La actuación de Amy Winehouse en el macro festival Rock in Río pende de un hilo. Aunque la mejora de la salud de la cantante británica, que sufre un enfisema pulmonar agravado por el consumo de crack, le permitirá actuar en el concierto homenaje a Nelson Mandela y en el festival de Glastonbury, los asistentes al Rock in Río cruzan los dedos para que la buena racha dure hasta el 4 de julio y les permita finalmente ver la nueva heroína del soul. De momento, la organización ha garantizado la actuación de Winehouse.
Hace unos días también el Summercase, festival organizado por la omnipresente promotora Sinnamon, anunció a sólo dos semanas de la celebración de los conciertos en Madrid y Barcelona que The Long Blondes, uno de los grupos más esperados que traía el Summercase, no actuarían por la hospitalización del guitarrista Dorian Cox. A ello se sumaba también la baja de la rapera M.I.A., un plantón mucho más doloroso para el festival.
Las cancelaciones (comúnmente conocidas como 'caídas de cartel') parecen un mal inherente a la naturaleza de los festivales de música, pero ¿qué pueden hacer los organizadores para evitarlo? "No hay forma de protegerse, el artista siempre tiene cogida la sartén por el mango", explica José Morán, director del Festival Internacional de Benicàssim. "Estamos siempre vendidos y con los dedos cruzados", añade
Él, como la mayoría de los asistentes a la edición de 2004, todavía recuerda con "impotencia" y "decepción" cómo dos horas antes de que comenzara su concierto, el esperadísimo Morrissey, líder de la clásica banda de culto The Smiths, canceló su actuación ante decenas de miles de personas, muchas de las cuales habían acudido hasta allí únicamente para verlo tocar. Dos años después, Morrissey saldó su deuda moral con la organización y los fieles del FIB con un concierto ante 30.000 personas.
En la edición de este año, el FIB vuelve a contar con su presencia, aunque Morán reconoce que hay más temor con él que con otros artistas. Para él, el cantante pertenece a una especie de 'lista negra' de grupos con tendencia a dar plantón en las grandes citas con los que conviene estar preparado para cualquier cosa. Entre ellos se encuentra Whitney Houston o los Babyshambles, el grupo del ex Libertine y compañero de juergas etílicas de Amy Winehouse, Pete Doherthy. "Muchas aseguradoras son reticentes a trabajar con estos artistas, porque si no cumplen, les toca pagar el caché del artista a las promotoras", explica Morán.
El tipo de contratos que suelen firmarse con los artistas están, según el director del FIB, en la raíz del problema: en ellos no se tipifica ningún tipo de indemnización por parte de los grupos en caso de no cumplir con su programa de actuaciones. A ello se suma además el hecho de que embarcarse en aventuras judiciales contra artistas multimillonarios puede tener como única consecuencia que los festivales se granjeen una mala imagen entre los agentes y que éstos sean reacios a hacer cualquier tipo de trato futuro.
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