En los últimos años se ha hablado sobre todo de la burbuja inmobiliaria, pero hay otra burbuja a punto de reventar también en el mundo de la música: la festivalera. Según el organizador del mítico festival de Glastonbury, Michael Eavis, la edición de 2008 ha sido la peor de su historia: no ha conocido finalmente ningún tipo de beneficio.
¿Cómo es posible que el festival de música más mítico de todo el mundo haya llegado a este extremo? Se han establecido diferentes causas, entre ellas la subida de los costes, principalmente en cuanto a infraestructuras y medidas de seguridad, pero sobre todo el alto precio de combustible. El festival aumentó finalmente los gastos hasta los 22 millones de libras y ahora, por primera vez en casi 40 años, resulta que no se ha ganado ni un duro.
La edición de 2008 de Glastonbury ha sido una de las más polémicas por su cartel. Un festival que tradicionalmente agotaba en horas sus abonos, este año se encontró con una venta de entradas mucho más lenta de lo normal. Hay varias teorías para intentar explicar este hecho, entre ellas el desastroso temporal que tuvieron que sufrir los asistentes en 2007, pero la teoría favorita de los medios es que la culpa de todo la tiene el marido de Beyoncé, el rapero Jay-Z.
Se anunció en febrero que Jay-Z sería uno de los principales cabezas de cartel de Glastonbury 2008. A muchos les dio igual, pero a otros les indignó, como fue el caso de Noel Gallagher, siempre dispuesto a buscar una buena bronca. El compositor de Oasis, defendiendo el carácter rockero del festival, consideró 'un error' que la organización apostara por el hip-hop para las letras grandes de su cartel. Aunque Jay-Z supo responder muy bien comenzando su concierto con una versión de 'Wonderwall', el daño ya estaba hecho y el maravilloso y revolucionario (y costoso) sistema informático para evitar los colapsos al ponerse las entradas a la venta no sirvió para nada.
Sin embargo, quizá Jay-Z no tenga la culpa de los males del mundo. No hay que ser un lince para darse cuenta de que Glastonbury tiene ahora más competencia que nunca. Gran parte del público inglés prefiere asistir a otros festivales europeos, como Roskilde o Benicàssim (donde ya el 60% de los asistentes son extranjeros) y se lleva tiempo hablando de que la burbuja festivalera tiene que explotar por algún lado. ¿Hay público que demande tal cantidad de festivales? ¿Y en época de crisis económica podemos permitirnos ir a todos lo que nos apetece?
La respuesta es no. Empezando porque desde este año para los españoles ha sido imposible asistir a los dos principales festivales de música porque ambos se han celebrado a la vez. Summercase y Benicàssim citaron al público el mismo fin de semana de julio, provocando una bajada en su asistencia que principalmente afectó al Summercase, que pasó de unos 100.000 asistentes a unos 80.000.
Ya son decenas las ciudades y pueblos en España que cuentan con su propio festival, en algunas ocasiones incluso más de uno, como es el caso de Murcia. Y obviamente algunos coinciden entre sí, produciendo enemistades y declaraciones de guerra. Javier Ajenjo, director del Sonorama, se burló este año del Ola Festival, que se celebraba a la vez organizado por Sinnamon, declarando que: "Trabajamos con cabeza y no queremos hacer como otros, que contratan a grandes estrellas como Björk y Massive Attack y luego se encuentran con que acuden 4.000 personas".
Según datos de la organización, al Ola acudieron algo más de 15.000 personas, pero es cierto que la proliferación de tanto festival ha llevado a que se aumenten artificialmente los cachés de los artistas. Este verano se supo que Los Planetas cobran 50.000 euros por actuación, a pesar de no contar ni siquiera con un solo disco de oro en toda su carrera en nuestro país. En la misma línea, se pronunciaban hace unos años los hermanos Morán, organizadores del Festival de Benicàssim, cuando justificaban no traer a White Stripes, porque pedían una cantidad desproporcionada para las pocas copias que vendían en España. Algo parecido sufrió el Festival AV hace unos años en Málaga cuando después de contratar a Morrissey en exclusiva por una millonada se encontró solamente 2.000 asistentes. O Doctor Loft, que atrajo a 6.000 asistentes este verano gracias a R.E.M. según la organización... pero según las malas lenguas, regalando entradas, con suerte habría contado con unos 3.000.
Juan Arnau, promotor de Monegros Desert Festival, lleva años anunciando en varios medios que el final está próximo. En su opinión, aunque las cifras de cada festival no suelen ser públicas, ya son bastantes los festivales españoles que no son rentables y que no seguirán adelante. ¿Tiene algo que ver su impresión con que el Weekend Dance Festival anunciase su última edición en grandes espacios al aire libre y quedase finalmente reducido a pequeñas salas de Madrid y Barcelona?
Nadie teme por la desaparición de los grandes: Sónar, Primavera, FIB, Summercase... Pero después de algunos claros errores de cálculo, es evidente que alguno tendrá que afinar sus técnicas empresariales. Y que la guinda entrañable de todo esto la pone Glastonbury hoy, reconociendo haber gastado este año un millón de libras en obras benéficas...
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