ni de las posibilidades del segundo.
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